Homilía de la Misa Estacional en la despedida de la Archidiócesis de Madrid

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. D. Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal-Arzobispo Administrador Apostólico de Madrid

Misa Estacional en la despedida de la Archidiócesis de Madrid

Catedral de La Almudena, Madrid, 11.X.2014; 12’00 h.

(Col 3, 12-17; Sal 112, 1-2. 3-4. 5-6; Jn 21, 15-19)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

  1. La Eucaristía es el Sacramento de la Acción de Gracias a Dios Padre por su Hijo Jesucristo, ungido por el Espíritu Santo, que le ofrece su carne y su sangre por la salvación de los hombres. Es el sacrificio de la Cruz ¡Cruz Gloriosa!, que se hace actualidad salvadora para la Iglesia y en la Iglesia y, a través de ella, para el mundo: para todos y cada uno de los hijos de los hombres. En la Eucaristía, el Sacramento de nuestra fe, de cada domingo, de cada día, podemos celebrar con gratitud gozosa el don del amor infinitamente misericordioso que en ella se hace presencia viviente para nuestra santificación. En ella “Jesús nos enseña la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Esta es la verdad evangélica, que interesa a cada hombre y a todo hombre”. La verdad de que “la libertad de Dios y la libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada, en un pacto indisoluble y válido para siempre”, de que “también el pecado del hombre ha sido expiado una vez por todas por el Hijo de Dios” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 2.9). Si siempre y en toda ocasión se puede y se debe participar en la celebración de la Eucaristía con la disponibilidad del alma para acoger –y acogerse– a esos beneficios del “Deus Trinitas, que en sí mismo es amor (que) se une plenamente a nuestra condición humana”, (Sacramentum Caritatis, 8), cuánto más ha de hacerse en momentos de la vida de la Iglesia y de la vida propia, en los que el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo se manifiestan tan palpablemente como en esta Eucaristía que estamos celebrando.
  1. El próximo día 22 del presente mes se cumplen veinte años del inicio de mi ministerio pastoral como Obispo, Sucesor de los Apóstoles, Padre y Pastor de esta querida ¡queridísima! Iglesia Diocesana de Madrid. No se puede olvidar –ni he querido olvidar– como San Agustín define el ministerio episcopal en su totalidad: como “amoris officium”. Ni tampoco quise ni quiero ignorar que el Obispo es y debe ser para la Iglesia que le ha sido confiada “signo vivo del Señor Jesús, Pastor y Esposo, Maestro y Pontífice de la Iglesia” (San Juan Pablo II, Pastores Gregis, 7.9). Venía de Santiago de Compostela en donde había ejercido el ministerio episcopal durante dieciocho años –siete como Obispo Auxiliar, uno como Administrados apostólico y diez como Arzobispo– con el alma marcada por el amor a la tradición jacobea, viva y pujante en aquella Iglesia venerable que guardaba celosamente con el Sepulcro y la memoria del Apóstol Santiago, el primer evangelizador de España, las raíces apostólicas de nuestra fe bimilenaria. El paso de San Juan Pablo II por la ciudad del Apóstol, al finalizar su primer viaje apostólico a España como “Testigo de Esperanza” el nueve de noviembre de 1982, invitando a la Europa de entonces, que buscaba caminos de unidad, a encontrarse de verdad a sí misma peregrinando de nuevo a Santiago, nos emplazaba inexcusablemente a evangelizar de nuevo –¡con nuevo ardor!– a los viejos pueblos y naciones de una Europa de raíces cristianas milenarias: ¡también a España, a nuestra querida España!. El horizonte europeo abierto a la nueva evangelización aquel atardecer memorable y emocionado de la Catedral Compostelana se ampliaría sin límites geográficos a todo el mundo en los días inolvidable de la IV Jornada Mundial de la Juventud de la tercera semana de agosto de 1989, a punto de caer –sin que lo supiéramos, ni pudiéramos sospecharlo– el Muro de Berlín: el llamado “Muro de la vergüenza”. El Papa convocaba a los jóvenes de aquella “inmensa riada juvenil nacida en las fuentes de todos los países de la Tierra” para que fuesen evangelizadores de sus propios compañeros y amigos diciéndoles: “¡No tengáis miedo a ser santos!”. Les había hablado con un entusiasmo contagioso de que en Cristo encontrarían el camino cierto y seguro para alcanzar la plenitud y el sentido de sus vidas: la verdad iluminadora, la verdadera vida que les permitiría vencer a todas esas fuerzas del mal que la amenazan con la muerte del alma y con la destrucción del cuerpo.
