Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Como en años anteriores nos disponemos a celebrar en nuestra Archidiócesis de Madrid la Jornada de Enseñanza, que se desarrollará durante el sábado 16 de febrero, clausurándose en esta ocasión con una conferencia el lunes siguiente, día 18. Se nos brinda una nueva oportunidad para tomar conciencia de nuestra responsabilidad y compromiso cristiano en los ámbitos de la escuela y la cultura
El Concilio Vaticano II nos recordó que el derecho a educar es un derecho que incumbe primaria y preferentemente a los padres, por lo que a ellos corresponde elegir el tipo de educación para sus hijos que mejor se acomode con sus convicciones morales y religiosas (cf. Gravissimum educationis, 3). De ahí la necesidad de explicitación de los objetivos del proyecto educativo que debe ofrecer todo centro, con el fin de que los padres puedan ejercer de forma responsable su libertad de elección educativa.
El lema de la Jornada escogido para este año -«CALIDAD EDUCATIVA: APUESTA DE FUTURO»- guarda relación con la calidad que debe acompañar a la tarea educativa. Hay que resaltar que la educación se presenta como una de la apuestas más prometedoras que tiene una sociedad para encarar su futuro. Sí durante los últimos años, desde las distintas administraciones educativas, se ha logrado la escolarización total y gratuita de la etapa obligatoria y prácticamente plena en los niveles no obligatorios, parece urgente, una vez conseguido este objetivo, que los esfuerzos se orienten hacia la consolidación de la calidad en la acción educativa. Lo reclama, por otro lado, el momento tan problemático por el que atraviesa la escuela en su configuración y funcionamiento pedagógico.
La educación de calidad no puede desentenderse de los objetivos propios de un proyecto educativo que, no lo olvidemos, hace siempre referencia a fines y valores últimos, pues toda educación se orienta por una determinada visión de la persona humana. La Iglesia reconoce que, 1a escuela es un medio privilegiado para la formación integral del hombre en cuanto que ella es un centro donde se elabora y se transmite una concepción específica del mundo, del hombre y de la historia» (La escuela católica, 8). De ahí la importancia que cobra la tarea de todo educador cristiano como testigo de una visión del hombre que, teniendo como referencia y meta a Cristo, trata de comunicarla a sus alumnos. Lo que da la medida plena de una lograda calidad educativa no es sólo ni primeramente el criterio de la perfección instrumental, técnica, sino el de la formación íntegra de la persona, contemplada y valorada en toda la dignidad que le es propia por su condición transcendente.
La calidad educativa, vista desde una clara identidad católica, habrá de dejarse guiar por un modelo teórico y práctico que no olvida los múltiples rostros de la pobreza que padecen tantos alumnos (fracaso escolar, desestructuración familiar, falta de valores, ignorancia religiosa, etc.), tratando de incorporarlos a los caminos formativos de los mejor dotados. En la persona de los pobres, dice Juan Pablo II, hay una presencia especial de Cristo, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos (cf Novo Millennio Ineunte, 49).
Desde una comprensión de la educación como la consecución del pleno desarrollo de la personalidad humana es de resaltar la importancia que cobra la formación religiosa en la escuela para tratar de responder a las preguntas radícales que acompañan al alumno, al tiempo que le ofrece un conjunto de verdaderos valores que se traducen en formas concretas de existencia, convivencia y opciones de vida. La renuncia a la enseñanza religiosa, o su postergación académica, equivale a olvidar uno de los aspectos más fundamentales de la misión de la escuela. La enseñanza de la religión descubre y pone de relieve, a la luz del Evangelio, con rigor teológico y en toda su verdad, el valor de la persona, objeto del amor de Dios, con una misión en la historia y un destino inmortal.
Desde la Delegación diocesana de Pastoral Educativa se distribuirán, como en años anteriores, algunos materiales para profundizar en el tema de la Jornada, así como la información detallada de la celebración de la misma. Con ellos deseo que os llegue también mi invitación a todos los que estáis implicados en el mundo de la escuela (alumnos, padres de familia, educadores cristianos, profesores de Religión, escuela católica, sacerdotes…) para que viváis ese día como una oportunidad de promover la colaboración y la vida comunitaria escolar a partir de la peculiar responsabilidad de cada uno de vosotros.
Quiera Dios que esta nueva Jornada de sensibilización pastoral nos ayude a todos los que estamos implicados en tareas educativas a dar razones de nuestra esperanza ante los múltiples retos que nos esperan muy pronto en el campo de la educación. Que la compañía de Santa María de la Almudena nos ayude a abrimos con confianza e ilusión apostólica al futuro
Con mi cordial afecto y bendición,