Mis queridos padres y familiares de los misioneros y misioneras madrileños:
Os escribo estas líneas, como en años anteriores ante la celebración de la Jornada que para nosotros siempre será “Madrid con sus misioneros”, después de hacerlo con ellos, en un mismo espíritu de comunión, sabiéndonos miembros de la misma familia diocesana, para, junto con vosotros, darle gracias al Señor por el don precioso de la vocación misionera de vuestros hijos, hermanos y familiares, y expresarles a ellos nuestro cariño y cercanía, al mismo tiempo que nuestra gratitud y nuestro aliento.
Al dirigirme a vosotros, quiero también manifestaros mi especial cercanía y afecto, y mi profunda gratitud por la entrega que habéis hecho al Señor de vuestros hijos, hermanos y familiares, que son, de algún modo, prolongación de vuestra vida cristiana, y de la vida de toda nuestra diócesis de Madrid, hasta los confines de la tierra. No cabe duda de que esta entrega lleva consigo renuncias y sacrificios, pero no olvidéis, como nos asegura el Señor, que “no quedará sin recompensa”, y según sus mismas palabras ésta es “¡el ciento por uno!”
Deseo asimismo invitaros a fijar la atención en el hondo significado del lema que preside nuestra Jornada: “Tu diócesis nació de un anuncio misionero”, que adquiere especial fuerza en este “Año de la Eucaristía” convocado por nuestro querido Papa Juan Pablo II, de feliz memoria. Como les digo también a nuestros misioneros, el anuncio que ha hecho nacer nuestra Iglesia diocesana, como cada una de las Iglesias particulares, a lo largo de los siglos, en todo el mundo, es la Buena Noticia de Cristo resucitado, vivo, presente en el Santísimo Sacramento, justamente –en palabras de Juan Pablo II en su encíclica “Ecclesia de Eucharistia”– “fuente a la vez y cumbre de toda la evangelización”. Y fuente a la vez y cumbre de la vida de todos vosotros, de todos los que formamos el único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Vivid con gozo el Don de los dones que es Cristo Eucaristía, y de este modo, no sólo se llena nuestra vida de plenitud, sino que permanecemos unidos con nuestros misioneros, en la Comunión del mismo Cuerpo y la misma Sangre de Cristo, siendo con ellos también, desde nuestra vida cotidiana aquí en Madrid, verdaderos evangelizadores.
La celebración del III Sínodo diocesano de Madrid, recién clausurado, nos une también, de modo muy especial, con nuestros misioneros. La conversión que a todos nos pide el Señor en este tiempo de Gracia, ciertamente, debe acrecentar en toda nuestra Iglesia diocesana el espíritu misionero, y alentar nuestra oración por todos nuestros diocesanos que viven la Misión a lo largo y ancho del mundo, y para que el Señor de la mies nos siga concediendo nuevas y abundantes vocaciones misioneras. Si han surgido en el seno de vuestras familias, el Señor sin duda las seguirá haciendo surgir en vuestros jóvenes y en vuestros niños. ¡Cooperad gozosos con el Señor!
En este año en el que celebramos también el gozo del 150 aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen, a la vez que encomiendo de un modo muy especial a su intercesión maternal a vuestros hijos, hermanos y familiares misioneros, os encomiendo igualmente a todos vosotros. Que Ella, Nuestra Señora de la Almudena, sea en todo momento vuestra guía, que os llevará siempre a una unión cada vez más estrecha con su Hijo Jesucristo, Vida y Salvación nuestra.
Con todo afecto y mi bendición,