  1. No había otra alternativa para un Obispo, tocado hasta lo más hondo de su alma por la fuerza irradiadora de la persona y del mensaje de San Juan Pablo II, y que, además, quería responder en Madrid a la llamada del Señor en aquel momento crítico de la historia contemporánea de la Iglesia y del mundo, que la de promover incansablemente la evangelización en la comunión de la Iglesia, afirmada y vivida en su dimensión universal como “la Católica”, presidida por el Sucesor de Pedro. ¡No! No hay “pasión evangelizadora” que pueda nacer o nazca fuera de la Comunión de la Iglesia. Dicho de otro modo con palabras del Papa Francisco: no hay “Iglesia en salida” sino la vivimos y actuamos como “Comunidad evangelizadora” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 20.22). Damos gracias a Dios por haber podido vivir en la Comunión de la Iglesia en estos veinte años de mi ministerio episcopal, ahondando y creciendo a la vez en la fidelidad a la Palabra del Señor, en la celebración digna y fructuosa de sus Misterios –especialmente, del Sacramento de la Eucaristía–, en el amor fraterno y en la íntima y fecunda unidad de todos los hijos e hijas de nuestra Iglesia diocesana, cada vez más conscientes y sensibles de la urgencia pastoral y apostólica de ser testigos e instrumentos del amor del Señor tanto para con los más débiles de la propia familia eclesial, como para los que no pertenecen a ella o se han situado al margen o, incluso, fuera de la misma. Sí, el Señor en estas últimas décadas nos ha permitido enriquecernos siempre más y más con el conocimiento y la vivencia de la verdad de que la Iglesia es algo más y más profundo que una sociedad o una comunidad de origen y de intereses meramente humanos: ¡de que es en primer lugar, y antes que cualquier otra cosa, un Misterio de Comunión en el amor del Padre, en la gracia del Hijo y en el don del Espíritu Santo! Y que, por ello, cuando “la Iglesia despierta en las almas” (Romano Guardini), se convierte en misionera y, consiguientemente, en evangelizadora.
  1. ¿Cómo no vamos a dar gracias a Dios fervorosamente por el dinamismo misionero desplegado por toda la comunidad diocesana de Madrid en estas tan apasionantes y apremiantes décadas como lo han sido las del final de un milenio y del inicio dramático y esperanzador, a la vez, del otro? El Evangelio de Jesucristo ha sido anunciado, proclamado, predicado y testificado incansablemente por sus sacerdotes, sus consagrados, sus consagradas y por sus fieles laicos, compartiendo humilde y generosamente carismas extraordinarios y realidades nuevas que el Señor ha ido repartiendo a lo largo y a lo ancho de la Iglesia después del Concilio Vaticano II. Ha sido celebrado en la Liturgia cada vez con mayor participación interior, con piedad y devoción sinceras, con un sentido cada vez más fino para que en la forma de su celebración resplandezca con mayor luminosidad la belleza salvadora del Misterio Pascual del Señor: de su muerte en la Cruz y de su Resurrección. Y ha sido transmitido en una catequesis y en una enseñanza que se ha querido cada vez más fiel a la Verdad y más cercana a niños y jóvenes. Evangelio que ha sido llevado a los pobres en todo ese doloroso e hiriente mundo de las viejas y de las nuevas pobrezas que “las crisis” se han encargado de agravar en sus efectos respecto a las facetas más personales de los golpeados por ella y de multiplicar sus repercusiones destructivas en la vida de los matrimonios y de las familias: ¡sus víctimas principales! Cáritas Diocesana, con la red de Cáritas parroquiales, cooperando con iniciativas variadas y cercanas a los que sufren, promovidas por comunidades de vida consagrada y por grupos y asociaciones de fieles laicos, ha ido aliviando y superando la pobreza y el dolor de muchos necesitados espiritual y materialmente. A la vez que en el apostolado seglar iba tomando cuerpo la llamada al compromiso cristiano en la vida pública, siendo “luz y sal” en los escenarios más diversos, complejos y decisivos en los que se desenvuelve actualmente la vida social política y cultural de Madrid, a fin de lograr una vertebración de la sociedad en la que primen la justicia, la solidaridad y la paz, es decir, el servicio al hombre. Un servicio que ha de dirigirse prioritariamente a la salvaguarda de su derecho a la vida desde que es concebido en el vientre de su madre hasta su muerte natural, a promover la vocación para contraer matrimonio a la medida de la verdad de Dios –es decir, como una comunidad una e indisoluble de vida y de amor fecundo en el fruto precioso de los hijos– y para poder construir así una verdadera familia.
