Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Manos Unidas es una asociación de fieles de la Iglesia en España para la ayuda del tercer mundo. La tradicional campaña contra el hambre se ha ampliado a muchas situaciones injustas que sufren nuestros hermanos que viven en el cono sur. Son situaciones que contradicen la dignidad del ser humano: hambre, incultura, subdesarrollo, pobreza, falta de higiene, etc. Situaciones que impiden a quienes las padecen vivir con esperanza, ánimo y deseos de crecimiento y de superación de tan dramáticos problemas. Manos Unidas apoya y financia proyectos de América, África, Asia y Oceanía buscando el desarrollo de los pueblos del Sur, para que todos los hombres puedan vivir según su dignidad, aquella que reciben por el hecho de ser hijos de Dios, seres humanos creados por el beneplácito divino.
Esta dignidad no es concedida por los países o estados del norte, que viven en condiciones económicas muy superiores. Esa dignidad no es una concesión generosa que otorgan los que poseen los recursos económicos. Es una dignidad con la que nace todo hombre, tenga la condición social que tenga, viva donde viva, participe o no en las grandes decisiones de la humanidad. No importa la nacionalidad, la raza, la religión, la cultura. Todo hombre participa de la misma dignidad, y todos, también los países con mayor poder económico y social, deben reconocerla. No es un derecho que otorgan, sino un don que debe ser reconocido en cada hombre.
Con el lema elegido para este año, Norte-Sur, un futuro común, Manos Unidas quiere recordar esta importante verdad. El futuro no lo es para unos pocos, los afortunados. Ese futuro, de cuyo bienestar todos queremos disfrutar, debe ser una empresa común en la que todos participen. Los pueblos del sur no pueden ser meros receptores de un futuro que se les da. Ellos han de ser responsables también de su futuro. La globalización que se nos propone desde las instancias políticas y económicas no puede realizarse a costa de ignorar los derechos de quienes tienen menos, sino justamente todo lo contrario: los que tienen el poder han de mirar a los pueblos más necesitados para descubrir en ellos la riqueza que guardan y ayudarles en su desarrollo garantizando los derechos de crecimiento económico de todos. Entendida desde el bien común, la globalización puede ser un instrumento importante a la hora de construir un mundo más justo, más digno para todos, de forma que la división entre el norte y el sur vaya menguando paulatinamente, y se derriben los muros del egoísmo, de la soberbia y de la autosuficiencia.
Poner en común los recursos económicos que sólo unos pocos disfrutan hará que valores como la solidaridad, la cooperación, el intercambio, la responsabilidad común sean valorados y vividos por todos. Ésta sería una expresión concreta y significativa de la petición de Juan Pablo II en la Exhortación Apostólica Ecclesia in Europa: “Se pide a toda la Iglesia que dé nueva esperanza a los pobres. Para ella, acogerlos y servirlos significa acoger y servir a Cristo (cfr. Mt 25,40). El amor preferencial a los pobres es una dimensión necesaria del ser cristiano y del servicio al Evangelio. Amarlos y mostrarles que son los predilectos de Dios, significa reconocer que las personas valen por sí mismas, cualesquiera que sean sus condiciones económicas, culturales o sociales en que se encuentren, ayudándolas a valorar sus propias capacidades” (nº 86).
Es justo que la sociedad española aprecie la labor que Manos Unidas realiza en el tercer mundo. Desde 1960 se han llevado a cabo muchos proyectos de desarrollo en donde la vida del hombre y de las comunidades eran más difíciles, por la escasez de medios, de preparación, de libertad. Manos Unidas realiza una labor importante dentro de nuestras fronteras. Manos Unidas ejerce la hermosa misión de concienciar a la sociedad hedonista y autosuficiente que la verdad sobre el hombre sólo se descubre cuando uno es capaz de salir de sí mismo, y darse a los demás tal como nos enseña el Evangelio. Día tras día, campaña tras campaña, esta asociación católica de voluntarios sensibilizan a la población española para que conozca y sea consciente de la realidad de los países en vías de desarrollo.
Sin duda alguna el planteamiento que se hace cada mes de febrero, aun cuando se prolonga a lo largo de todo el año, nos hace presente una realidad dura y difícil, que no se puede ni debe esconder. Cuando el hombre se olvida de quienes menos tienen, se hace más egoísta y, por ello, menos humano, menos capaz de desarrollar todos los talentos que Dios le ha dado. Este segundo objetivo de concienciación es especialmente importante en el momento en el que nos encontramos. La globalización, tan traída y llevada en nuestro primer mundo, debe tener como primerísima consecuencia caer en la cuenta de la situación terrible, a la que no es ajena la injusticia, de quienes viven en países del tercer mundo. Sin ese conocimiento podemos construir un mundo “fantástico” que nada tiene que ver con la realidad. Ser conscientes del drama del tercer mundo significa, además, no hacer las cosas sin contar con ellos, y aún menos, en contra de ellos. El Reino de Cristo sólo se abre paso cuando los pobres ocupan el lugar preferencial que les debemos los que vivimos en países ricos.
No podemos olvidar en estos momentos las dificultades graves por las que pasan diversos países de Asia tras el terremoto del pasado diciembre. A todos nos han impresionado las imágenes de pueblos y ciudades hundidas por las olas, con cientos y miles de hombres y mujeres en lucha por la vida. Terrible es la situación en la que han quedado los que han sobrevivido. El hambre, las enfermedades, la indigencia constituyen ya la fotografía habitual de esos pueblos. Todos hemos quedado consternados. A la compasión debe seguir la solidaridad. En muchas de nuestras parroquias se han hecho ya colectas para enviar ayuda económica a estos países tan castigados. Nuestra oración junto a esta colecta de Manos Unidas es una nueva oportunidad de expresar la comunión para con los más desfavorecidos.
Esta carta, con motivo de la campaña contra el hambre, pretende dar ánimo a quienes han aceptado el reto de llamar a las puertas de los madrileños para hacerles partícipes de la realidad de los pueblos más desfavorecidos. Como Pastor de la Diócesis de Madrid no puedo dejar de alegrarme por el trabajo que se realiza en nuestra Iglesia Particular, consciente de que “en esta perspectiva es menester revalorizar el sentido auténtico del voluntariado cristiano. Naciendo de la fe y siendo alimentado continuamente por ella, debe saber conjugar capacidad profesional y amor auténtico, impulsando a quienes lo practican a elevar los sentimientos de simple filantropía a la altura de la caridad de Cristo; a reconquistar cada día, entre fatigas y cansancios, la conciencia de la dignidad de cada hombre; a salir al encuentro de las necesidades de las personas iniciando -si es preciso- nuevos caminos allí donde más urgentes son las necesidades y más escasas las atenciones y el apoyo” (Ecclesia in Europa, 85).
Norte-Sur, un futuro mejor. Ese es nuestro deseo para este día de Manos Unidas. Así se lo presentamos a la Virgen, Nuestra Señora de La Almudena, para que lo haga realidad. Que todos los cristianos nos unamos en la petición al Padre por este futuro mejor para todos, y que con la gracia del Señor seamos capaces de construirlo orientado hacia su consumación en el Reino de los cielos.
Con todo afecto y mi bendición,