Mis queridos hermanos y hermanas:
El próximo día 6 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, en las diócesis de la Iglesia en España celebramos la Jornada “Pro orantibus 2004”, es decir, el día de la vida consagrada contemplativa.
Nuestra Iglesia diocesana de Madrid estima y agradece siempre -pero de modo especial en este día- la vocación a la vida contemplativa. Los monjes y monjas, que en los tres monasterios masculinos y los treinta y cinco femeninos de la archidiócesis elevan su oración por toda la Iglesia y por toda la humanidad, también de modo singular por nosotros en la alabanza de gloria a la Santísima Trinidad, a su vez necesitan nuestra oración.
Esta Jornada tiene como finalidad, ya desde el principio, agradecer con nuestra oración a Dios la entrega eclesial de monjes y monjas que siempre oran e interceden por nosotros. También dar a conocer la vocación a la vida consagrada y contemplativa en la Iglesia, puesto que no siempre se comprende bien el valor de la oración, en la comunión de los santos, para la santificación de todo el pueblo cristiano y para que Jesucristo llegue a ser conocido, amado y seguido en todas partes.
En nuestra Archidiócesis, muchos fieles acuden con frecuencia a algunos Monasterios para participar de su liturgia, tanto en la Eucaristía como en la Liturgia de las Horas, pues los Monasterios en la Iglesia han sido siempre escuela de espiritualidad y lugares para el aprendizaje de la oración, tanto personal como comunitaria, litúrgica o fuera también de las celebraciones litúrgicas. Con su vida, las monjas y los monjes nos están haciendo mucho bien a todos, incluso a quienes no se acercan a los Monasterios, puesto que en el corazón universal de cada Monasterio nadie queda excluido, y los contemplativos rezan tanto más a Dios nuestro Señor cuanto más lo necesitan nuestros hermanos y lo necesitamos nosotros mismos.
“Edificad sobre roca, La Vida monástica en la nueva Europa” es el lema elegido para este año por la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, y responde a la preocupación del Papa Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica postsinodal “Ecclesia in Europa” cuando pone de relieve que la “casa común europea” ha de asentarse sobre valores firmes. De ese modo nació la conciencia de nuestro continente, sobre el valor firme de la vida monástica, que sostenía la espiritualidad, la cultura y las relaciones de los ciudadanos y las naciones.
Pedimos, pues, al Señor en esta ocasión para que también la vida monástica en España y en Europa, en la Iglesia universal y en todo el mundo, continúe sosteniendo el ansia de Dios y la fraternidad y la paz tan necesaria en tantos pueblos y naciones.
Con mi afecto y bendición,