Discurso Inaugural LXXXI Asamblea Plenaria de la CEE

LXXXI Asamblea Plenaria de la CEE

Eminentísimos señores Cardenales
Excelentísimo Sr. Nuncio de Su Santidad,
Excelentísimos señores Arzobispos y Obispos
Queridos hermanos y hermanas todos:

Mi saludo más cordial a todos los que toman parte en la LXXXI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española: a los hermanos obispos y a los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que, diariamente, colaboran en los distintas Comisiones y Secretariados de esta Casa al servicio de las Iglesias particulares. El recuerdo agradecido y nuestra oración al Señor de la Vida por el eterno descanso de Mons. Antonio Deig Clotet, obispo emérito de Solsona (q.e.p.d.). Nuestra cercanía a Mons. D. Ramón Búa Otero, obispo emérito de Calahorra-La Calzada-Logroño. Recibimos con los brazos abiertos a los nuevos hermanos obispos de las diócesis de Plasencia, Mons. D. Amadeo Rodríguez Magro, y de Vic, Mons. D. Román Casanova Casanova, al mismo tiempo que nos congratulamos con el nombramiento del Señor Arzobispo de Sevilla, Mons. D. Carlos Amigo Vallejo, como Cardenal de la Iglesia Romana, con Mons. Francisco Pérez González como nuevo Arzobispo Castrense y con Mons. D. Juan José Asenjo Pelegrina, obispo de Córdoba. Finalmente, mi bienvenida afectuosa a los amigos representantes de los medios de comunicación social.
I. En el XXV Aniversario de la elección del Papa Juan Pablo II
Nuestras Asambleas Plenarias son inseparables del contexto en el que se encuentran enmarcadas por la actualidad de la Iglesia y de la sociedad. No puedo, pues, menos de comenzar evocando los acontecimientos de la celebración de los veinticinco años del Pontificado de Juan Pablo II, una efemérides excepcional en la vida de la Iglesia
A la misma hora vespertina en la que el Cardenal Arzobispo de Cracovia había sido elegido para la Sede Romana un cuarto de siglo antes, se celebraba el pasado día 16 de octubre en la Plaza de San Pedro una solemne y multitudinaria Eucaristía presidida por el Papa. En la mañana de aquel mismo día el Santo Padre había firmado la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores gregis, sobre el ministerio del Obispo en nuestro tiempo. El domingo, día 19, la columnata de Bernini se veía desbordada amplísimamente por la magna asamblea eucarística durante la cual tuvo lugar la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta. Estos tres actos centrales con los que el Papa ha querido celebrar un aniversario tan señalado, nos permiten orientar algunas breves reflexiones acerca del carácter fundamental de su Pontificado y de los impulsos que de él se derivan para nuestro ministerio episcopal, tanto doctrinal como espiritualmente.
1. Un pontificado misionero sin parangones
En la homilía de la Misa del día 16, el Santo Padre nos abrió su corazón para confiarnos el diálogo íntimo que había sostenido veinticinco años atrás con Jesucristo cuando se le preguntó si aceptaba el cargo para el que acababa de ser elegido por el colegio cardenalicio. Sólo ante “la mirada benévola de Cristo resucitado” -nos revelaba el Papa- se había sentido capaz de responder “acepto”. Era la misma experiencia de Pedro cuando Jesús le preguntó un día por su amor. “Una experiencia que se prolonga ya desde hace un cuarto de siglo” , afirmaba Juan Pablo II, compartiendo con nosotros, sin duda ninguna, el secreto más profundo de su pontificado. La experiencia personal de la misericordia de Dios, manifestada en Cristo, es la que ha sostenido el ministerio del Papa en medio de las gravísimas dificultades que ha tenido que arrostrar y la que le ha otorgado una fecundidad verdaderamente asombrosa.
En efecto, nadie puede dudar hoy de la absoluta dedicación de Juan Pablo II, en alma y cuerpo, a la misión a la que un día dio su “sí”. Su testimonio de la fe en Jesucristo como Redentor del hombre se ha expresado en incontables palabras, proferidas en muchos idiomas, pronunciadas en tantísimos lugares de todo el mundo y escuchadas y repetidas por toda la Tierra. Palabras que han ido acompañadas desde el principio hasta hoy por el sello de una vida gastada y desgastada heroica y casi martirialmente por el Evangelio. En definitiva, un estilo misionero del que bien podemos decir que apenas cuenta con parangones en la historia.