  1. La Eucaristía es el Sacramento por excelencia de la Acción de Gracias a Dios; pero también la Plegaria en la que culminan todas nuestras pequeñas plegarias y en la que se sustenta el espíritu de la verdadera oración: ¡de la alabanza al Dios que nos ama y de petición de sus dones! ¿Cómo no vamos a pedirle hoy por el que va a ser dentro de pocas semanas quien va a recibir la plenitud canónica del ejercicio de la Sucesión Apostólica para ser el Obispo y Pastor de la Iglesia diocesana de Madrid, don Carlos Osoro Sierra? ¿Cómo no vamos a pedir por él, por los Obispos Auxiliares, por los sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados y fieles laicos?: ¿por toda la comunidad diocesana? Para que “como elegidos de Dios, santos y amados”, vestidos “de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión” sigan creciendo en el amor de Cristo “que es el ceñidor de la unidad consumada”, sobrellevándose y perdonándose, dejando que el perdón y la paz de Cristo actúen en sus corazones y así formando un solo cuerpo; y para que sigan acogiendo toda la riqueza de su palabra para pensar y obrar rectamente según la ley de Dios y de su Evangelio, de tal modo que todo “lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Cfr. Col 3,12-17). Sin olvidar lo que nos recordaba con bellas e incisivas palabras Benedicto XVI a los participantes del III Sínodo Diocesano de Madrid en la audiencia especial que nos concedió el 4 de julio de 2005: “En una sociedad sedienta de auténticos valores y que sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es, ante todo, comunicación de la verdad”.
  1. No hace falta poseer ningún especial don de profecía para entrever que en el próximo futuro –el futuro de nuestra Patria, de nuestra Comunidad Autónoma y de nuestra Ciudad– se van a poner a prueba la firmeza y la claridad de nuestra fe en Cristo, el único Salvador del hombre, la fortaleza de nuestra esperanza y la voluntad del seguimiento y cumplimiento fiel del mandamiento evangélico del amor. No debemos arredrarnos ni retroceder en nuestra misión de ser testigos valientes de Jesucristo. Antes bien, habremos de avanzar en la experiencia de la unidad de mentes y corazones en el interior de la Iglesia Diocesana, en la experiencia de “la Comunión” que preside su Obispo, inseparable de “la Comunión Católica” que preside el Obispo de Roma, el Papa Francisco. Y, por supuesto, en esta difícil y compleja hora histórica habrá que orar, y orar mucho, por la Iglesia y sus Pastores, por los consagrados y las consagradas, por las familias, por los jóvenes y los niños… para que sepamos mantenernos como “la luz” y “la sal” de la nueva tierra, es decir, como testigos de la esperanza verdadera para todos los que sufren en el alma o en el cuerpo: para toda nuestra sociedad tantas veces vacilante, escéptica y deprimida. Que el Señor conceda a nuestra querida Archidiócesis de Madrid y a su nuevo Pastor la sabiduría de anunciar el Evangelio en el nuevo capítulo de su historia, que se abrirá el próximo 25 de octubre, con el impulso y el estilo espiritual y apostólico del “Evangelio de la Esperanza”: para sus hijos e hijas y para todos nuestros conciudadanos. De la esperanza que no defrauda.
  1. El fruto vendrá como en aquel amanecer del encuentro del Resucitado con sus discípulos del que nos habla el Evangelio de Juan en su último capítulo, cuando saliendo a pescar en la noche en el lago, no habiendo cogido nada, hicieron caso al Maestro que les dice “Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. Fiándose de su Señor, reconociéndolo y, sobre todo, amándolo, la pesca fue sobreabundante: la red acabó repleta de peces. El fruto vendrá, pues, si lo reconocemos y amamos como ellos: ¡como Pedro! Vendrá copiosamente si no tenemos miedo a que el Señor nos pregunte en esta encrucijada de la historia, en esta hora nueva de la Iglesia y del mundo, si le amamos “más que estos”, y a que nos pregunte tres veces; y, sobre todo, si no vacilamos en la respuesta sincera: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. No nos entristezcamos al decírselo, aun cuando oigamos las palabras misteriosas dirigidas a Pedro como dirigidas a nosotros mismos: “cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”. ¡Oigámoslas con la alegría del corazón que sabe de quién vienen: de Aquél que ha dado la vida por nosotros!
  1. El fruto vendrá indefectiblemente si nuestra Acción de Gracias y nuestra Plegaria eucarística hoy y siempre la confiamos a la guía, al cuidado, al amor maternal de la Santísima Virgen, Madre de la Iglesia, Madre nuestra, Ella que, con su Sí inicia aquella apertura del corazón del hombre y de su libertad capaz de recibir el don de la Comunión de Dios Padre, del Hijo Jesucristo su Redentor, del Espíritu Santo su Consolador y Santificador. Ella, que es “la omnipotencia suplicante”. Ella, ¡la Virgen de La Almudena! Estamos seguros que para conseguirlo contamos con la entrega y la oración silenciosa de las comunidades de vida contemplativa que han sido y son verdaderamente el amor en el corazón de la Iglesia Diocesana de Madrid (Santa Teresa del Niño Jesús).

