Homilía en la Vigilia de la Inmaculada

Catedral de La Almudena, 7.XII.2003, 21:00 horas

Lecturas de la Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen

Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:

I. El Misterio de la salvación a la luz de la Virgen Inmaculada.

Con María la Virgen Inmaculada, a la que el Ángel Gabriel saludó como la llena de Gracia, nos disponemos a vivir el nuevo Adviento del año litúrgico que acaba de abrirse como una nueva llamada a emprender el itinerario de la búsqueda y el encuentro con la salvación que nos viene de Jesucristo, el Mesías, el Señor, el que ella ha concebido en su seno purísimo y que pronto va a nacer de nuevo para la humanidad y el mundo, en una hora de la historia cargada de problemas, preocupaciones, temores y también -¡por qué no decirlo valiente y gozosamente!- de esperanzas.

Cuando el Papa Beato Pio IX proclamaba el Dogma de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, el 8 de diciembre de 1854, en un acto supremo de magisterio, ejerciendo su oficio de pastor de la Iglesia Universal con un estilo de valiente y lúcida profecía, presentaba a los hombres de los nuevos tiempos, los que se autocalificaban como los de la era del progreso por antonomasia, la figura y la historia de una humilde doncella de Nazareth en la que se abre de par en par el camino de la victoria del hombre sobre el pecado y sobre la muerte, indicándoles concreta y existencialmente por dónde tenían que ir las vías de su realización plena y de su verdadero progreso. Con María, la Virgen, la concebida sin pecado en previsión de la muerte de su Hijo, ha dado realmente comienzo la historia de la humanidad salvada y, por ello, de la nueva humanidad. Ella es la nueva Eva, la que ha herido en la cabeza a la serpiente inductora de la rebelión contra Dios y, con ella, a toda su estirpe. María es la verdadera madre de los vivientes. ¿Cómo pues no vamos a cantar al Señor un cántico nuevo, un año más, por las maravillas que ha obrado en María desde el mismo momento de su Concepción?

La doctrina de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, solemnemente proclamada, fortaleció la fe del Pueblo de Dios en lo más íntimo y central de su contenido: en el conocimiento del amor de Cristo, su Hijo, el Redentor y Salvador del hombre. La luz de la Inmaculada brilla en el interior de la Iglesia desde ese día cada vez más nítida y esclarecedoramente, enseñándonos a apreciar en toda su consoladora verdad el misterio de la gracia salvadora que nos viene de su Hijo. El Magisterio del Concilio Vaticano II, con su forma de abordar las grandes cuestiones del hombre contemporáneo en la Constitución Pastoral ≥Gaudium et Spes≤, se ha situado claramente en esa perspectiva mariana, abierta el 8 de diciembre de 1854 por la definición del Beato Pio IX. Así, mirando a la Inmaculada, es también cómo puede comprender la Iglesia de hoy toda la hondura espiritual y apostólica del programa de la nueva evangelización iniciado por Pablo VI y convertido en el eje de su Pontificado por Juan Pablo II, además de su urgencia inaplazable.

II. Oscurecimiento y retos de la esperanza al filo del nuevo Adviento.

Los signos de los tiempos que corren podrían parecer no permitir cantar los himnos de victoria que el Salmista había hecho resonar en medio de los abatimientos de su Pueblo, el Pueblo elegido de Israel, anunciándole el triunfo de la justicia y de la misericordia.

¡Cuánto está costando al mundo abrirse a formas de cooperación internacional que aseguren y garanticen el bien común de toda la humanidad sobre la base de la verdad, la justicia, la libertad y el amor que el Beato Juan XXIII hace cuarenta años auspiciaba como fundamentos de una paz duradera, justa y solidaria en momentos de una extraordinaria tensión internacional ensombrecidos por la amenaza de una posible y aniquiladora guerra nuclear!

¡Y cuánto nos cuesta también en España estimar, tutelar y cuidar ≥el bien común de una sociedad pluricentenaria≤ tal como lo recordábamos los Obispos españoles en nuestra Instrucción Pastoral del pasado año sobre la Valoración Moral del terrorismo, de sus causas y de sus consecuencias! No olvidemos tampoco lo que afirmábamos igualmente en ese mismo documento: ≥La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obra humana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera de entendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivencia armónica entre todos≤.

Querer cerrar los ojos a la fascinación que ejerce el recurso a la violencia -a la violencia terrorista y a la violencia común-, en la juventud actual constituiría una gran prueba de ceguera histórica, espiritual y social. Como tampoco se puede pasar de largo, con un mayor o menor grado de indiferencia, ante ese proceso de relativización del derecho, propio e inalienable, de todo ser humano a la vida desde el mismo momento de su concepción hasta su muerte natural, impulsado por grandes intereses económicos y una concepción amoral de la metodología de la investigación científica, que avanza a primera vista imparablemente. Lo cual sucede a costa de un ingente número de vidas humanas, en el estadio de su mayor indefensión, que son sacrificadas sin escrúpulos a objetivos, en el fondo, de refinado egoísmo social, dispuesto a saltarse cuando convenga el respeto incuestionable que se le debe a la dignidad de toda persona humana y de sus derechos fundamentales desde el seno materno. Se trata de apuestas por la victoria de una cultura de la muerte que, quizá sin que se sea plenamente consciente de sus tremendas consecuencias para el futuro del hombre, oscurecen la esperanza. No menos que los intentos de adulterar en su misma esencia la naturaleza del matrimonio y de la familia como comunidad indisoluble de amor y de vida.

