Con ocasión del Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, celebrado en la solemnidad de Pentecostés

En el día de la HOAC

El drama humano del paro


Hoy es una gran fiesta para la renovación pastoral de nuestra archidiócesis de Madrid. La Palabra de Dios, en los Hechos de los Apóstoles y en la Carta de San Pablo a los Corintios, nos emplaza a fortalecer -como se recoge en nuestro Plan Diocesano de Pastoral- la fe y el testimonio misionero de todo el pueblo de Dios, anunciando el Evangelio a todos, creyentes y no creyentes; y a vivir la comunión -visible e invisible- en nuestra Iglesia particular.

El Evangelio nos muestra a Jesús enseñando las manos y el costado a los discípulos, y dándoles su Espíritu como aliento de vida. Las llagas de Jesús son el signo de la Pasión, que hoy no es posible dejar de ver en tantos hermanos nuestros que sufren, y de un modo particular, en este Día de la HOAC, en tantos miles que sufren la lacra del paro; pero la efusión de su Espíritu es más poderosa que el mal, y transforma el dolor en esperanza de vida verdadera.

En este año del cincuentenario de la Declaración universal de los Derechos humanos, resulta especialmente escandaloso el altísimo número de los que se ven privados del derecho fundamental de todo hombre al trabajo. Si hay hoy un problema social que rete a la Iglesia y a los cristianos a mostrar, de forma práctica e históricamente comprometida, la fuerza del Evangelio, ése es el paro, que antes que una cuestión estadística es un drama humano, que afecta a lo más íntimo de los parados y de sus familias. Con el derecho al trabajo se juega no sólo la posibilidad de obtener el sustento básico y decoroso para el trabajador y su familia, sino además la posibilidad de un pleno desarrollo de su ser y de su dignidad de persona, imagen misma de Dios.

La situacón laboral se ha agravado, sin duda, en toda Europa notablemente. Ya es frecuente encontrarse con un tipo de parado, el de más edad, sin perspectiva realista de empleo; son los que podrían llamarse parados permanentes. Y, al mismo tiempo, son cada vez más duras las condiciones de competencia profesional y de riesgos de explotación a que se ven enfrentados los jóvenes que buscan su primer trabajo.

UN PROBLEMA MORAL
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No sería honesto negar ni la seriedad de la preocupaaón de los responsables politicos y sociales, ni la constancia de los esfuerzos emprendidos ante el problema del paro, pero su gravedad desborda los limites de la aencia y de la técnica de la Economía, porque ante todo es un problema moral.

En una sociedad en la que el egoísmo puro y duro se ha convertido en el primer ideal y primer prinapio práctico en la concepción de la vida, hace falta un saneamiento moral a fondo de las conciencias personales y de la connenaa sonal, es decir, hace falta una verdadera conversión. Aquí es donde debe incidir, de manera perceptible y convincente -aunque humilde- la propuesta y respuesta del amor de Cristo resucitado, que nos da su Espíritu, única fuente de esa vida verdadera que lleva a la conversion.

La HOAC, que forma parte de la Delegación de Pastoral Obrera, ha reflexionado sobre este drama humano que es el problema de tantos hombres y mujeres parados, y de sus familias. Han partido de una convicción fundamental para el cristiano: el trabajo es participación en la obra creadora de Dios, que dignifica al hombre y humaniza el mundo, pero al mismo tiempo está herido por el pecado y se convierte a menudo en fuente de dolor y de injustinas. A partir de aquí, su acción apostólica se encamina a buscar una mayor solidaridad en el trabajo, para que trabajen todos, abriendo caminos nuevos para los problemas nuevos de hoy, y se haga efectivo y real ese derecho fundamental de todos al trabajo.

Hoy se hacen, sin duda, especialmente urgentes las palabras de Juan Pablo II: Frente al drama de una desocupación creciente, el trabajo deberá ser considerado y concebido cada vez más como un bien a compartir. Será necesario, por ello, imaginar e introducir progresivamente nuevas modalidades de distribución del trabajo y de repartición de sus frutos.

En esta solemnidad de Pentecostés, en unión con María, Reina de los Apóstoles, y con toda la Iglesia, representada hoy de modo extraordinario en el encuentro de los Movimientos y realidades eclesiales con el Papa en la Plaza de San Pedro, invoco al Espíritu Santo, para que derrame sus dones abundantemente s obre la HOAC, la Hermandad Obrera de Acción Católica, que celebra su fiesta en unión también con las Delegaciones diocesanas de Pastoral Obrera, de Migraciones, Comisión diocesana de Justicia y Paz, Juventud Obrera Cristiana (JOC) y Hermandades del Trabajo. Para todos invoco el Don del Espíritu, que transforma los corazones y es la fuente verdadera de esa nueva evangelización que tan urgentemente necesita nuestro mundo, también y de modo muy especial el mundo del trabajo.

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