«Somos parte de una Iglesia,
que acompaña y ayuda. Participa»
Al acercarse la Jornada de la Iglesia Diocesana, que celebraremos el próximo 15 de Noviembre, me dirijo a todos los diocesanos para invitarles a vivir un año más el gozo de pertenecer a la Iglesia. En momentos de dificultades económicas, como el que pasamos actualmente, es un motivo de alegría saber que la Iglesia acompaña y ayuda con su habitual generosidad a familias y personas para aliviarles en la superación de sus pruebas. Sería difícil hacerlo, si no contara con la ayuda de todos los cristianos, que expresan en la caridad la fe en Jesucristo y la conciencia clara de pertenecer a la Iglesia, que es su Cuerpo.
Este año se nos invita a participar, es decir, a tomar parte en la vida de la Iglesia a la que estamos vinculados con la gracia del bautismo. Participamos en la Iglesia cuando nos unimos para orar en común y celebrar la Eucaristía y los sacramentos de la Iglesia; también cuando nos comprometemos en los procesos de catequesis que alimenta y fortalecen nuestra fe, y cuando procuramos llevar a otros el anuncio del evangelio de la salvación. La vida de la Iglesia se proyecta además sobre la sociedad en general a través de iniciativas pastorales y misioneras que nos impulsan a acercarnos a quienes sufren o padecen necesidades espirituales y materiales.
Para responder a todas estas necesidades es preciso darnos a nosotros mismos y compartir con otros los dones que Dios nos ha regalado, empezando por nuestras cualidades personales, nuestro tiempo, y nuestros propios bienes. Sin este sentido de participación con lo mejor de nosotros mismos es imposible que la Iglesia acompañe y ayude a los hombres de nuestro tiempo. Este acompañamiento y ayuda se expresa de muchas maneras: construyendo templos nuevos para las zonas de expansión de nuestra ciudad; sosteniendo nuestros seminarios y centros de estudio donde se forman los futuros pastores del pueblo de Dios; colaborando en la creación y sostenimientos de centros educativos para las nuevas generaciones; acogiendo, en nuestras instituciones de caridad, a familias y personas que necesitan todo tipo de apoyo. Son muchos los retos que la sociedad de hoy presenta a la comunidad creyente: la emigración, la educación de la infancia y la juventud, el apoyo a la familia y los matrimonios jóvenes, etc. La respuesta a todos estos retos es imposible si cada cristiano, cada parroquia o comunidad, cada movimiento y asociación apostólica, no se toma en serio su pertenencia a la Iglesia diocesana, que, presidida por el Obispo, sucesor de los apóstoles, es, en medio del mundo, sigo eficaz de la caridad de Cristo. Os animo, pues, a todos los que formáis la diócesis de Madrid a participar en la caridad que, al difundirse, entre todos los hombres, hace presente a Cristo y a su Iglesia.
Que cada uno de los cristianos de Madrid sienta como responsabilidad propia acompañar y ayudar a los hombres, sus hermanos. Entonces agradecerá formar parte de la Iglesia, y participará en su vida con total generosidad.
Con mi afecto y bendición,