Querido Santo Padre: Desde hace ya casi un siglo, bajo el patronazgo del Obispo diocesano de Madrid −Diócesis joven erigida en 1885−, los Hermanos de San Juan de Dios, apoyados en un número creciente de buenos colaboradores, han cuidado en este Centro de Salud, Instituto de San José, con el esmero y delicadeza propia del amor cristiano, a niños y jóvenes en situaciones de graves e irreversibles dolencias.
Aquí siempre han sido tratados con un amor paciente, sacrificado y misericordioso, que no se arredró a la hora del martirio. Se continúa haciéndolo hoy con desprendida e incansable dedicación. Su Santo Fundador −aquél portugués “loco” por Cristo y por la salud de los más enfermos de cuerpo y de alma en la Granada difícil y compleja de las primeras décadas después de su reconquista por los Reyes Católicos− es el gran modelo que inspira y guía a esta gran familia del Instituto de San José, en su admirable tarea de sanación y de consuelo verdaderamente cristiano, y a otras instituciones sanitarias aquí representadas.
Las circunstancias de la sociedad, en la que prestan sus servicios, son las propias de una sociedad profundamente herida por las crisis del matrimonio y de las familias, de la que son víctimas principales los niños y los jóvenes, máxime cuando se encuentran en situaciones de enfermedad, discapacidad y de abandono físico y psíquico.
La visita del Santo Padre, sus palabras alentadoras y su bendición, les llegan en un momento delicado y, por ello, extraordinariamente oportuno. Un momento en el que el Evangelio de la Vida no es comprendido por tantos. Enfermos, familiares, cuidadores, religiosas y religiosos, todos necesitan un consuelo y un aliento confortador que les sostenga en ese ejercicio de la caridad cristiana con los jóvenes enfermos y discapacitados de este nuestro tiempo tan difícil y dramático. ¡Ejercicio casi siempre heroico! ¿Cómo no van a agradecer el consuelo y el aliento que viene del Señor y que el Papa, su Vicario en la tierra, puede proporcionarles?
Cerca −¡muy cerca!− está “Cuatro Vientos”, donde espera al Santo Padre una inmensa multitud de jóvenes que aguardan su llegada con gozosa y rumorosa impaciencia. Ellos también aprecian y agradecen muy hondamente esta cercanía paternal del Papa a los jóvenes enfermos y discapacitados. Más aún, están dispuestos a asumir en sus proyectos de vida esta lección viva de amor cristiano que están recibiendo del Papa.
¡Gracias, muchísimas y sentidas gracias, querido Santo Padre, por esta visita tan delicadamente paternal al Instituto de San José!