“Otro mundo es posible, depende de ti”
Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Un año más Manos Unidas se propone celebrar su Jornada el segundo domingo de febrero. Un año más esta asociación pública y católica de fieles se propone llamar a la puerta de nuestra conciencia para que nos abramos a las necesidades del Tercer Mundo. ¡Qué importante es mantener vivo en nuestro ambiente la solidaridad con los más necesitados!
Manos Unidas tiene una doble misión. Por un lado, pretende colaborar en el desarrollo de los pueblos mediante la financiación de proyectos en África, América, Asia y Oceanía. Gracias a Dios, esta finalidad tiene una respuesta generosa en todos nosotros, los que vivimos en el llamado Primer Mundo. Por otro lado, Manos Unidas busca sensibilizar a la sociedad para que sea consciente de la realidad de la pobreza en el mundo. Quizás esté fin es más complicado de evaluar, y también de realizar, porque no es tarea fácil.
El Tercer Sínodo Diocesano, celebrado el pasado curso, tuvo presente esta grave necesidad que ha quedado recogida así en una de las Constituciones Sinodales recientemente aprobadas: “Sensibilizar a los cristianos ante las situaciones de los pueblos pobres y deprimidos que llaman a la puerta de nuestra sociedad del bienestar, desvelado el pecado presente en los factores políticos, económicos y culturales que originan y mantienen esas situaciones. Evitar que una falsa concepción del progreso agrande la distancia con los pueblos desfavorecidos y ser conscientes de que nuestro despilfarro y pecados de omisión son fuente de penuria y sufrimiento para los demás. Es necesario formar la conciencia moral de las personas y de la sociedad para el justo uso de los bienes de la tierra y del dinero, de acuerdo con la solidaridad y austeridad exigidas por el amor fraterno” (constitución 214).
Es misión del Obispo animar a sus diocesanos a crecer en esta conciencia y preocupación por el hermano que vive en situaciones de verdadera precariedad y miseria humana. Y en la Iglesia en España cumplimos esta animación también a través de Manos Unidas, a cuyos voluntarios y trabajadores aliento a continuar con la hermosa empresa que han comenzado, fiándose de Dios que no abandona nunca a quienes con amor atienden a sus hijos más necesitados.
Este año es el tercero y último que la campaña anual se ha dedicado a comprender los desafíos de la globalización. En concreto este año se pretende contestar a la pregunta ¿para qué la globalización? La única respuesta posible para un cristiano es la de cambiar nuestro mundo con la ayuda de Dios. Por eso el lema elegido es: “Otro mundo es posible, depende de ti”. Sí, con el trabajo de todos es posible un mundo mejor, abierto a las necesidades de los países del tercer mundo de modo que alcancen las condiciones de vida realmente humanas. Y si esto es verdad para cualquier hombre, lo es de un modo particular para los bautizados, a los que el Evangelio nos invita a hacernos cargo unos de otros, como personas confiadas por Dios a nuestra responsabilidad.
Una de las consecuencias más inmediatas de este trabajo es la de cuidar de la dignidad de la persona humana con todos sus derechos. El Santo Padre Juan Pablo II insistía constantemente en que construir un mundo solidario comenzaba por aceptar el Evangelio de la vida, frente a la cultura de la muerte que va poco a poco propagándose e imponiendo sus criterios. La vida humana, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, sufre actualmente muchas amenazas: contra la vida y la integridad de la persona; contra su dignidad; contra sus derechos. Todas estas situaciones provocan dolor, sufrimiento, marginación… “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gen 4, 9) preguntó Caín cuando Dios buscaba a su hermano Abel, a quien él había matado. Sí, somos el guardián de nuestros hermanos. Su pobreza no puede ser mirada con indiferencia. Existe, porque falta oportunidades reales para el desarrollo integral de la persona. Es fácil excusarse como lo hizo Caín, pero “la sangre de tu hermano –dice la Escritura– clama a mí desde la tierra” (Gen 4, 10).
La globalización no puede en absoluto contribuir a que hagamos dejación de nuestras obligaciones con los que sufren con más dolor la injusticia. Se debe defender la vida con todas las fuerzas de que seamos capaces. La vida es un don de Dios que hemos recibido. De nuevo las Constituciones Sinodales recogen esta urgencia: “A través de la escucha de la Palabra de Dios, promover y cultivar la vocación profética del Pueblo de Dios en Madrid, mediante la denuncia de las estructuras injustas y de pecado que destruyen a las personas y familias; mediante la defensa de los más débiles y vulnerables; mediante la acción a favor de leyes y prácticas justas que defiendan la dignidad de los grupos humos desvalidos e indefensos” (195).
Uno de los aspectos más importantes que debemos cuidar es el de la vida y la familia. En cualquier país, también del mundo desarrollado como del que está en vías de desarrollo, la familia es la base insustituible del desarrollo armónico de la persona. Es el lugar donde la vida y la persona pueden ser acogidas y protegidas de forma adecuada contra quienes la agraden. Por ello Manos Unidas, durante este año, quiere estar especialmente sensible a las necesidades de las familias del Tercer Mundo, apoyando a sacar adelante proyectos de promoción para las familias y la cultura de la vida. También en España, su labor de defensa de la dignidad de la persona y de la familia puede ayudar a que cada vez se tome más en serio la educación en los verdaderos fundamentos de dicha dignidad que dimanan de la verdad revelada.
Otro mundo es posible, depende de ti. Ese es nuestro deseo para este día de Manos Unidas. Así se lo presentamos a la Virgen, Nuestra Señora de La Almudena, para que lo haga realidad. Que todos los cristianos de nuestra diócesis nos unamos en la petición al Padre por este mundo mejor para todos, y que con la gracia del Señor seamos capaces de construirlo entre todos, siendo cada uno de nosotros responsables de la suerte de nuestros hermanos más necesitados, de los lejanos y de los que viven cerca de nosotros.
Con todo afecto y mi bendición,