EL FUTURO ES DE LA FAMILIA CRISTIANA
Ante el Año Nuevo 2010
Mis queridos hermanos y amigos:
Hace una semana celebrábamos la Fiesta de la Sagrada Familia con una masiva celebración eucarística de las familias de Madrid, de toda España y de muchos países de Europa en la Plaza de Lima. Movidos por la firme convicción, basada en la íntima y esencial verdad del hombre, vista a la luz del Misterio de la Sagrada Familia, de que no hay futuro para la persona y para la sociedad sin la familia vivida según el plan de Dios, le dábamos gracias a El, Creador y Redentor del hombre, por el don de la familia cristiana -¡de nuestras familias!- y le pedíamos que las conservase y fortaleciese en su vocación de ser santuario de la vida y escuela imprescindible y fundamento del verdadero amor, en una palabra, de ser “comunidad íntima de vida y de amor”, como enseña el Concilio Vaticano II. Ante nuestros ojos aparecía la Sagrada Familia formada por Jesús, María y José, como el modelo necesario e incomparable de ayuda preciosa, preparada por el amor misericordioso del Padre que está en los Cielos, para que la familia cristiana pueda realizar su vocación y cumplir su misión en la Iglesia y en el mundo con la fidelidad perseverante y el gozo compartido de saberse instrumento preclaro para “la vida y la esperanza del mundo”, para que los niños y los jóvenes puedan “crecer en sabiduría y en gracia” ante Dios y ante los hombres.
Nuestra celebración fue una verdadera Fiesta, que surge del corazón de la vivencia eucarística del Misterio de Cristo y de la Iglesia y que compartían la ingente multitud de las familias cristianas presentes y los muchos que la siguieron por los medios de comunicación social. ¡Fue un elocuente y fascinante testimonio de la verdad, de la bondad y de la belleza insuperable del matrimonio y de la familia cristiana! Y no hay que olvidarlo: la familia fundada en el matrimonio cristiano no es una variante más de una multiplicidad de formas de familia intercambiables entre si y con un mismo valor ético, espiritual y humano, sino la que responde al ser del hombre, como ha sido querido y estructurado íntimamente por Dios. Pertenece a “la gramática de la creación, como diría nuestro Santo Padre, Benedicto XVI.
Hemos comenzado ya un Año Nuevo según el calendario civil. La Iglesia ha celebrado su entrada acogiéndose al amparo y protección material de la Virgen “Santa María, Madre de Dios”. Todo nuevo capítulo que queramos escribir en la historia de nuestras vidas y que el hombre pretenda escribir en la historia de la humanidad, si quiere que resulte un avance en el verdadero desarrollo integral de la persona y en la progresión hacia el bien común de toda la familia humana, necesita dejarse iluminar y guiar por esa Madre del Hijo de Dios Jesucristo, el Redentor del hombre. Ella, Inmaculada desde su concepción, Virgen en su maternidad, es la que conduce a la comprensión viva de cómo se vence al pecado, a la muerte, en una palabra ¡al mal!, abriendo el alma y el ejercicio de la libertad a la gracia del Espíritu Santo que nos viene por la acción salvífica de su Divino Hijo, que se inicia en el seno de su Familia de Nazareth. La Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, nos indica claramente el camino para un verdadero y sostenible progreso del hombre en Madrid, en España, en Europa… ¡en todo el mundo!: el camino de la familia configurada en la plenitud de su verdad: el camino de la familia cristiana.
Sin una sociedad vertebrada sobre el tejido de las familias sanas, construidas según la ley y la gracia de Dios, no son alcanzables ni los bienes de la justicia más elemental -del respeto del hombre a la vida, del derecho al trabajo y a una sustentación y educación dignas… etc-, ni los de la solidaridad fraterna en los momentos de dolor, de la enfermedad, de la soledad, del desempleo y del desamparo ante las adversidades de la vida, ni, siquiera, el bien de la paz. El Santo Padre Benedicto XVI ha querido llamar la atención del mundo en el primer día del Año, con la renovada invitación a celebrarlo como nueva Jornada Mundial de la Paz, sobre la necesidad de “proteger la creación”, si se quiere “promover la paz”. “Si quieres promover la paz, protege la creación” es su lema. El Papa enumera los factores más conocidos por la experiencia histórica de nuestro tiempo como los que más hacen peligran la paz: “las guerras, los conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los derechos humanos”; pero añade una nueva y actualísima causa de riesgos para el futuro de la paz: el descuido y el abuso de la tierra y de los bienes materiales que Dios nos ha dado. La buena relación del hombre con su entorno material, la sensibilidad y que hoy llamamos “ecológica”, para cuidar el medio ambiente y el clima, y el buen uso de las fuentes energéticas, etc., sólo se pueden conseguir, enseña el Papa, si se despierta y aviva la conciencia, primero, de que el mundo es “creación” de Dios, no fruto de casualidades y factores deterministas ciegos y de que, segundo, “la ecología”, –el buen trato de los bienes naturales de la tierra y del mundo animal– ha de integrarse en “la ecología humana” del respeto a la vida del hombre desde el momento de su concepción hasta la muerte natural y en “la solidaridad intergeneracional” que mira el bien de las generaciones futuras y que se preocupa por un futuro digno para los hijos.
En definitiva, la nueva y delicada situación histórica, por la que atraviesa el bien precioso de la paz, viene a confirmar el papel insustituible de la familia en la educación integral de la persona humana. Sólo en la familia, construida y realizada según el plan de Dios, es posible el crecimiento de los hijos en aquella sabiduría teórica y práctica que les enseña a conocer los verdaderos bienes y valores que el hombre necesita compartir para construir y alcanzar la paz y, sobre todo, para crecer y madurar en el camino de la realización trascendente de su destino, que no es otro que llegar a participar de la Gloria de Dios. El próximo día 6 de enero, “los Magos de Oriente” nos invitan a todos, especialmente a los niños, a acudir a Belén para adorar, junto con ellos, al Niño Dios recostado en las pajas de un pesebre. Invitan, sobre todo, a los jóvenes de Madrid, que se preparan con fe valiente y voluntad pronta a celebrar la JMJ 2011 con el Santo Padre en Madrid. Si le entregamos al Niño Jesús el corazón, Él nos lo llenará de la verdad y del amor plenos y nos encaminará por los senderos de una vida de entrega en el matrimonio, en el sacerdocio y en la vida consagrada al más grande servicio: el de la salvación y felicidad de todos los que queremos, ¡a la salvación del hombre! El nuevo Año Santo en Santiago de Compostela nos ofrece la oportunidad excepcional de la peregrinación al sepulcro del Apóstol, primer Evangelizador de España, como itinerario de penitencia y purificación interior para que la peregrinación con la Cruz de la JMJ 2011, llegue al fondo del alma de los jóvenes de España y los disponga para “el si” pleno de la fe en Jesucristo.
A María, la Santísima Virgen, “la de La Almudena”, Madre suya y Madre nuestra, junto con San José “su castísimo esposo”, nos encomendamos y confiamos.
¡Santo y feliz Año Nuevo para todos los madrileños!
Con mi afecto y bendición,