SANTIAGO APOSTOL, PATRONO DE ESPAÑA. Su renovada actualidad

Mis queridos hermanos y amigos:

La Iglesia en España celebra de nuevo el próximo 25 de julio la Solemnidad de su Patrono, Santiago Apóstol, hermano de Juan e hijo del Zebedeo. Lo reconoce e invoca como su primer Evangelizador y el patrono que veló constantemente a lo largo de su más que milenaria historia por el bien espiritual y material de sus hijos: hijos también de un pueblo que hundía sus raíces más profundas −las de su cultura, de su idiosincrasia, de su acervo moral, en una palabra, las de su alma−, en el sí al Evangelio predicado por él. España se sintió protegida por la intercesión de Santiago ante Dios en todos los momentos más críticos y graves de su pasado histórico −desde aquellos lejanos de su liberación del poder musulmán y de los que la condujeron a la formación de su unidad en el medievo y en los inicios de la modernidad− hasta el presente. Entre vicisitudes varias, con altos y bajos, supo conservar la fe en Jesucristo Redentor del hombre con una singular fidelidad y una creatividad espiritual y misionera extraordinariamente fecunda, no dejando nunca de considerarse y de realizarse como una comunidad fraterna de gentes y personas estrechamente vinculadas, por la caridad de Cristo, en su Iglesia. Esta “España jacobea” ha sido solidaria en las alegrías y en las penas, en el dolor y en la enfermedad, compartiendo arrepentimientos por los pecados comunes y esperanzas alentadoras y gozosas al labrar surcos nuevos para la justicia, el amor fraterno y la paz dentro de sus fronteras y más allá de ellas. Su camino, ¡el camino cristiano de España! trazado siguiendo las huellas de Apóstol Santiago, se ha revelado y desarrollado humana y culturalmente como un camino de la Europa y del mundo que, sabiéndolo o no, buscan afanosamente a Cristo y, en Cristo, al hombre sanado y transformado por el don de su gracia: ¡del amor infinitamente misericordioso de Dios! Actualizar en la Fiesta de Santiago el Mayor, nuestro Patrono, esta “memoria jacobea” tan rica humana, cultural y espiritualmente, se nos presenta como un apremiante imperativo de la hora histórica que estamos viviendo en la Iglesia y en la sociedad: ¡hora de España y hora de Europa! ¡Inseparables ambas! Sigue leyendo