El ministerio misionero del Papa ha encontrado su guía y su meta en el Concilio Vaticano II. Juan Pablo II ha llevado a la práctica canónico-pastoral las grandes directrices conciliares casi de un modo exhaustivo. El Código de Derecho Canónico de 1983, el Código de las Iglesias Orientales y el Catecismo de la Iglesia Católica, así como la consolidación y desarrollo de la institución sinodal, son otros tantos hitos de este pontificado, que han permitido encauzar de modo práctico las orientaciones fundamentales del Concilio. Todo este ingente trabajo hará posible, sin duda, como el Papa desea, que el Concilio siga siendo “una verdadera profecía para la vida de la Iglesia, por muchos años, del tercer milenio recién comenzado” .
La recepción y aplicación equilibrada y fructífera del Concilio ha venido apoyada en el admirable discernimiento doctrinal y espiritual que ha jalonado el discurrir de estos veinticinco años. Las graves malformaciones de pensamiento y de vida que han desorientado y debilitado la vida cristiana en este tiempo exigían un magisterio y un gobierno pastoral centrado firmemente en el Misterio del Dios Creador y Salvador, revelado en Jesucristo. A partir de esa fuente de aguas limpias, Juan Pablo II ha desplegado una enseñanza capaz de iluminar el camino de la Iglesia y del hombre en estos tiempos. Porque, como no se cansa de repetir con el Concilio, “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” .
2. Impulsos para el ministerio episcopal
El Papa ha escogido el mismo día del vigésimo quinto aniversario de su elección para estampar su firma en la Exhortación Apostólica Postsinodal Pastores gregis. No hacía mucho tiempo, el 28 de junio de este mismo año, me había cabido el privilegio de asistirle en la Basílica de San Pedro durante las solemnes Vísperas en las que firmó otra Exhortación, también postsinodal, la Ecclesia in Europa. Como es sabido, estos dos documentos pontificios son el fruto más visible de dos asambleas del Sínodo de los Obispos con las que se coronó todo un programa de ejercicio de la colegialidad que Juan Pablo II ha llevado adelante con gran decisión e implicación personal. Ecclesia in Europa corresponde a la última de las cinco Asambleas especiales que se dedicaron a cada uno de los Continentes como preparación al Jubileo del año 2000. Pastores gregis, por su parte, recoge el fruto de la Asamblea ordinaria, que, tras las que versaron sobre los fieles laicos, los sacerdotes y los consagrados, se reunió en Roma en el otoño del año 2001 para tratar del ministerio del obispo. Al publicar estas dos exhortaciones en el año jubilar de su pontificado, Juan Pablo II ha querido, sin duda, poner de relieve su aprecio y su valoración del trabajo realizado en comunión afectiva y efectiva con sus hermanos en el episcopado. Es evidente por lo que toca a la Pastores gregis, dedicada precisamente al ministerio episcopal.
Acogemos con gratitud esta Exhortación; gratitud que desearíamos verificar haciendo nuestras sus enseñanzas y sus directrices. Sus enseñanzas no son otras que las del Concilio Vaticano II, en especial las de la Constitución Lumen gentium y el Decreto Christus Dominus. La rica y viva teología conciliar del episcopado es presentada de nuevo a nuestra consideración y a la de toda la Iglesia de un modo actualizado teológica y pastoralmente.
La actualización viene sobre todo pedida por la necesidad de ofrecer al mundo “globalizado” de nuestros días la esperanza del Evangelio. “Ante el fracaso de las esperanzas humanas que, basándose en ideologías materialistas, inmanentistas y economicistas, pretenden medir todo en términos de eficiencia y relaciones de fuerza o de mercado, los Padres sinodales reafirmaron la convicción de que sólo la luz del Resucitado y el impulso del Espíritu Santo ayudan al hombre a poner sus propias expectativas en la esperanza que no defrauda” . En esta perspectiva, la Exhortación presenta el ministerio del obispo como el del servidor de la esperanza para un mundo dramáticamente complejo y sometido a los nuevos flagelos de la miseria, de la explotación y de la cultura de la muerte.