¡Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre!

Amén.

II Jornadas Sociales Católicas por Europa. Homilía del Cardenal-Arzobispo de Madrid Administrador Apostólico

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. D. Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal-Arzobispo de Madrid

Administrador Apostólico

Catedral de La Almudena, Madrid, 21.IX.2014

(Is 55,6-9; Sal 144; Flp 1,20c-24.27ª.; Mt 20,1-16)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Al finalizar las II Jornadas Sociales Católicas Europeas nos sale del corazón dar gracias a Dios por todo los dones obtenidos en el transcurso de las casi cuatro días de reflexión y de debate, de oración y de amistad, sencilla y hondamente compartida. Jornadas vividas de verdad en la Comunión de la Iglesia, expresada de forma insuperable en la celebración diaria de la Eucaristía. Hoy la celebramos en esta Santa Iglesia Catedral de Ntra. Sra. de La Almudena, Iglesia madre de la Archidiócesis de Madrid, como el momento culminante de unos días inolvidables en los que la sabiduría y la ciencia, generosa y lúcidamente ofrecidas por hermanos nuestros, se han verificado y enriquecido con los testimonios de vida y los frutos de las vivencias pastorales y apostólicas de otros.  Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid
en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Plaza de la Almudena, 22.VI.2014; 19’00 horas
(Dt 8,2-3. 14b-16ª; Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20;  1ªCor 10, 16-17; Juan 6,51-58)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. La celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo nos trae cada año a la memoria  -a nuestra memoria personal de creyentes y bautizados y a la memoria viva de toda la comunidad eclesial-  el Misterio de la presencia real de Jesucristo:  de su Santísimo Cuerpo y de su Santísima Sangre  en y bajo las especies eucarísticas. “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que compartimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?” (1 Cor 10,16). En el contexto de la admonición a los fieles de Corinto para que huyesen de la idolatría, confesaba así San Pablo con toda nitidez la fe de la Iglesia primitiva en el Misterio de la presencia eucarística de su Señor. Fe que ha ido enriqueciéndose e iluminándose desde los orígenes, a lo largo de los siglos,  hasta hoy mismo.  La meditación de la Palabra de Dios, guiada por el Magisterio de la Iglesia y profundizada interiormente a través de la exquisita experiencia eucarística de los Santos alentó e impulsó espiritualmente ese proceso. La Santa madrileña, Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, canonizada hace ochenta años, víctima en  Valencia de su caridad para con los enfermos de cólera,  es una de las testigos más egregias de esa historia espiritual de amor a Jesucristo Sacramentado que culmina en la época moderna de la Iglesia: ¡en nuestro tiempo! Por cierto muy significativamente. “No deseo nada –decía en sus escritos– ni me siento apegada más que a Jesús Sacramentado. Pensar que el Señor se quedó con nosotros me infunde un deseo de no apartarme de Él en la vida, si se pudiera, y que todos le viesen y le amen. Seamos locos de amor divino, y no hay que temer”Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de SAN ISIDRO LABRADOR Patrono de la Archidiócesis de Madrid 2014

