Madrid, 17 de julio de 2010
Madrid peregrina al Sepulcro del Apóstol Santiago,
Patrón de España
Mis queridos hermanos y amigos:
Los peregrinos madrileños que llegan a Santiago de Compostela para venerar las reliquias del Apóstol Santiago, Patrón de España, han sido siempre numerosos en los años ordinarios y sobre todo en los Años Santos. Son de hecho los más numerosos. También sucede así en el presente Año Santo del 2010. Comunidades parroquiales, Colegios, asociaciones y movimientos apostólicos, grupos juveniles y todo el espectro de fieles que conforman la comunidad diocesana de Madrid, han peregrinado y continuarán peregrinando en gran número a Santiago hasta que el día 31 de diciembre próximo se cierre solemnemente la Puerta Santa en la Catedral del Apóstol, que no se abrirá de nuevo hasta el primer día del año 2021. En la devoción mostrada por los madrileños de todos los tiempos al Apóstol Santiago, alienta una exquisita sensibilidad humana y espiritual para dos grandes valores de la existencia cristiana: el de sentir vivamente la necesidad de una actitud de permanente conversión al don de la gracia que nos ha venido por Jesucristo, nuestro Redentor y Señor, y la de la imprescindible fidelidad a los orígenes apostólicos de la Iglesia para poder acceder al encuentro salvador con Él. Orígenes apostólicos que custodian, guardan y actualizan ininterrumpidamente los Obispos, Sucesores de los Apóstoles, bajo la autoridad del Sucesor de Pedro, el Romano Pontífice, Cabeza del Colegio Episcopal.
Estamos viviendo un nuevo Año Santo Jacobeo, apenas iniciado el tercer Milenio de la Era Cristiana, en un momento histórico en que no sólo la vieja Europa, nacida de la evangelización de la cultura clásica greco-latina, sino también la bimilenaria España –a la que aún hoy es frecuente identificar culturalmente por su catolicismo– parecen haber perdido la conciencia de “esos orígenes apostólicos” de la Iglesia y de la experiencia cristiana y con ello, en gran medida, la conciencia de los propios orígenes espirituales y culturales: ¡la conciencia de los principios religiosos y morales que las han constituido interiormente como pueblos, civilizaciones y comunidades políticas con un perfil humano de extraordinario valor, capaz de influir benéficamente en el mundo como quizá no lo han logrado hacer ninguna otra de las realidad religiosas, culturales y sociopolíticas que completan el cuadro de la actual geografía humana del planeta. De esos “orígenes” fluye como de un manantial histórico siempre vivo y fresco la identidad interior de nuestros pueblos: el alma de España y de Europa.
Urge pues que la peregrinación a Santiago por los Caminos recorridos por la riada nunca agotada de nuestros antepasados, hombres de fe y de confianza en la gracia del perdón –de “la gran Perdonanza”–, permanentemente abierta desde el Sagrado Corazón de Jesús, sea vivida hoy por nosotros, los peregrinos de Madrid hijos de la Iglesia y miembros de la comunidad ciudadana madrileña, como una ocasión única para una nueva conversión a Jesucristo: a su Verdad, a su Vida, a sus Camino. Hay que reencontrar de nuevo el camino cristiano de la vida. Es el único que la conduce por el itinerario de este mundo como preparación y anticipo de la posesión de plenitud del amor y de la vida más allá de la muerte, es decir, a la plena realidad del Reino de Dios. Un camino, por tanto, seguro para ir construyendo en el día a día de la existencia personal y de la comunitaria una sociedad fraterna en la que tengan cada vez menos cabida la violencia, la eliminación de los seres humanos más inocentes desde su concepción en el vientre de su madre hasta su muerte natural, la no posibilidad y negación de ejercer el derecho de toda persona a un trabajo y a una vivienda digna, donde se protege el verdadero matrimonio y la familia y su derecho primario a la educación de los hijos, y donde se cuida amorosamente a los enfermos, se atiende debidamente a los extranjeros y a los emigrantes en sus necesidades y donde se acoge a los indigentes y a los pobres.
Nuestra peregrinación a Santiago, finalmente, hemos de emprenderla y configurarla interior y exteriormente como una vivencia fiel de la Iglesia Diocesana en comunión afectiva y efectiva con la Iglesia Universal y su Pastor, el Santo Padre Benedicto XVI. Unidos a él queremos dar ante el mundo, a lo largo del “Camino”, testimonio visible de la vigencia imperecedera del Evangelio de Jesucristo. Se trata de una obligación especialmente exigente para los peregrinos jacobeos madrileños del año 2010, puestos ante el gran reto eclesial que supone la preparación y la realización de la JMJ con el Papa, que tendrá lugar en agosto del próximo año 2011. Benedicto XVI nos propone y quiere que los jóvenes del mundo católico y los demás jóvenes que quieran participar en nuestra celebración y de nuestro gozo, vivan esos días de gracia “edificados y arraigados en Cristo, firmes en la Fe”.
Por todos ellos y para todos ellos y sobre todo por todos y para todos los peregrinos madrileños en el Camino de Santiago, invocamos la protección maternal de la Virgen María, Madre del Señor y Madre nuestra, que ayer celebraba la Iglesia bajo la advocación del Carmelo y que nosotros en Madrid veneramos siempre como la Virgen de La Almudena, nuestra Patrona.
Con todo afecto y mi bendición,