No es, pues, difícil de comprender que, dada la situación aludida, la Pastores gregis actualice la doctrina conciliar subrayando la dimensión universal del “misterio y ministerio del Obispo” , así como la espiritualidad cristocéntrica y de comunión, tanto en el interior de la Iglesia Particular como en la Iglesia Universal: “En los Apóstoles, como Colegio y no individualmente considerados, estaba contenida tanto la estructura de la Iglesia que, en ellos, fue constituida en su universalidad y unidad, como del Colegio de los Obispos sucesores suyos, signo de dicha universalidad y unidad” .
El Papa recuerda que nuestro cometido de obispos no es otro que el de “ser para cada persona, de manera eminente y visible, un signo vivo de Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor” . De ahí que dedique todo el capítulo segundo de la Exhortación a “La vida espiritual del Obispo”, estimulando la experiencia personal de la esperanza vivida en el ejercicio de nuestro ministerio, en particular, por la vía de los consejos evangélicos y de las bienaventuranzas.
La beatificación de la Madre Teresa de Calcuta adquiere, en este marco, un significado especial para nosotros. Los obispos estamos llamados a vivir la caridad de Cristo en nuestro ministerio episcopal según el modelo de la nueva Beata. Su presencia junto a los más necesitados de los cuidados más elementales y, sobre todo, de reconocimiento humano, tomó siempre su fuerza de la oración, de la contemplación del rostro Cristo y de su Corazón. Y ello, tanto en tiempos de bonanza espiritual como de desolación interior. Fue siempre la contemplación la que le permitió “alcanzar amor” a Dios y a los hermanos. La perenne frescura del carisma teresiano ha encontrado en la Beata Teresa de Calcuta una nueva expresión, en la estela de su patrona Santa Teresa de Lisieux, cuyas reliquias continúan su fructífera peregrinación por nuestras Iglesias, y bajo la inspiración común de la Santa Fundadora de Ávila, Teresa de Jesús.
3. La gratitud de los Obispos españoles a Juan Pablo II
Sólo puedo evocar aquí algunos de los motivos particulares por los que los Obispos españoles le estamos agradecidos al Santo Padre. Él ha dado muestras de predilección por nuestras Iglesias acudiendo por cinco veces a nosotros en visita apostólica. La última de ellas, en mayo pasado, aún no se ha podido borrar de nuestras retinas y de nuestra alma y seguirá inspirándonos durante mucho tiempo. Siempre nos ha recibido en Roma con afecto de padre y de hermano en nuestras visita “ad limina apostolorum”. Nunca hemos dejado de experimentar su ayuda y su estímulo en las más graves coyunturas de nuestra historia: ante el grave desafío del terrorismo; en la iluminación de las relaciones con las instituciones públicas y de la nueva ordenación de la convivencia en el marco constitucional. En otro orden de cosas, la renovación espiritual y pastoral de las personas y de las estructuras en la Iglesia ha recibido de Juan Pablo II un impulso decisivo.
En el marco de esta Asamblea Plenaria, vamos a concelebrar todos los obispos una solemne Eucaristía de acción de gracias a Dios por el ministerio de Juan Pablo II. Será mañana, martes, en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, a las siete de la tarde. Hemos invitado a unirse a nosotros a los representantes de las más altas instituciones del Estado. Que todo el Pueblo de Dios se sienta convocado a dar gracias a Dios con nosotros por el Papa
Más adelante, el sábado día 20 de diciembre, en el Palacio de Congresos de la Castellana, de Madrid, celebraremos también un acto de homenaje al Santo Padre, del que se dará noticia y al que se convocará dentro de poco.
Con la ayuda de Dios, esperamos que todo contribuya a que Jesucristo sea mejor servido y nuestras Iglesias puedan difundir con mayor fruto la esperanza que brota de conocerle y de amarle más a Él, nuestro único Salvador.

II. 25 años de Constitución.
No deja de ser digno de mención el hecho de la coincidencia del tiempo histórico de la Constitución Española con los 25 años de Pontificado de Juan Pablo II.
