Mis queridos hermanos y amigos:
Mis queridos jóvenes:
«En tu palabra… ¡podemos!». Con este lema, tomado del Evangelio de San Mateo, del conocido episodio de la madre de los hijos del Zebedeo que pide de Jesús para ellos que los siente a uno a la derecha y al otro a su izquierda cuando reine (Cfr. Mt. 20,20-27), los Obispos españoles invitamos a todos los jóvenes de España a participar en la peregrinación y encuentro europeo de jóvenes en Santiago de Compostela los días del 4 al 8 de agosto próximo. Esta invitación, que hemos hecho nuestra en Madrid con pronto entusiasmo, la renuevo en estos momentos en que el curso escolar y académico finaliza y nuestra Delegación Diocesana de Pastoral Juvenil tiene todo a punto, espiritual, pastoral y logísticamente, para emprender el Camino de Santiago siguiendo su trazado del Norte, por la ruta que viene del principado de Asturias y que introduce a los peregrinos en Galicia a través de la costa cantábrica.
¡Peregrinemos a Santiago, queridos jóvenes, en este último Año Santo Jacobeo de este milenio! ¡Hagámoslo con el espíritu de fe y de seguimiento apostólico de Jesucristo que ha caracterizado todas las grandes peregrinaciones de la juventud de Madrid y de España al Sepulcro de Santiago en este siglo! ¿Cómo no recordar la magna peregrinación de la juventud masculina de Acción Católica de agosto de 1948 de la que fue alma y genio apostólico el presidente nacional, el madrileño Manolo Aparici, luego sacerdote ejemplar, cuya causa de canonización se encuentra en curso? Era una hora decisiva para España y para Europa. Las heridas de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial no habían cicatrizado del todo. El mundo vivía una encrucijada decisiva: ¿Se podría construir el futuro del hombre y de la sociedad, liberadoramente, sin Dios, quizá contra Dios? ¿O, por el contrario, sobre la base de la fe en El, tal como se nos ha revelado? La respuesta de la juventud española fue entonces nítida eligiendo el camino de Santiago: era necesario un renovado encuentro con Jesucristo, el Salvador del hombre.
¿Y cómo no evocar, sobre todo -frescas todavía en nuestras retinas las imágenes de aquellos días inolvidables-, la IV Jornada Mundial de la Juventud con el Santo Padre Juan Pablo II, los días 19 y 20 de agosto de 1989 en el Monte del Gozo, a las puertas mismas de la Ciudad del Apóstol y de su Sepulcro? «El Muro de Berlín», símbolo ominoso del drama de una Europa dividida a lo largo y a lo ancho de todo lo que había significado su historia cristiana, como consecuencia de ideologías ateas y totalitarias y de una guerra devastadora, caería escasamente dos meses después del encuentro con el Papa en Compostela. Los jóvenes europeos y, con ellos, los españoles se veían ante un nuevo reto histórico. El Papa nos marcaba la dirección del futuro: Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. «¡No tengáis miedo a ser santos!».
Diez años después volvemos a recibir la llamada. Es Año Santo en Santiago de Compostela. Vísperas del Gran Jubileo Romano del Año Dos mil del Nacimiento de Cristo. Juan Pablo II nos alerta y anima para que lo vivamos como la hora de Dios para un nuevo anuncio del Evangelio a la humanidad del Tercer Milenio. Las señales de la historia indican que no hay tiempo que perder. «Los signos de los tiempos» son, desde el punto de vista de la fe en Dios y del compromiso salvador con el hombre, reveladores e inequívocos: es preciso evangelizar de nuevo. Es urgentísimo evangelizar a las nuevas generaciones. Nuestra apuesta en la Archidiócesis de Madrid no puede ser otra que la de buscar, preparar y promover con toda nuestra entrega un renovado encuentro de nuestra juventud con Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
Por ello nos ponemos en «camino» para llegar a Santiago de Compostela en los días del encuentro europeo de jóvenes del próximo agosto (PEEJ’99):
* Sabiendo que en su Palabra podremos elegir «su Cáliz» para nuestra vida. Cáliz que se llena de su sangre derramada en la cruz: de su amor al Padre y de su amor al hombre. Cáliz que lo llena la Gracia del Espíritu Santo. En El, que es la Palabra que ha tomado nuestra carne y nuestra sangre en el seno de la Virgen María, escuchada, aprendida, meditada y orada en nuestra peregrinación jacobea, transmitida por la tradición apostólica, que es la auténtica, se encendió la fe de nuestros padres desde el principio hasta hoy mismo.
* Sabiendo que así, en el encuentro pleno con su Palabra y sus Sacramentos -el de la Penitencia, y, sobre todo, el de la Eucaristía-, nuestro corazón, nuestras personas, se curan, experimentan perdón y reconciliación, se abren a la esperanza, conocen y viven el gran misterio y la grandeza diaria del amor y de sus compromisos cristianos.
* Sabiendo que en el «camino de Santiago» se aprende la lección primera y básica del ser cristiano y, en definitiva, la del ser hombre en plenitud: «el que quiera ser importante entre vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos» (Mt. 20,26-28).
Nuestra peregrinación a Santiago, vivida así, «apostólicamente», en la Iglesia, nos convertirá, nos renovará y nos animará en lo más íntimo de nuestro corazón de jóvenes para que al volver a Madrid, al reanudar el próximo curso pastoral, sintamos el deseo ardiente de comunicar a los demás jóvenes madrileños lo que hemos conocido y vivido: la experiencia de un encuentro apasionante y decisivo, el que merece la pena para siempre, el encuentro con Jesucristo. O, lo que es lo mismo, estaremos dispuestos a comprometernos al cien por cien con el primero y más urgente objetivo pastoral de la Iglesia en Madrid. ¡Vamos a evangelizar a la juventud madrileña con el estilo, el ardor y la novedad aprendida de Santiago, el primer evangelizador de España! Lo haremos con el cariño, la ternura y la paciente búsqueda que nos enseña nuestra Madre, María, la Virgen de la Almudena .
En su nombre os invito a peregrinar a la Tumba del Apóstol en Compostela. A Ella y a sus cuidados maternales os confío. Seréis como una nueva aurora de vida y santidad para la juventud de Madrid, de España y de Europa.
«En tu palabra… ¡lo podemos!»
Con mi afecto y bendición,