Mis queridos hermanos y amigos:
Estamos a punto de iniciar la Visita Pastoral en nuestra Archidiócesis de Madrid, más en concreto, en el territorio de la Vicaría V -Lavapiés, Delicias, Embajadores, Usera, Villaverde, Ciudad de los Angeles…-. Desde mi llegada, hace ya tres años, he intentado conocer la Iglesia diocesana, acercándome y visitando personas y comunidades. Ahora se trata de cumplir con esta tarea, que la Iglesia le pide al Obispo desde tiempo inmemorial, de forma detallada y articulada. Y de hacerlo, más que por obligación externa y disciplinar, por una exigencia interna teológica, que brota de la entraña misma del oficio episcopal, tal como lo ha querido e instituido el Señor.
El Concilio Vaticano II nos enseña que «los Obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su persona», en virtud de la gracia del Espíritu Santo que les fue conferida y el carácter con que quedaron marcados por la consagración episcopal (cf. LG 21). Deben pues los Obispos diocesanos hacerse presentes en medio de la porción del pueblo de Dios que les ha sido confiada lo más próxima y concretamente posible, para que el Evangelio, la gracia y el amor de Cristo -«su Rostro»- se hagan cercanos, visibles a todos los fieles. Por ello no es exagerado hablar de «la visita pastoral» como de «un acontecimiento de gracia». Incluso, si la miramos con los ojos de la fe, podremos ver en ella -así lo decímos en la Carta Pastoral que acabamos de hacer pública-: «una de las representaciones visibles, de raíz sacramental, de aquella visita, en la que el Señor, `pastor supremo’ y `obispo de nuestras almas’, como se le llama en la primera carta de San Pedro, ha visitado y redimido a su pueblo» (cf. Para que tengan vida, 3). Con la Visita Pastoral queremos conocer mejor y más evangélicamente nuestra comunidad diocesana para amarla y servirla como quiere el Señor, y en su nombre; o, lo que viene a significar lo mismo, para mostrarle el amor salvador de Cristo que actúa en su Iglesia por el don del Espíritu Santo.
La presencia y la actuación del Obispo en la Visita Pastoral se caracterizarán, en consecuencia, por el servicio apostólico de la predicación, de la santificación, de la comunión -con una atención especial para los pobres, los más débiles y los pecadores- y de la edificación cristiana de las realidades de este mundo. Servicio que ofreceremos vivo y próximo, a los arciprestazgos y a las comunidades parroquiales, de manera que alcance a todos los miembros del Pueblo de Dios: presbíteros, consagrados, religiosos y religiosas, fieles laicos… El amor de Cristo nos empuja a vivir y a configurar la Visita Pastoral en la práctica como una renovada invitación a la conversión y a la vivencia de la comunión eclesial con la decidida vocación evangelizadora que inspira todo nuestro vigente Plan Diocesano de Pastoral y ateniéndose a sus objetivos; y -¿cómo no?- de modo también que la convirtamos en una ocasión eclesialmente relevante, providencial, para acercarnos a nuestros hermanos, los alejados y los no creyentes, con el testimonio compartido de la fe y de la vida cristiana en Jesucristo, el Redentor y Salvador del hombre.
El método o forma práctica que vamos a seguir en su realización va a estar presidido por una palabra, «encuentro»: encuentro de la comunidad eclesial con su Pastor, en la presencia de Cristo, el Señor. Su estilo quisiéramos que llevase las señas del «Buen Pastor». «Queremos animar a quien esté decaído, fortalecer a quien se sienta débil, ofrecer la luz del Evangelio a quien se ve desorientado, buscar al que se ha marchado, acoger con brazos abiertos en nombre de la Santa Madre Iglesia a quien busca la reconciliación» (cf. Para que tengan vida, 10).
La Visita Pastoral, que hoy comienza, cosechará frutos abundantes de fortalecimiento de la fe y del testimonio misionero de todo el pueblo de Dios en Madrid, si la preparamos y emprendemos con espíritu de oración y de humilde confianza en la Gracia del Señor. El acompañamiento de las comunidades de vida contemplativa con su plegaria y oblación diarias, nos es vital, inexcusable. La Visita la realizará el Arzobispo personalmente, junto con sus Obispos Auxiliares, contando con la colaboración de todos: del Sr. Vicario Episcopal en primer lugar, de los Arciprestes, de los Párrocos y de todos los que cooperan con ellos activa y responsablemente en la labor pastoral de la Iglesia. Se reanuda así la tradición reavivada con tanta sensibilidad pastoral por nuestro antecesor el Eminentísimo Sr. Cardenal D. Angel Suquía Goicoechea hace ya algunos años.
«Esperamos que, con la ayuda de Dios, esta visita pastoral a la que damos comienzo en nombre del Señor con gozo y esperanza, se verá bendecida con frutos de conversión al Evangelio, amor a la Iglesia, renovado vigor misionero. Así lo pedimos a Nuestra Señora, Santa María de La Almudena, Madre de la Iglesia» (cf. Para que tengan vida, 10).