1. Una mirada a la historia
Ya en el año 1972, antes de que se iniciaran los trabajos de los legisladores en orden a la redacción de la vigente Constitución, el Episcopado español hizo pública su posición sobre la libertad religiosa y la no confesionalidad del Estado, dejando la decisión a la sociedad civil y al Estado que la encarna, y manifestando así de forma anticipada su firme voluntad de colaboración con la sociedad española en las necesarias transformaciones que entonces estaba experimentando . Desde antes incluso de que fuera presentada a referéndum, los pronunciamientos de la Conferencia Episcopal Española han sido, en general, favorables y positivos; más aún, los obispos españoles propiciaron la aceptación de un texto constitucional “que fuera una gran plataforma de convivencia, superadora de tantos enfrentamientos históricos” , “reflejo del más amplio consenso comunitario sobre el cuadro de valores que ha de sustentar y dar sentido al edificio legislativo del país, y que establezca también con honestidad las reglas del juego para el pluralismo político y social” .
¿Cómo no recordar en este contexto las palabras con que los obispos nos dirigimos a todos los españoles en la mañana del 24 de febrero de 1981, durante los graves acontecimientos que amenazaron perturbar la normalidad democrática de la nación? Teniendo presentes los beneficios de una Constitución que aún no había cumplido tres años de existencia, afirmamos entonces, sin ambages, “nuestro firme propósito de contribuir, como pastores de la Iglesia, a la serenidad y a la responsabilidad de todas las instituciones y personas del país dentro del respeto a la Constitución y con voluntad de concordia por parte de todos” ; propósito que reiteramos días después afirmando la necesidad de “recuperar la conciencia ciudadana y la confianza en las instituciones, todo ello en el respeto de los cauces y principios que el pueblo ha sancionado en la Constitución” .
Con motivo del Gran Jubileo del Año 2000 dirigíamos los obispos nuestra mirada de fe al último siglo de historia de nuestro pueblo, y reparábamos, de nuevo en la Carta Magna: “La Constitución de 1978 -decíamos entonces- no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos” . Más recientemente, cuando hace un año los obispos españoles aprobamos de forma tan mayoritaria la Instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, en la que abordamos con sentido pastoral el gravísimo problema del terrorismo de ETA, señalando en su origen el nacionalismo totalitario, volvimos a recordar con vigor que “la Constitución es hoy el marco jurídico ineludible de referencia para la convivencia”
2. Momento actual
A la distancia de un año, en la coyuntura de las celebraciones del 25 Aniversario de la Constitución Española, ensombrecidas por graves cuestionamientos que nos preocupan extraordinariamente a todos, y por todos conocidos, recobran máxima actualidad las palabras de la citada Instrucción Pastoral: “Pretender unilateralmente alterar este ordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local o de cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria” .
En esta singular etapa de nuestra historia más reciente, las enseñanzas del Episcopado Español han querido ser siempre iluminadoras para la conciencia de los fieles y orientadoras para toda la sociedad. Y desean seguir siéndolo, también, en el futuro más inmediato que se abre a los acontecimientos de los que es protagonista principalísima la Casa Real.
La postura de la Conferencia Episcopal Española se ha guiado siempre estos 25 años por el servicio a la reconciliación y a la paz entre los españoles; afirmando y promoviendo el principio de la dignidad de la persona y de sus derechos fundamentales; haciendo opción por la suerte de los más pobres y desfavorecidos, y promoviendo la solidaridad y la unidad entre todos. Todo ello en el recuerdo agradecido por la herencia del Evangelio y de la Comunión con la Iglesia Católica, guardada fielmente por el pueblo a lo largo de toda su historia bimilenaria, y que los Obispos españoles queremos renovar para el bien de toda la sociedad española.
El Evangelio de Jesucristo, viviente en su Iglesia, es fuente de esperanza para España, como lo es para Europa. El Santo Padre no nos dejaba ninguna duda respecto a las responsabilidades europeas de los católicos españoles en sus intervenciones del 3 y 4 de mayo pasado y, posteriormente, en la Exhortación Apostólica postsinodal Ecclesia in Europa , en la que nos vuelve a indicar que: “mirando a Cristo, los pueblos europeos podrán hallar la única esperanza que puede dar plenitud de sentido a la vida. También hoy lo pueden encontrar, porque Jesús está presente, vive y actúa en su Iglesia: Él está en la Iglesia y la Iglesia está en Él. En ella por el don del Espíritu Santo, continúa sin cesar su obra salvadora” . Éste es el único Evangelio de la esperanza para la construcción de la nueva Europa a la que nosotros debemos colaborar desde nuestra propia historia, cimentada en principios cristianos que han alimentado valores humanizadores . La Exhortación Ecclesia in Europa es una nueva llamada del Santo Padre a la evangelización, a que redescubramos la urgente necesidad de convertirnos a Cristo , a ser “contempladores de su rostro” .
