¡FELIZ Y GOZOSA PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Mis queridos hermanos y amigos:

 No hay probablemente ningún momento de la existencia humana ante el cual nos sintamos más inermes e indefensos que el de la muerte. Nadie quisiera morir. El Concilio Vaticano II nos habla de la muerte como de un enigma indescifrable. De lo más hondo de nuestro ser surge incontenible el ansia de vivir para siempre y felizmente; pero, a la vez, sentimos en nuestra carne la fragilidad de nuestras fuerzas, las heridas del sufrimiento y las señas de una mortalidad cierta e inevitable. ¿No hay salida para esta tremenda y, al parecer, fatídica condición del hombre? ¿Ese es nuestro destino: la muerte?  Sigue leyendo