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid

en la Solemnidad de SAN ISIDRO LABRADOR

Patrono de la Archidiócesis de Madrid

Colegiata de San Isidro; 15.V.2014; 11’00 horas

(Hch 4,32-35; Sal 1,1-2.3.4 y 6; San 5,7-8.11.16-17; Jn 15,1-7)

 

 Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

I. La solemnidad de San Isidro Labrador Patrono de Madrid nos reúne de nuevo para festejar su memoria en el día de su fiesta de este año 2014 con la celebración de la Eucaristía: el memorial de la Pasión y Resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre.

 En su actualidad o, dicho con otras palabras, en su constante actualización en el Sacramento de la Eucaristía se entiende la vida de los santos; mejor aún, la figura de aquella persona a quien llamamos santo y que la Iglesia ha reconocido y reconoce como tal, como es el caso de San Isidro Labrador. A la luz de la memoria actualizada y viva sacramentalmente del Misterio Pascual del Señor, de su Cruz y de su Resurrección de entre los muertos, y como su fruto más precioso y valioso para el hombre y su destino y, más concretamente, para Madrid y los madrileños, es como queremos contemplar y venerar hoy al Santo Patrono de Madrid. Sigue leyendo

HOMILIA en la Misa de Exequias por el Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid

Misa de Exequias por el Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez

Catedral de La Almudena, 31.III.2014, 19’00 horas

(2 Cor 5,14-20; Jn 12,23-26)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Los restos mortales de nuestro hermano Adolfo (q.e.g.e.) descansan ya en el Claustro de la Catedral de Ávila, la ciudad de Teresa de Jesús, aquella santa castellana que “moría porque no moría”. Morir por el verdadero amor y morir amando de verdad es señal inequívoca de la fecundidad de una vida comprendida y cumplida a la luz del Misterio de Aquél que “murió por todos para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos” (2 Cor 5,15). El Misterio de Cristo, Hijo del hombre e Hijo de Dios, es el Misterio del Amor de Dios al hombre, el Misterio del amor más grande, del que hacemos memoria en esta celebración eucarística por nuestro querido hermano Adolfo, cuya vida al servicio de España nos resulta inexplicable sin la fuerza inspiradora y motivadora del amor cristiano. Al avivar los recuerdos de su larga, limpia y generosa trayectoria en esta hora de la prueba decisiva, que es la muerte, y al hacerlos presentes en la memoria eucarística, ¿no se nos impone el convencimiento de que a él también le apremiaba el amor de Cristo, del que hablaba San Pablo a los fieles de Corinto? Su familia, sus queridos hijos y nietos, dirán sin vacilar: ¡que sí!  Sigue leyendo

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid Funeral por las víctimas en el X Aniversario del atentado de Atocha

Catedral de La Almudena, 11.III.2014, 10’00 horas
(2º Cor 4,14-5,1; Mc 15,33-39)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

I.      Diez años después de aquel amanecer madrileño sumido en el horror y el dolor por los efectos devastadores –casi doscientos muertos, más de mil heridos, daños materiales cuantiosos…– de un atentado terrorista sin precedentes en la historia de la capital de España, la Catedral de Nuestra Señora de La Almudena vuelve a acoger a los familiares de las víctimas, a los representantes y miembros de sus Asociaciones y a muchos madrileños, que los estiman, aprecian y quieren, para la oración y la celebración de la Eucaristía. Nos acompañan Sus Majestades, los Reyes de España, Sus Altezas, la Princesa de Asturias y la Infanta Dña. Elena, el Sr. Presidente del Gobierno y el Sr. Presidente de las Cortes, el Sr. Presidente de la Comunidad de Madrid y Sres. Ministros del Gobierno de la nación, la Sra. Alcaldesa de Madrid y numerosos representantes de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado y de la Asamblea de Madrid, junto a otras numerosas autoridades civiles y militares. Se lo agradecemos de corazón. Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Fiesta de las Familias Domingo de la Sagrada Familia

Plaza de Colón, 29.XII.2013; 12’00 horas

(Eclo 3,2-6.12-14; Sal 83, 2-3. 5-6. 9-10; 1º Jn 3,1-2. 21-24; Lc 2,41-52)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor, queridas Familias:

