Madrid, 20 de febrero de 2011
La JMJ Madrid 2011
Su preparación espiritual
Mis queridos hermanos y amigos:
Faltan escasamente seis meses −medio año− para que dé comienzo en Madrid la vigésima sexta Jornada Mundial de la Juventud convocada por el Santo Padre Benedicto XVI. Los preparativos se intensifican en todos los aspectos que comporta su celebración. Hace pocos días que se daba a conocer el programa de los actos que presidirá el Papa. Aunque a la espera de su confirmación definitiva, nos permite ya tener un conocimiento muy aproximado de lo que significa la enorme tarea pastoral que el Santo Padre asume con una generosidad y entrega personales verdaderamente admirables y que reclama también ya desde ahora mismo una respuesta agradecida y comprometida incondicionalmente por nuestra parte: por la Archidiócesis de Madrid. Toda la comunidad diocesana, con sus pastores, debe de sentirse llamada a no demorar ni un solo momento en hacer efectiva esa respuesta en todos aquellos servicios y prestaciones que conlleva una organización tan vasta y tan compleja como es la que requiere la JMJ.2011 en Madrid. El magno encuentro de los jóvenes del mundo con el Santo Padre se inicia en el atardecer del día 16 de agosto con la Eucaristía de apertura de “la Jornada” y que concluirá el Domingo día 21 con la solemnísima celebración eucarística, presidida por Benedicto XVI por la mañana en “Cuatro Vientos” y los actos de despedida por la tarde con los voluntarios y con las autoridades y representaciones de la Iglesia y del Estado. Entre esas dos fechas se encierra una densísima programación de catequesis, celebraciones litúrgicas, la fiesta del perdón, el vía crucis, el encuentro con las religiosas jóvenes, los profesores universitarios jóvenes, la Santa Misa con los seminaristas en la Catedral de La Almudena, la Vigilia de adoración eucarística en la noche del 20 al 21, que se abrirá con la visita y saludo a los jóvenes discapacitados con los que se encontrará en el Instituto San José, vecino a “Cuatro Vientos”.
El carácter apostólico y pastoral del acontecimiento es evidente. Se trata de una verdadera “misión joven” de dimensiones universales. Toda la Iglesia, guiada y presidida por el Sucesor de Pedro, su Pastor universal, Cabeza del Colegio de los Obispos y Vicario de Cristo, se abre a sus jóvenes para una vivencia excepcional de la presencia de Jesucristo, su Señor y Salvador: presencia cercana e íntima, presencia personal y compartida a la vez en la liturgia de la palabra y de los sacramentos, en la meditación y en la oración individual y comunitaria, en el testimonio de la caridad y del amor fraterno vivido limpia y gozosamente en “la Comunión de la Iglesia”. Los jóvenes se convierten de este modo en protagonistas singulares no sólo de una bellísima experiencia de un conocimiento del Señor Jesucristo, transformador de sus vidas y que les llama a una relación de honda amistad en Él en el seno de la Iglesia, sino, además, en testigos de ese gran Amor para sus jóvenes compañeros y amigos alejados de la fe o desconocedores de la misma. Sí, los jóvenes de la JMJ 2011 acudirán a Madrid como peregrinos, con sus grupos y comunidades, a la búsqueda del Señor que les sale al encuentro, pero también y simultáneamente como misioneros y apóstoles de los jóvenes del mundo y de la sociedad contemporánea.
La JMJ 2011 es pues, según se dice ahora, un gran evento social, cultural. Ciertamente. Ahora bien, y antes que nada, será un gran acontecimiento humano, eclesial y espiritual en el sentido más profundamente teológico de la expresión, un acontecimiento en cuya convocatoria, preparación y celebración actúa y actuará el Espíritu del Señor: el Espíritu Santo. Sin su inspiración y sin su impulso, sin su luz y su calor, en una palabra, sin sus gracias y sus dones, la JMJ 2011 no alcanzará la madurez interior y los frutos de conversión y de evangelización que el Papa y, con él, toda la Iglesia espera y la humanidad urgentemente necesita. Y, los frutos del Espíritu, como nos enseñan la doctrina y la experiencia espiritual de la Iglesia, se consiguen sólo “espiritualmente” con la oración y la plegaria constante y ardiente, con la oblación de la propia vida ofrecida día a día, pacientemente, en el secreto de la propia existencia en el matrimonio, en la familia y, de un modo eminente e imprescindible, en la vida de las comunidades eclesiales; en primerísimo lugar, en las comunidades de vida contemplativa. Ha llegado pues el momento −próximo ya el tiempo de Cuaresma− de que toda la Iglesia Diocesana con un solo corazón y con una sola alma pida insistentemente al Señor por los frutos de la JMJ: ¡que sea para todos los jóvenes de la Iglesia y del mundo una hora excepcional de la gracia! ¡un renovado Pentecostés! A la Virgen, la Madre del Señor, la Madre de la Iglesia, Santa María de La Almudena, dirijamos nuestra mirada y nuestra primera súplica para que nos mantenga unidos en la oración y en la actitud de generosa disponibilidad al servicio de la JMJ Madrid 2011, comprendida y realizada como un acontecimiento eminentemente espiritual de modo que nuestros jóvenes “arraigados y edificados en Cristo” se mantengan y caminen en la vida “firmes en la fe”.
Con todo afecto y mi bendición,