3. Aniversario de la “Pacem in terris”
Resulta providencial que dentro del programa de esta Asamblea Plenaria se haya previsto la celebración del Simposio con motivo del 40 Aniversario de la Encíclica Pacem in Terris del Beato Juan XXIII , hecha pública entre la primera y segunda sesión del Concilio Vaticano II. Nos refrescará los “leit-motiv” que han vertebrado la Doctrina Social de la Iglesia contemporánea antes y después del último Concilio ecuménico y nos facilitará abordar sus retos y tareas pastorales para el presente, especialmente en España .
La Encíclica Pacem in Terris colocó la tarea de la paz en torno al cuádruple eje de “la verdad, la justicia, la libertad y el amor” y situó su campo irrenunciable de aplicación en la doctrina sobre la dignidad de la persona humana y de sus derechos fundamentales, como anterior al Estado y a cualquier forma de institucionalización política, a las que transciende y confiere legitimidad. No es concebible ningún tipo de realización ética y jurídica del “Bien Común” que no respete, garantice y promueva los valores supremos de la persona humana, y de sus derechos, así como la institución primaria del matrimonio y de la familia que los ampara, con espíritu y estilo de solidaridad y de subsidiaridad . En eso consisten los imperativos éticos imprescindibles para la constitución de un verdadero Estado democrático de Derecho, garante y servidor de la libertad, de la justicia solidaria y de la paz.

III. Algunos temas que abordaremos en esta Asamblea
Los elementos de actualidad eclesial y social a los que he hecho referencia estarán en el horizonte de nuestras deliberaciones de estos días, que, siguiendo el Orden del día encaminado a la puesta en práctica de nuestro Plan Pastoral, abordarán asuntos de indudable trascendencia para la vida de la Iglesia
La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida presenta para su estudio y aprobación un Directorio para la Pastoral Familiar de la Iglesia en España. Se trata de un complemento pastoral de la Instrucción aprobada por esta Asamblea en la primavera de 2001 bajo el título de La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad. Si entonces proponíamos los principios básicos del Evangelio del matrimonio y de la vida, el Directorio que ahora se elabora pretende facilitar la puesta en práctica de aquellos principios. Pero no se trata tanto de un mero elenco de actividades para realizar con las familias y con quienes se preparan al sacramento del matrimonio, como de plantear una pastoral familiar concebida como una dimensión esencial de toda evangelización. Dicho de otro modo: se trata de cómo la Iglesia es fuente de vida para las familias cristianas y de cómo éstas, por su parte, son protagonistas de la obra evangelizadora de la Iglesia. Salta, pues, a la vista la importancia de este asunto en un momento en el que la institución familiar y la Iglesia se necesitan mutuamente de modo apremiante. ¿Dónde va a encontrar apoyos sólidos la familia en nuestra sociedad si no es en la Iglesia, en su fe, en su moral y en sus sacramentos, cuando tanto se habla de “diversos modelos de familia” y tan poco se apoya a la verdadera familia, para que pueda realizar su función de hogar de la vida y de la educación? ¿A dónde va a acudir la Iglesia para transmitir la antorcha de la fe y de la esperanza cristiana a las nuevas generaciones y para regenerar la sociedad desde la raíces mismas de la existencia y de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo, si no es a esa “iglesia doméstica” que constituye la familia cristiana?
El Plan Pastoral de la Conferencia confía a la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis el estudio de la situación de la Escuela Católica y de los retos a los que debe dar respuesta en el momento actual. Estudiaremos el documento que la citada Comisión presenta sobre esta temática. La escuela, como la familia, siempre ha sido, y seguirá siendo, una de las preocupaciones fundamentales de la Iglesia. Cuando el Estado ha asumido su responsabilidad en este campo, en el sentido de asegurar a todos una instrucción fundamental, la Escuela Católica se siente más que nunca en la obligación de ofrecer una educación de calidad inspirada sin vacilaciones en la antropología que se deriva de la revelación de Cristo.
