Carta a todos los niños de Madrid con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera

Domingo, 27 de enero de 2013

“Con los niños de Europa…, acogemos a todos como Jesús”

Mis queridos niños y niñas:

Año tras año, en esta celebración de la Jornada de la Infancia Misionera, hemos ido recorriendo los diversos continentes, porque no debemos olvidar nunca lo que Jesús nos dijo en el momento de dejar la tierra para subir a los cielos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Ya hemos tenido la oportunidad de conocer mejor cómo son y cómo viven los niños de Asia, África, América y Oceanía; y también de conocer mejor cómo viven los misioneros que los ayudan en su fe y en su formación cristiana. Pues bien, en este año 2013, que es tan especial, ¡es el «Año de la fe»!, llega el momento, por fin, de hablar de nuestro continente, de esta Europa de la que vosotros, muchas veces, sin duda, habéis oído llamar “la vieja Europa». Es, sin duda, el continente que mejor conocemos. Sin embargo, a veces ignoramos cosas que son muy importantes: a lo mejor no nos hemos puesto a pensar que aquí también tuvieron que venir los misioneros, que también los habitantes de Europa, en los comienzos de la Iglesia, estaban lejos de la fe, y que, por la misericordia de Dios, los Apóstoles, y sus sucesores vinieron a nuestras tierras a hablarnos del amor de Dios y traernos el Evangelio, ¡la Buena Noticia!, de Jesucristo. Y no dejaron de venir misioneros a ciertas zonas de Europa que tardaron más en evangelizarse, y gracias a su vida, su predicación y su testimonio, en algunos casos gracias también a que entregaron su vida en el martirio, hoy Europa tiene sus profundas raíces en la fe cristiana. Pero todavía hay lugares en nuestro continente donde los misioneros han de predicar el Evangelio a personas que no conocen a Jesús. Y, además, vosotros mismos veis, entre vuestros amigos y compañeros, a niños y niñas que no rezan, ni van a Misa los domingos, que no saben que son hijos de Dios, y ellos también necesitan a los misioneros para conocer y amar a Jesús, ¡y esos misioneros, en primer lugar, sois vosotros!  Sigue leyendo

Un caminar de fe y esperanza. Jornada Mundial del emigrante y del refugiado

 

JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO

Migraciones: peregrinación de fe y esperanza

20  ENERO 2013

  

Un caminar de fe y esperanza

       La Jornada Mundial  de las Migraciones, el próximo domingo 20 de enero, nos invita en el marco de la Misión Madrid a dejar resonar en nuestro corazón las palabras de san Pablo: «El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). La experiencia de Jesucristo nos anima a salir al encuentro, con el entusiasmo y la valentía que impulsaron a las primeras comunidades cristianas, de las personas inmigrantes y sus familias, a quienes la crisis golpea más gravemente. Es esencial para ofrecerles la acogida que esperan de nosotros. «Arraigados y edificados en Cristo», estamos llamados a hacer visible y perceptible el proyecto de Dios: invitar a todos los hombres, sin excepción o exclusión alguna, a la comunión con Dios que nos abre «la puerta de la fe». Seamos un espacio acogedor donde se reconozca a todo hombre la dignidad que le otorgó su Creador. Sigue leyendo

La Epifanía del Salvador en la solemnidad del Bautismo del Señor del 2013

Mis queridos hermanos y amigos:

Jesús comienza lo que se conoce desde la antigüedad cristiana como su “vida pública” acudiendo al río Jordán para que Juan, el conocido también desde los inicios de la comunidad cristiana como “el Bautista”, le bautizase. San Lucas narra el momento con escueta y, a la vez, sublime precisión: “y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre Él con la apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado en ti me complazco». Jesús al empezar tenía unos treinta años…” (Lc 3, 21-23). Israel estaba viviendo una situación extraordinariamente inquieta y agitada política, social y religiosamente. Juan, de la familia sacerdotal de Zacarías, educado en el ambiente de los justos y sencillos de un pueblo dolorido, dividido y sometido a formas tiránicas de poder, aunque consciente de sus propias y reiteradas infidelidades respecto de la Ley y de la Alianza, siente la necesidad de revivir la expectación del Salvador prometido a sus antepasados por sus grandes y más fervorosos y fieles profetas. Sin duda, resonaban en sus almas palabras vibrantes y esperanzadoras del Profeta Isaías: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará” (Is 42, 1-14). ¿Cómo no iban, pues, a reconocer en aquella dramática coyuntura histórica los mejores hijos de Israel en la voz de Juan penitente en el desierto, predicando un bautismo de conversión en toda la comarca del Jordán, una apremiante llamada de Dios −quizá la última− para acoger y recibir la gracia de la salvación, o mejor aún, al Salvador mismo, al Mesías anunciado a sus padres ya en el desierto, camino de la tierra prometida? De hecho, dudaban. Juan tuvo que convencerles que su bautismo les abría el camino a quien les iba a bautizar después con “el Espíritu Santo y fuego”: él es solamente “Una voz que grita en el desierto”, que prepara el camino del Señor (Lc 3.4).   Sigue leyendo