A TREINTA DIAS DE LA JMJ EN MADRID
Intensificar la plegaria, preparar la acogida, pedir y agradecer
la generosidad de los madrileños
Madrid, 17 de Julio de 2011
Mis queridos hermanos y amigos:
Faltan exactamente treinta días para que comience la Jornada Mundial de la Juventud con la Misa que presidirá el Arzobispo de Madrid al atardecer del próximo 16 de agosto en la Plaza de la Cibeles. Serán ya centenares de miles de jóvenes los que habrán llegado a Madrid como “una inmensa riada juvenil nacida en las fuentes de todos los países de la Tierra” (Juan Pablo II, oración ante el Apóstol Santiago, JMJ 1989). Concelebrarán con él centenares de Obispos hermanos y miles de sacerdotes que acompañan a sus jóvenes y que dos días más tarde −el 18 de agosto− recibirán con entusiasmo jubiloso a nuestro Santo Padre Benedicto XVI que presidirá la Jornada en sus días y actos centrales.
Se trata de un acontecimiento excepcional y único para la Iglesia en Madrid y en España y para la propia ciudad de Madrid y para toda la sociedad española. Un acontecimiento primordialmente de carácter religioso: los jóvenes católicos del mundo, abiertos a sus compañeros y amigos, alejados de la fe o que no la hubieran encontrado aún, y a jóvenes procedentes de otras tradiciones religiosas, se reúnen en Madrid para un encuentro con el Papa, el Pastor de la Iglesia Universal, que quiere predicarles y celebrar con ellos la verdad de la presencia de Jesucristo, Salvador del hombre, en sus vidas y en la vida del mundo. Con una finalidad primera: que enraícen a fondo sus vidas en Cristo, que la edifiquen en Él y que permanezcan firmes en la fe. Lo que sucederá en Madrid en la tercera semana del próximo agosto tiene pues que ver con los aspectos más profundos y mas decisivos de lo que es el hombre −ser para la vida y para la eternidad− y de la configuración recta y, por lo tanto, lograda de su futuro.
¿Un acontecimiento eminentemente espiritual? Ciertamente. Pero de unas implicaciones y repercusiones en todos los demás ámbitos de la existencia individual y social de la persona humana. En este momento tan extraordinariamente crítico, por el que atraviesan nuestras sociedades en la actualidad −las de los países más prósperos y las de los más pobres de la tierra−, la luz de la fe, la fuerza de la esperanza y el impulso para el amor más grande que surge desbordante del Corazón de Cristo, les equipa con los mejores y más imprescindibles resortes para entender la crisis, abordarla con éxito y superarla. La próxima Jornada Mundial de la Juventud será pues una gracia de un valor espiritual y humano incalculable para la Iglesia y para la sociedad; y, sobre todo, para sus jóvenes generaciones.
Se impone, por consiguiente, intensificar la plegaria personal y comunitaria en el mes que nos falta para su celebración. Orar en el Espíritu, dejarle espacio en el alma para que sane e inspire nuestra plegaria, es condición “sine qua non” para que el desarrollo y los frutos de la Jornada sean ricos y fecundos en testimonios de vida auténticamente cristiana y en vocaciones de especial consagración. Mañana, lunes, día 18 de julio, vuelve a Madrid la Cruz y el Icono de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Peregrinará de nuevo por el territorio de nuestra Archidiócesis de Madrid apremiándonos a concentrarnos en el espíritu de oración y de penitencia cuando estamos a punto de entrar en la densidad catequética, litúrgica, contemplativa, caritativa y festiva de los días de la Jornada Mundial. Es como una última llamada del Señor para disponernos a vivirla con el espíritu de servidores y testigos del Amor de Cristo, Redentor del hombre. La Iglesia, en la más plena expresión de su universal visibilidad, nos pide a través de la voz de su Pastor, el Sucesor de Pedro, Pastor de todos los pastores y de todos los fieles, que nos preparemos para ser en la tercera semana de agosto próximo la casa y hogar de una excepcional representación de la Iglesia Universal que se presenta en sus jóvenes al mundo para dar testimonio de la Verdad Salvadora que viene del Evangelio de Jesucristo.
Por otro lado, el encargo del Papa se viene cumpliendo con una admirable y desprendida disponibilidad por parte de nuestras comunidades parroquiales, de los institutos de vida consagrada, de las asociaciones, movimientos y realidades eclesiales. Todos ofrecen lo mejor de sí mismos para que esa “Iglesia joven”, convocada y presidida por él, se encuentre entre nosotros como si fuésemos “su familia”: ¡la familia de los hijos de Dios! “Los voluntarios” −voluntarios “jóvenes” y voluntarios “maduros”−, numerosos, sacrificados y tan generosamente entregados, no regatean su tiempo, sus posibilidades y facultades personales y profesionales, su esfuerzo. Constituyen ya una excelente y bellísima prueba y testimonio del alma cristiana de los católicos de Madrid dispuestos a acoger al Papa, a los Obispos y a los sacerdotes de toda la Iglesia con sus jóvenes en el espíritu del amor de Cristo. “Hospes sicut Christus”: ¡al huésped como a Cristo! Ese será también el lema de ese singular servicio de hospitalidad fraterna que queremos prestar de todo corazón a los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud, que pronto llegarán a Madrid.
También el pueblo de Madrid y la sociedad madrileña, siguiendo las huellas de su proverbial apertura y nobleza para con sus visitantes, bien probada en las más variadas coyunturas históricas, nos han dado ya muestras abundantes de esa actitud de ancho y gran corazón que la han caracterizado siempre. Lo han hecho las autoridades e instituciones públicas −nacionales, autonómicas y municipales− y, también, como no podía ser menos, la sociedad y el pueblo de Madrid. Desde los distritos urbanos más populares hasta los más céntricos de sus ciudades, en el trato individual y a través de las más variadas instituciones de la vida social y cultural madrileña, venimos experimentando la comprensión amable, la ayuda, apoyo y simpatía de nuestros conciudadanos. Nuestra gratitud para con todos ellos es muy grande y la queremos expresar ya desde ahora mismo, a poco más de cuatro semanas para el comienzo del gran encuentro de los jóvenes del mundo con el Papa, nuestro Santo Padre Benedicto XVI. Una especial mención nos merecen tantas personas que, en los servicios públicos y en las más variadas tareas de carácter privado y de interés social, sacrificarán sus días de vacación y el tiempo para disfrutar con su familia de un merecido descanso veraniego para hacernos posible y grata la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. La alegría y el gozo de esos inolvidables días −¡que lo serán!− para los jóvenes, para Madrid y para España, se les deberá también grandemente a ellos. ¡Se lo agradecemos con toda el alma!
Nos queda ya confiar este tramo final de la preparación de la Jornada de Madrid y su realización al cuidado de nuestra Madre María, la Madre del Señor y Madre nuestra, a quien invocamos fervientemente los católicos madrileños como Nuestra Señora La Real de La Almudena: ¡nuestra Patrona! A Ella nos encomendamos. A Ella confiamos esos días de intensa evangelización, de experiencia y de testimonio juvenil de Jesucristo “el Hermano, el Amigo, el Señor”, su Hijo, el Redentor del mundo, que serán los de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud del 16 al 21 del próximo agosto.
Con todo afecto y mi bendición,