Oscurecimiento y retos de la esperanza a las que el Papa nos invitaba a responder en su última e inolvidable Visita Apostólica a nuestra patria en Madrid, los días 3 y 4 de mayo. Juan Pablo II en la Vigilia de ≥Cuatro Vientos≤ decía a los jóvenes de toda España: ≥hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Mantenéos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia≤. Y, en la Homilía de las Canonizaciones de la Plaza de Colón al Domingo siguiente, nos conminaba con palabras vibrantes y apremiantes: ≥¡No rompáis con vuestras raíces cristianas! Sólo así seréis capaces de aportar al mundo y a Europa la riqueza cultural de vuestra historia!≤.

Los caminos de la esperanza para Europa y para España no podían quedar mejor marcados. Iluminados por la mirada de María Inmaculada, recobran en esta Vigilia de su Fiesta del presente año 2003 un relieve singular.

III. El Camino de la Gracia y de la Ley Nueva.

Sí, se trata de que el hombre contemporáneo se abra de nuevo al don de la Gracia. Es decir, se abra por la fe a la presencia y a la acción de Dios en su vida; y no de cualquier manera, sino precisamente en forma de Gracia, buscando y recibiendo la bendición que ≥Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo≤ nos ha otorgado en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales≤. Naturalmente, si se huye de Dios en la vida personal y colectiva, como tan frecuentemente ocurre en la sociedad actual, si nos instalamos en el ≥ateísmo teórico≤ o ≥práctico≤, al que se refería con tanta clarividencia el Santo Padre en su Discurso Europeísta de Santiago de Compostela del 9 de noviembre del año 1982, o en una concepción radicalmente secularizada de la vida, tan de moda en la Europa actual, ¿cómo va a ser posible abrir el alma a los designios amorosos de Dios que nos ha ≥destinado en la Persona de Cristo por pura iniciativa suya a ser sus hijos≤? Las dificultades se agrandan cuando sabemos que esa secularización radical en Europa sucede a un período de largo abandono del Evangelio, al que la Exhortación Postsinodal ≥Iglesia en Europa≤ no vacila en calificar de ≥apostasía silenciosa≤.

Y, sin embargo, hoy con toda la Iglesia es preciso proclamar: ≥una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida de sol≤, MARÍA INMACULADA, la que venció ≥al dragón, ≥la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero≤ (Ap 12, 1 y 9). Ella misma nos muestra y franquea la puerta de acceso a la participación en su victoria por la conversión al Evangelio de su Hijo: enseñándonos la humilde actitud de un alma sencilla que se entrega interiormente a la contemplación y a la oración. ¡Qué fuerza histórica la de las palabras de Juan Pablo II en ≥Cuatro Vientos≤ cuando invitaba a los jóvenes ≥a formar parte de la åEscuela de la Virgen Maríaπ≤! Porque, verdaderamente, como él mismo denunciaba con vigor: ≥el drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación≤.

A partir de la experiencia interior de la gracia es posible luego instaurar en medio de la sociedad y en el corazón del hombre, de nuevo, el primado de la Ley de Dios como la clave de arco de toda la existencia humana, la personal y la social. ¡Sí, se puede cumplir ya la Ley del Amor a Dios y al prójimo en su plenitud evangélica! El tiempo de ese cumplimiento se anuncia realizado en el día de la Concepción Inmaculada de María. El testimonio de su cumplimiento en la vida de los cristianos y de la Iglesia se convertirá en el mejor instrumento de la nueva evangelización de España y de Europa: de sus ciudadanos y de sus pueblos. La tentación y ≥el riesgo de la alianza entre democracia y relativismo ético≤ que podrían estar dando pie a una sinuosa, pero eficaz, negación de los derechos fundamentales de la persona humana, de su libertad y dignidad, quedarían de ese modo eficazmente neutralizados y superados.

IV. Nuestras súplicas a la Virgen Inmaculada quisiera tomarlas hoy de Juan Pablo II, de la oración conclusiva de su Encíclica ≥Veritatis Splendor≤, de la que acaban de cumplirse diez años de su publicación:

≥María Inmaculada
Madre de Misericordia,
cuida de todos para que no se haga inútil
la cruz de Cristo,
para que el hombre
no pierda el camino del bien,
no pierda la conciencia del pecado y crezca
åen la esperanza de Diosπ (Ef 2,4)
para que haga libremente las buenas obras
que Él le asignó (cfr. Ef 2,10) y,
de esta manera, toda su vida sea
åun himno a su gloriaπ (Ef 1,12)≤

MARÍA INMACULADA, ESTRELLA DE LA ESPERANZA, RUEGA POR NOSOTROS. Amén.

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