Ante la beatificación de Sor María de los Ángeles Ginard Martí

Estimados hermanos y hermanas:

Sor María de los Ángeles Ginard Martí, religiosa de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, de quien consta su martirio en la Dehesa de la Villa de Madrid el 26 de agosto de 1936, será beatificada Dm. el próximo día 29 de octubre, junto con otros miembros de la Iglesia de distintos países, al final del “Año de la Eucaristía”.

Nacida el 3 de abril de 1894 y bautizada en el mismo día en la parroquia de San Miguel de Lluchmayor, era la tercera de nueve hermanos, y vivió su niñez en Gran Canaria porque allí habían trasladado a su padre. Vueltos a Mallorca, aunque ya de joven quiso ser religiosa, tuvo que esperar y supo trabajar manualmente en la confección de sombreros y bordados para contribuir con su esfuerzo personal a las necesidades de una familia tan numerosa; pero diariamente madrugaba para participar en la Eucaristía y su trabajo no le impedía recitar el Rosario, visitar al Santísimo y pasar largos ratos de adoración en la iglesia de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, fundadas en 1902 por el sacerdote y Siervo de Dios Miguel Maura Montaner, en la que ingresó en 1921.

Después de su profesión religiosa en 1923, de 1926 a 1929 vivió y trabajó como procuradora en la casa que estas Hermanas tienen en la Calle Blanca de Navarra, 9, de Madrid”, pues la primera comunidad de este Instituto había venido desde Palma de Mallorca a Madrid en 1908. luego fue a Barcelona y regresó a la misma casa de Madrid en 1932, después de haber renunciado a ser consejera general, y en ella vivió los cuatro años anteriores a su muerte, experimentando la persecución religiosa que también alcanzaba a las religiosas en este tiempo. Actualmente, sus reliquias reposan en la misma Iglesia de esta casa religiosa en Madrid.

El 20 de julio de 1936 ella y las Hermanas de su comunidad tuvieron que refugiarse en casa de amigos vecinos. En la tarde del 25 de agosto de 1936, por denuncia de un portero de la vivienda donde había sido acogida, fue apresada y, como iban a detener también a una hermana de la señora de la casa, manifestó a sus perseguidores: “Esta señora no es monja, dejadla, la única monja soy yo. De este modo le salvó la vida pero a la vez se identificó a sí misma como una religiosa, lo que le llevaría al martirio.

Conducida a la checa instalada en ‘Bellas Artes’, al anochecer del día 26 de agosto fue fusilada en la Dehesa de la Villa y, después del reconocimiento y levantamiento de su cadáver, el día 27 se le dio sepultura en el cementerio de la Almudena.

En esta ocasión, la Archidiócesis de Madrid, junto con las Celadoras del Culto Eucarístico, damos gracias a Dios por el testimonio de fe de la Hermana María de los Ángeles, ya que supo entregar la vida perdonando a quienes la llevaban a la muerte.

Es mártir el que, aunque parece que le arrancan la vida con violencia por seguir a Jesucristo, la entrega voluntariamente. San Agustín ha definido lo que hace al mártir: no la condena ni el tormento, sino la causa: por Jesucristo. Los mártires no mueren por cualquier causa, sino por el llamado “odio contra la fe”, y los mártires de todos los tiempos –también los de tiempos recientes- expresan el amor hacia Dios por encima de todo. El martirio es la expresión mayor que pueda existir del amor a Dios. Y un amor tan grande es, a su vez, un don de Dios pues no se funda en la fortaleza humana, sino que proviene de la fortaleza del Espíritu Santo que, en los mártires, a pesar de su debilidad, les lleva a tal grado de amor.

Por eso el Concilio Vaticano II manifiesta que: “Por el martirio, el discípulo se hace semejante a su Maestro… por eso la Iglesia considera siempre el martirio como el don por excelencia y como la prueba suprema del amor. Aunque se conceda a pocos, todos, sin embargo, deben estar dispuestos a confesar a Cristo entre los hombres y a seguirlo en el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca le faltan a la Iglesia” (Lumen Gentium, 42). “La Iglesia siempre creyó que los Apóstoles y los mártires de Cristo, que habían dado con su sangre el supremo testimonio de fe y de amor, estaban más íntimamente unidos a nosotros en Cristo” (Ib.50).

Cuando estamos a punto de aprobar las Constituciones y los Decretos del Tercer Sínodo Diocesano de Madrid, sobre la transmisión de la fe, la beatificación de la hermana María de los Ángeles Ginard Martí nos impulsa a vivir la fe de tal modo que podamos comunicarla a nuestros contemporáneos, de forma singular a los más jóvenes de nuestra comunidad diocesana.

A partir de su beatificación pediremos también al Señor, por intercesión de esta mártir, que nos conceda nuevas vocaciones de especial consagración para el ministerio sacerdotal, la vida consagrada y la dedicación misionera en las nuevas generaciones de jóvenes y que, como Ella, en la Eucaristía encuentren el centro y el sentido de su vida.

Con todo mi afecto y bendición,

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