1. Hoy, Fiesta de la Sagrada Familia, es día para anunciar de nuevo al mundo el Evangelio de la alegría: ¡la alegría del Evangelio de la Familia! La alegría del amor que ha madurado en la fidelidad del esposo a la esposa y de la esposa al esposo veinticinco, cincuenta y más años. La alegría del primer amor que surge en los corazones jóvenes como una primera llama que se enciende interiormente a través de la mirada y del conocimiento mutuo, que traen su causa de un amor más grande de Alguien que trasciende al novio y a la novia: ¡como una vocación que viene de Dios! La alegría del amor matrimonial entre el esposo y la esposa llega a su máxima expresión cuando fructifica en el esplendor de los hijos, si ninguna causa inculpable lo imposibilita. ¡Qué bien y que hermosamente canta el Salmista ese amor fecundo de los esposos que se aman generosamente!: “Tu mujer como parra fecunda en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa” (Sal 127, 3). ¡Sí, hoy es el día para proclamar y testimoniar con gozo la alegría de la Familia como lugar privilegiado para el anuncio del Evangelio a todas las naciones! Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, nos ha invitado a emprender la nueva etapa evangelizadora de la Iglesia marcándola con el sello de la alegría que brota de las entrañas mismas del Evangelio, porque “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG, 1) −nos dice−. Y no cabe ninguna duda: a ese Evangelio de la alegría, que es Jesucristo, pertenece como nota esencial la Buena Noticia de la Familia: ¡de la familia cristiana! Aquí, en la madrileña Plaza de Colón, os encontráis hoy, de nuevo un año más, numerosas familias venidas de Madrid, de toda España y de distintos puntos de Europa, fieles, valientes e incansables. Habéis venido unidas. Un

Homilía en la Solemnidad de Ntra. Sra. de La Almudena

HOMILIA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de Ntra. Sra. de La Almudena

Plaza Mayor, 9 de noviembre de 2013; 11,00h.

(Za 2,14-17; Sal Jdt 13,18bcde. 19; Ap 21,3-5a; Jn 19,25-27)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1. Celebramos hoy de nuevo, solemnemente, en la Plaza Mayor de Madrid la Fiesta de Nuestra Señora de La Almudena, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Archidiócesis. El 1 de junio de 1977 el Papa Pablo VI extendía el Patronazgo de la Ciudad a toda la Archidiócesis: “Con nuestra potestad apostólica y en virtud de estas letras, establecemos, sancionamos y declaramos a perpetuidad a la Bienaventurada Virgen María Inmaculada bajo el título de “La Almudena” principal patrona ante Dios, de la Archidiócesis de Madrid-Alcalá”. Ese Patronazgo sigue vivo y así lo sienten los fieles de toda la Archidiócesis madrileña −dividida en tres Diócesis desde el año 1991− y la inmensa mayoría de los madrileños. Celebrar su Fiesta equivale a hacer memoria agradecida y festiva de su protección maternal sobre los vecinos y habitantes de la ciudad y de la región de Madrid a lo largo de más de un Milenio. Hoy somos muchos habitantes de este entrañable y viejo Madrid los que la queremos y veneramos como Madre: ¡Madre única por ser Madre de Dios y Madre de los hombres! Recordar sus favores, a la vez divinos y humanos, acogerlos y compartirlos en el presente e implorárselos para la configuración cristiana de nuestro futuro y el de nuestros hijos es lo que caracteriza nuestra gozosa y piadosa celebración del Sacramento de la Acción de Gracias a Dios por excelencia, la Eucaristía, en esta mañana del día de su Fiesta del nueve de noviembre del año 2013. Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Plaza de la Almudena, 2.VI.2013; 19’00 horas

(Gén 14, 18-20; Sal 109, 1. 2. 3. 4; 1º Cor 11, 23-26; Lc 9, 11b-17)

