Invitación a colaborar en la Campaña contra el Hambre de Manos Unidos

Queridos diocesanos:

«Nadie puede ser excluido de nuestro amor, desde el Momento en que, con la encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre. Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una Opción preferencial. por ellos»; así nos exhortaba el. Papa Juan Pablo II en su Carta apostólica Al comenzar el nuevo milenio, con la mirada y el corazón puestos en Cristo que proclama así su presencia; «He tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado que beber; fui forastero y me habéis hospedado; desnudo y me habéis vestido, enfermo y me habéis visitado, encarcelado y habéis venido a verme» (Mt 25, 35-36). En vísperas ya de la jornada Nacional de Manos Unidas, que tendrá lugar el próximo domingo 9 de febrero, fecha central de su Campaña contra el Hambre, somos de nuevo, y con, especial vigor, urgidos a responder a esta llamada del Santo Padre, que llega hasta el fondo de la caridad, iluminando el valor sagrado de toda vida humana a la que hemos de servir, dándole, no ya. un pedazo de pan, sino a nosotros mismos.
«El desarrollo, camino para la paz» es el lema de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas para este año 2003, el tercero consecutivo que tiene como tema de fondo la paz, una paz terriblemente quebrantada hoy en el mundo, con inusitada violencia en la misma Tierra Santa de Jesús, y con la amenaza de una nueva guerra en Irak, que llena de sombras de muerte a toda una población ya extenuada por las consecuencias de doce largos años de embargo. Ante tal situación, el genio cristiano de Manos Unidas responde, no con vacíos discursos de un pacifismo demagógico, sino con la sencillez, y la eficacia, de las obras de la caridad, a las que a todos nos invita a participar en su Campaña. Justamente porque es la caridad. la que nos urge, en el lema con e1 que nos convoca este año se proclama la indispensable necesidad del verdadero desarrollo, de la persona y, por ende, de los pueblos. De lo contrario, cuando falta esa mirada que descubre el valor sagrado de todo ser humano, hablar de desarrollo no significa, tristemente, procurar el mayor bien del hombre y servir a la causa de la paz; en realidad, no sólo se está. cerrando así el camino, de un auténtico progreso que merezca el calificativo de humano, sino que se acrecienta más aún el abismo inmenso entre los países llamados ricos y los pobres, y con ello el alejamiento de la paz.
En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, Juan Pablo II ha puesto bien en evidencia el engaño de ese desarrollo que no respeta «fielmente el orden establecido por Dios», y por ello es una amenaza constante para la paz. Somos, testigos -afirma el Papa- del incremento de una preocupante divergencia entre una serie de nuevos derechos promovidos en las sociedades tecnológicamente avanzadas y derechos humanos elementales que todavía no son respetados en situaciones de subdesarrollo: pienso, por ejemplo, en el derecho a la alimentación, al agua potable, a la vivienda…» Cada día los medios de comunicación ponen delante de nuestros ojos esta preocupante divergencia, esas desigualdades sangrantes entre la opulencia y el hambre. Y también cada día la gran familia de Manos Unidas nos pone delante el testimonio de las obras del amor cristiano que hace converger a los hombres y a los pueblos en la verdadera solidaridad, promoviendo así el auténtico desarrollo y abriendo con ello el camino para la paz. En la Campaña contra e1 Hambre que ahora comienza, Manos Unidas nos invita de nuevo a participar, en la Jornada del próximo domingo, y en todos y cada uno de los días del año, respetando fielmente el orden establecido por Dios, de modo que el trabajo por la justicia y la paz sea verdadero, y por lo tanto fecundo en frutos de vida para la Humanidad.
Los cuatro pilares de la paz señalados por el Papa Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, de la que se cumple el 40 aniversario y que Juan Pablo II evoca en su citado Mensaje, verdad, justicia, amor y libertad, son ciertamente las condiciones del único desarrollo digno del hombre. Estos cimientos, que no son otros que la persona misma de Cristo, son la raíz y el motivo de la existencia y de las obras de Manos Unidas. «Si se examinan los problemas profundamente -dice Juan Pablo II en su Mensaje-, se debe reconocer que la paz no es tanto cuestión de estructuras como de personas… hombres y mujeres que han sabido esperar sin desanimarse nunca». Aquí está el secreto de Manos Unidas y su Campaña contra el Hambre, consciente, en palabras también del Santo Padre, «de la importancia de su relación con Dios, fuente de todo bien, como sólido fundamento y criterio supremo de la vida»,
Os invito, pues, a todos, hombres y mujeres que sabéis esperar sin desanimarse nunca, porque habéis conocido a Dios, que en su Hijo Jesucristo ha iluminado el valor sagrado de todo ser humano y ha llenado de sentido la vicia entera, a participar con toda generosidad, cada uno según su vocación específica. y sus posibilidades, en la obra de Manos Unidas, y en especial en la Jornada del domingo día 9 de febrero, en la que tendrá lugar la Colecta Extraordinaria a favor de su Campaña contra el Hambre; y asimismo a vivir con espíritu de conversión, el viernes anterior, 7 de febrero, el Día del ayuno Voluntario, gesto que evidencia la búsqueda del único desarrollo que es camino para la paz, el que sólo Dios hace posible.
Encomiendo, por fin, a Nuestra Señora de la Almudena, todos los trabajos de esta Campaña, para que con su protección maternal los bendiga con frutos abundantes para el bien de todos sus hijos,

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