Mis queridos hermanos y amigos:
Mañana es el día de nuestra Patrona, la Virgen de la Almudena. Este año celebramos su Fiesta con especial solemnidad. El recuerdo del cincuenta aniversario de su Coronación Canónica que se cumple este 9 de noviembre de 1998 nos mueve e impulsa a una celebración en que la acción de gracias al Señor, el júbilo y la alabanza resuenen al unísono desde lo más hondo del corazón de nuestra Iglesia Diocesana y –hay que esperarlo– del de la inmensa mayoría de los madrileños.
Nuestra mirada, dirigida a este inmediato pasado de la Iglesia y la ciudad de Madrid en los últimos cincuenta años de su historia, se encuentra con la figura de MARIA bajo la advocación de Nuestra Señora La Real de la Almudena. Se la encuentra concitando la devoción creciente y el amor filial de los madrileños que sienten cada vez más cercano su amparo maternal en el curso de su vida personal y familiar, en la trayectoria de su Iglesia después del Concilio Vaticano II e, incluso, en el mismo desarrollo espiritual y humano de su ciudad y comunidad ciudadana. El Madrid de estos últimos cincuenta años es impensable tanto en lo religioso como en lo popular sin la Virgen de La Almudena.
Ya lo percibían así nuestros antepasados que promovieron con gran celo y piedad mariana aquel reconocimiento clamoroso del papel que había jugado siempre la Virgen en la historia cristiana del Pueblo de Madrid, que significó el acto de su coronación el 9 de noviembre de 1948. Una expresión elocuente de esa relación multisecular trenzada de fe y de vida cristiana con sus tristezas, dolores, gozos y esperanzas la encontraban ya en la misma historia de la imagen de La Almudena y de su Templo e Iglesia. Desde aquella lejana noche del 9 de noviembre 1085, en la que se rasga el frente de una torre de la muralla de la Puerta de la Vega y se descubre la imagen del rostro moreno de la Virgen perdida y de nuevo hallada, tan amada del pueblo de Madrid mucho antes de la invasión musulmana, había ido desarrollándose un culto cada vez más rico de formas litúrgicas y artísticas y más sentido popularmente. Destaca una fecha del todo singular: el 3 de noviembre de 1883, el día de la colocación y bendición de la primera piedra en presencia de S.M. El Rey Don Alfonso XII de lo que iba a ser su Santuario definitivo, la Catedral de Nuestra Señora La Real de La Almudena,. En aquella ceremonia fue obligada la evocación agradecida de su primera y joven esposa la Reina Dª Mercedes. Ella había alimentado y animado la iniciativa decisivamente.
Y así lo percibimos nosotros cincuenta años después ante la evidencia de mayores y más luminosas pruebas que nos obligan ya a afirmar la existencia de un indestructible vínculo entre la Iglesia Particular de Madrid y la Virgen de La Almudena. El 1 de junio de 1977 el Papa Pablo VI la establecía y declaraba «principal Patrona ante Dios de la Archidiócesis de Madrid-Alcalá», y Juan Pablo II consagraba personalmente su nueva Catedral el 15 de junio de 1993. La comunidad eclesial de la Archidiócesis matritense quedaba totalmente confiada a su cuidado maternal, y el amor de los madrileños a María se perfilaba como la vía más abierta y más preciada para llegar a su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en todas las necesidades de la vida: las del alma y las del cuerpo.
Mañana vuelve a ser un día señalado –¡grande!– en la historia de Nuestra Señora, la Real de La Almudena: en la historia monumental y artística de su Iglesia y Culto –las obras de la Catedral llegan prácticamente a su término–; y, en la historia espiritual, apostólica y pastoral de nuestra Iglesia Diocesana. Sus hijos e hijas se saben convocados para vivir «la comunión eclesial» con mayor amor fraterno y más exigente dinamismo misionero y a manifestarse más valientemente dispuestos a ser testigos del Evangelio con obras y palabras entre sus conciudadanos y en cualquier parte del mundo. La catástrofe de Centro-América interpela nuestra generosidad de inmediato.
Mañana muchos madrileños, a los que se sumarán SS. Majestades los Reyes de España, los más egregios e ilustres vecinos de Madrid, se reunirán con nosotros para la Eucaristía de la acción de gracias y de la súplica al Señor para que nunca nos falte la protección y la compañía amorosa de su Madre y Madre Nuestra, Santa María de La Almudena. Y en la Procesión de la tarde, precedida de la bendición del Monumento a Juan Pablo II, la honraremos y veneraremos públicamente. Se lo debemos a la Virgen. ¿Habría Fe en Dios viva y operante en Madrid sin Ella y su intercesión mediadora ante su Hijo? ¿Habría respeto y amor al hombre, a nuestros semejantes?
Con mi saludo muy afectuoso en el Señor, y mi bendición.