Abordaremos también asuntos referentes a dos dimensiones constitutivas de la vida de la Iglesia, como son la Liturgia y la Caridad. Estudiaremos la posible publicación de una Nota con motivo del Centenario del Motu Proprio Tra le sollecitudine, de San Pio X. Esta conmemoración nos ofrece la ocasión de profundizar en el verdadero espíritu que guió la reforma de la Liturgia que culminó en el Concilio Vaticano II. Se somete a la aprobación de la Asamblea la traducción castellana de la Institutio Generalis Missalis Romani y de la tercera edición típica del Misal Romano, así como de otros libros litúrgicos. La Caridad en la vida de la Iglesia es el título de una reflexión propuesta por la Comisión Episcopal de Pastoral Social para revisar un asunto de tanto calado como el significado del ejercicio de la caridad para la vida de la Iglesia y, a la inversa, del sentido necesariamente eclesial de la actividad caritativa
Otras cuestiones de orden práctico, especialmente relevantes, a las que dedicaremos nuestra atención son: algunas propuestas para ayudar a los cristianos de Tierra Santa, los Monasterios de Clausura y su mejor regulación canónica, y algunas orientaciones para la atención pastoral de los católicos de rito oriental, tan presentes entre nosotros en virtud del fenómeno de la inmigración.

IV. Conclusión
Con nuestra mirada puesta en las prioridades pastorales y para la necesaria renovación de la vida cristiana de nuestro pueblo trataremos de llevar a cumplimiento las acciones que hemos señalado en el Plan Pastoral Una Iglesia esperanzada. “¡Mar adentro!”. Algunas ya se han llevado a cabo, otras están en marcha con miras a la acción misionera en un mundo nuevo que presenta nuevos retos y reclama nuevas tareas, sobre todo cuando vivimos insertos en una sociedad amenazada y afectada por un oscurecimiento de la esperanza. Una sociedad que sufre la pérdida de la memoria y de la herencia cristiana, deja que arraigue en su alma un agnosticismo que da su mano a una cultura laicista, que desprecia la vida y pone en crisis instituciones tan sagradas como son la familia, que propicia irremisiblemente un inusitado incremento del nihilismo, del relativismo y del pragmatismo inmanentista; posturas que matan siempre la esperanza al cerrarse a la visión transcendente de la existencia
Entre las acciones realizadas recordamos la reflexión sobre el problema del terrorismo y la aportación de la Iglesia a su solución con la Instrucción Pastoral Valoración moral del terrorismo en España y la celebración del Congreso Nacional de Misiones , que supuso la apertura de nuevos horizontes a la misión ad gentes y el impulso a la animación misionera. En muchos lugares de España, durante estos meses, se han acogido con gozo las reliquias de Santa Teresa de Lisieux, Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, uno de los ejemplos misioneros más señeros en nuestros días, la evocación más patente de que la santidad –“el Señor solo la condujo”- es la esencia de la misión. Hemos aludido también a que se ha ultimado un Directorio de Pastoral familiar , y se encuentra en avanzado estado de preparación la Exposición “2.000 años de Cristianismo en España” de cuya realización se ha responsabilizado la Comisión Episcopal de Patrimonio Cultural. El año 2004 será, como es sabido, Año Santo jacobeo. En el Año Santo de 1999 la Conferencia Episcopal Española peregrinó a la Tumba del Patrón de España, Santiago el Mayor, y celebró la LXXII Asamblea Plenaria, Asamblea Extraordinaria convocada en Compostela con ocasión del Congreso Eucarístico Nacional . La Conferencia Episcopal colaborará en la organización y desarrollo del próximo Año Santo para que el Camino de Santiago y la peregrinación sean un camino de conversión, perdón y gracia y no se reduzca a una propuesta meramente cultural que pueda oscurecer la dimensión cristiana y espiritual de la peregrinación
Encomendamos nuestros trabajos a Santa María, Madre de la Iglesia y Reina de los Apóstoles, y a la intercesión de los beatos Juan Nepomuceno Zegrí y Moreno, fundador de las Hermanas Mercedarias de la Caridad, y de la beata Bonifacia Rodríguez Castro, fundadora de las Siervas de San José. A la Reina de los santos imploramos la gracia para que en nuestras tareas y en nuestros desvelos se refleje la gloria de Dios.

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