A los misioneros y misioneras diocesanos
Solemnidad de la Ascensión del Señor
Mis queridos misioneros y misioneras madrileños:
Ya en el nuevo milenio, con el gozo y la esperanza renovados en la celebración de¡ Año Jubilar 2000 que hemos vivido con especial intensidad, os escribo corno es habitual en la Jornada dedicada a vosotros, para enviaros mi saludo lleno de cariño y de reconocimiento por la tarea misionera que realizáis, como buenos operarios dé[ Evangelio, en vuestra vida entregada sin reservas a Cristo, cumpliendo «gozosos el mandato de ir al mundo entero haciendo discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre de] Padre y de¡ Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todas sus palabras (cf. Mt 28,19-20).
Dentro de un curso cuyo objetivo pastoral se centra en la transmisión de la fe, «es de toda justicia reconocer el enorme potencial que supone, para llevar el Evangelio de Jesucristo a todos los pueblos, el nutrido contingente de nuestros misioneros y misioneras, exponentes de primer orden de la inquietud evangelizadora de las comunidades de que proceden, partes integrantes de nuestra Iglesia particular», como he querido destacar en la Carta Pastoral que, según es también habitual, he dirigido a todos los fieles de la archidiócesis con ocasión de esta Jornada.
Este «potencial» que sois vosotros, obra ciertamente de la gracia de] Espíritu Santo, no puede ser sino poderoso estímulo para todos los que constituimos la comunidad diocesana de Madrid, de modo que «vivamos cada día con mayor plenitud nuestra vocación a la misión universal de la Iglesia». Y sabed que no estáis solos, que la distancia en kilómetros no disminuye un ápice la cercanía de nuestro cariño, de nuestro aliento y de nuestra oración. Por nuestra parte, también nos encomendamos a vuestras oraciones
Que la Virgen María, Nuestra Señora de la Almudena, os alcance de su Hijo la gracia de transmitir con valentía y gozo crecientes el don precioso de la fe en Cristo, Salvador de todos los hombres.
Con todo afecto y mi bendición,