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1.      La celebración de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo ha servido a la Iglesia desde hace muchos siglos −el Papa Urbano IV instituyó la Fiesta litúrgica en 1264− para proclamar la fe en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, Sacramento del Altar y del Banquete eucarístico; para venerarlo, adorarlo solemnemente y aclamarlo como “culmen y fuente” de toda la vida cristiana, en expresión del Concilio Vaticano II. ¡Cristo está realmente aquí! ¡Dios está aquí en las especies eucarísticas consagradas por el sacerdote! En aquellos años muy lejanos de la institución litúrgica de la Fiesta estaba en juego el reconocimiento de la verdad plena de la Eucaristía. Verdad que ya había resultado escandalosa para los primeros oyentes de Jesús. “Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»” (Jn 6,52). Aceptar la verdad de las palabras del Señor −“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” y “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él” (Jn 6, 55-56)− costaba a los contemporáneos del Maestro y les costaría, luego, en todas las épocas de la historia cristiana, a los realistas escépticos, los racionalistas puros y orgullosos y a los soberbios de corazón. Les costaba especialmente a los que desde los tiempos de la Ilustración miraban a la Iglesia desde las afueras de la fe y desde la prepotencia moderna de la razón científica que se consideraba poco menos que infalible. En no pocos casos, desde entonces, la duda haría presa también en hijos e hijas suyas, tentados y fascinados por la argumentación racionalista, sin que cayesen en la cuenta de que la pérdida o el cuestionamiento de la fe eucarística en la hondura de su significado salvífico comportaba la pérdida de la fe en la Iglesia misma “como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Lo que resultaba tanto más llamativo cuanto más se podía comprobar que al decaer la fe en la verdad de la presencia y actualidad eucarísticas de la persona de Jesucristo y de su acción salvífica, se tambaleaba inevitablemente la fe en Dios Creador cercano y providente: en el Dios que sale al encuentro del hombre en la Encarnación y en la Pascua de su Hijo Unigénito, Nuestro Señor Jesucristo, y que le acompaña en el camino de su existencia terrena hacia la meta gloriosa de la eternidad. Sigue leyendo

HOMILÍA del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Madrid en la Solemnidad de SAN ISIDRO LABRADOR Patrono de la Archidiócesis de Madrid

Colegiata de San Isidro; 15.V.2013; 11’00 horas

(Hch 4,32-35; Sal 1,1-2.3.4 y 6; San 5,7-8.11.16-17; Jn 15,1-7)

 

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

1.Celebramos de nuevo en este año 2013 la Solemnidad de San Isidro Labrador Patrono de Madrid festivamente. En la vida cristiana, en sus fuentes espirituales de inspiración, en su forma de realizarla en el presente y de proyectarla hacia el futuro siempre está presente indestructiblemente la esperanza. Las dificultades que pueden presentarse en el camino de la existencia para un cristiano e incluso para la comunidad de los que conciben y conducen su vida en este mundo a la luz de la fe, es decir, para la Iglesia, pueden ser muchas y formidables; nunca, sin embargo, serán capaces de arruinar la esperanza. Su fundamento es inamovible: la certeza de que Jesucristo ha resucitado y ha ascendido al Cielo no para abandonar la tierra sino para llenarla con una nueva presencia suya, visible sacramentalmente y actuante por el don de su Espíritu −el Espíritu Santo− en el interior de cada persona y, análogamente, en el corazón de la humanidad. El tiempo litúrgico de la Pascua, que estamos a punto de concluir el próximo Domingo de Pentecostés, nos confirma definitivamente la verdad de la esperanza cristiana; y la Solemnidad de nuestro Santo Patrono San Isidro nos enseña cómo puede y debe ser vivida en el día a día de nuestra vida sin que nada ni nadie pueda interponerse en el camino del bien y de la felicidad que nos vienen de Jesucristo resucitado y ascendido al Cielo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, “Nuestro Hermano, Nuestro Señor”; ni siquiera en una situación como la actual de una crisis tan dura y sumamente dolorosa para tantas familias y ciudadanos madrileños. Una esperanza que los cristianos podemos y debemos comunicar creíblemente y compartir con todos. La figura del Patrono de Madrid ilumina nítidamente la forma con la que se puede mantener viva y, en su caso, recuperar la esperanza. Lo ha hecho siempre a lo largo y a lo ancho de la historia milenaria de la devoción de los madrileños a San Isidro, sobre todo en sus más difíciles y cruciales momentos, y lo continúa haciendo hoy. ¿Cómo no vamos a celebrar la Fiesta del día de su “Memoria” anual? ¿Cómo no vamos a celebrarla festiva y gozosamente? Sigue leyendo