La preparación de la JMJ 2011
Mis queridos hermanos y amigos:
Al comienzo de este nuevo curso pastoral, que nos va a conducir a la J.M.J. 2011, la Iglesia nos recuerda de forma muy concreta y viva que un rasgo esencial de la existencia y de la vida cristianas es la vocación universal a la santidad. El Concilio Vaticano II enseña esta doctrina con una belleza teológica y, a la vez, con un realismo humano extraordinariamente actuales. “La Iglesia, encerrando en su propio seno a los pecadores, es la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la penitencia y la renovación”. “Para todos, pues, está claro que todos los cristianos, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor. Esta santidad favorece, también en la sociedad terrena, un estilo de vida más humano”. (LG 8 y 40).
Vocación, propia, por tanto, no sólo de los Obispos y sacerdotes, de los consagrados y consagradas, sino también de los seglares. Vocación del bautizado desde el primer momento de su incorporación a Jesucristo y a la Iglesia por la gracia sacramental del Bautismo. Vocación intrínsecamente unida, por tanto, a la gracia bautismal, llevada a su plenitud por el don del Espíritu Santo recibido en el Sacramento de la Confirmación y que reclama la respuesta del “sí” de una vida que vaya madurando constante y fielmente en el Amor de Dios: ¡en el Amor de Jesucristo y de los hermanos! La vocación del cristiano es, por ello, una vocación para el amor más grande ¡una vocación para la eternidad! Muy apta para despertar en los jóvenes el entusiasmo por ser cristianos, o lo que es lo mismo, por ser de Cristo.
El domingo y sábado pasados −ayer− la Iglesia reconocía solemnemente el carácter de “Beatos” (la Iglesia empieza llamando al “santo”, a “los santos, Beatos”, es decir “bienaventurados”), en Granada y Sevilla respectivamente a dos españoles: a Fray Leopoldo de Alpandeire, hermano lego capuchino granadino (1864-1956) y a la Madre María Isabel Salvat y Romero, conocida por su nombre de profesión religiosa, como Madre María de la Purísima, madrileña, nacida en la Calle Claudio Coello y bautizada en la Iglesia Parroquia de “La Concepción” de la Calle Goya, la séptima Superiora General de la Congregación de las Hermanas de la Cruz (1926-1998). ¡Dos extraordinarios testigos del amor de Jesucristo a los más pobres! De nuevo dos santos del siglo XX. Santos contemporáneos. En la historia de la Iglesia, la más lejana y la más cercana, el pecado ha hecho mella a veces muy gravemente en la conducta de sus hijos y de sus hijas, pero ha abundado mucho más su Sí heroico y gozoso al fiel y heroico seguimiento de Cristo: la respuesta consecuente a la vocación a la santidad. El número de los santos, que reseña la historia en todos los siglos de la peregrinación de la Iglesia por los caminos del mundo, es incontable. Y… ¿en la actualidad? ¡También son multitud! Quizá más numerosos que nunca. La historia de la Iglesia se muestra en España especialmente rica de biografías y vidas insignes de cristianos de toda edad, sexo, formación y vocación eclesiales que la Iglesia ha proclamado “santos”. Los Mártires y Santos españoles de la Edad Moderna y Contemporánea ofrecen una de las más impresionantes páginas de la historia de la santidad conocida por la Iglesia de todos los tiempos.
Ya, en la última etapa de la peregrinación de la J.M.J. 2011, y a la vista del objetivo pastoral de que todos los jóvenes −junto con la comunidad diocesana− crezcan en el conocimiento de Cristo, profundicen en la oración y en la participación en los sacramentos y estén dispuestos a testimoniar la fe con la palabra y con la acción, es bueno y urgente presentarles este itinerario espiritual como la realización de la más hermosa de las vocaciones: ¡la vocación para la santidad! En definitiva el propósito del Santo Padre para la J.M.J. 2011 no es otro que el de que los jóvenes católicos del mundo, fresca todavía por el tiempo la historia de sus vidas, se “arraiguen” y “se edifiquen en Cristo” “firmes en la fe”. Es decir, que reconozcan “su vocación”, la vocación que da sentido a su existencia en plenitud, en el tiempo y en la eternidad; en una palabra, “la vocación a la santidad”. “La elección de creer en Cristo y de seguirle no es fácil”, les recuerda el Papa en su bello Mensaje del pasado seis de agosto. “Se ve obstaculizada por nuestras infidelidades personales y por muchas voces que nos sugieren vías más fáciles”. Pero al mismo tiempo les dice: “No os desaniméis, buscad más bien apoyo de la comunidad cristiana, el apoyo de la Iglesia”. Es costumbre ya consolidada en la preparación y celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud confiarlas al patrocinio de “santos” del país que organiza “la Jornada”. Los nuestros para 2011 son bien conocidos: San Isidro y Santa María de la Cabeza; San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier; Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz; San Juan de Ávila, Santa Rosa de Lima y San Rafael Arnáiz. Pero, naturalmente, nos confiamos sobre todo, a la Reina de los Santos, la Santísima Virgen María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre nuestra: Virgen de la Almudena.
¡Que Ella, la Virgen María, acompañe nuestro camino de preparación de la J.M.J. 2011!
“Pronunciando su fiat, su sí, recibió el don de una caridad inmensa, que la impulsó a entregarse enteramente a Dios”. Con Ella, como nos lo recuerda el Santo Padre, nos será posible y más fácil “crecer en la fe y en el amor” en la próxima Jornada Mundial de la Juventud; o, lo que viene a ser lo mismo: ¡a crecer en la santidad!