Mis queridos hermanos y amigos:
Hoy, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, la Iglesia proclama y celebra el Reinado de Jesucristo para los hombres y la humanidad de nuestro tiempo como una Fiesta para la esperanza; con la misma fuerza y el mismo ardor de la fe que en la hora inicial de Pentecostés hace más o menos dos mil años. Como una noticia eminentemente actual: también aquí en Madrid, en España. El Reinado de Jesucristo es ya una realidad definitivamente presente y operante en la historia: en la grande, la de los pueblos, sociedades y naciones, la de la humanidad entera; y, en la pequeña, la de nuestras vidas, en la historia personal de cada uno de nosotros.
Jesucristo consumó ya el misterio de la redención humana, ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la Cruz, instaurando así por la victoria de su Resurrección «un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la å©». La Iglesia es el signo visible e instrumento de esta realidad transformadora y salvadora del hombre y de la historia, hasta que llegue la hora de la revelación y manifestación plena de ese Reino, cuando Él vuelva en Gloria y Majestad para juzgar a vivos y muertos.
La verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz no son ya bienes utópicos e inalcanzables para el hombre; sino realidades y dones que cada uno de nosotros recibe por la gracia del Espíritu Santo. Que recibe toda la familia humana. Que actúan con un vigor nuevo —el del amor de Cristo— en nuestra conciencia personal y en la conciencia social de cualquiera de las comunidades humanas dispersas en la geografía del mundo. Su poder es más fuerte que el del odio, del pecado y de la muerte. Sí, la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz triunfan y triunfarán. También en España, la del año dos mil, la de las «mil esperanzas» —celebrábamos el miércoles pasado con sentimientos de gozo y gratitud al Señor el Vigesimoquinto Aniversario de la proclamación como Rey de España de su Majestad el Rey D. Juan Carlos I—, y la azotada por una crudelísima escalada de sangrientos y criminales atentados terroristas.
Los Obispos españoles, reunidos en Madrid la semana que acaba, se sumaban a mis palabras sobre el terrorismo, pronunciadas en el discurso de inauguración de la 75 Asamblea Plenaria de la CEE:
«Todavía nos embarga la conmoción y consternación de los últimos atentados terroristas que han sembrado nuestra geografía de asesinatos, de sangre, dolor y lágrimas. El fenómeno del terrorismo es, sin duda alguna, nuestro más grave problema; atenta vilmente contra el más sagrado e inviolable de los derechos de la persona humana: el derecho a la vida; contra la verdad y la libertad de las personas y de los grupos, y, por tanto, contra los fundamentos de la convivencia social. El terrorismo es la mayor de las negaciones de la justicia y de la caridad: una gravísima inmoralidad.
No admite cobertura ideológica alguna.
Es necesario que los creyentes, pastores y fieles, nos preguntemos, sin rehuir responsabilidades, si hemos aportado cuanto estaba en nuestras manos para llevar a cabo la necesaria conversión moral y espiritual que permita —con la colaboración de todos— la superación y la erradicación del terrorismo.
Evangelizar hoy en España incluye el imperativo de hacer ver la necesidad del camino de la conversión a Cristo «realizando la verdad en el amor». Una sociedad cercana a Dios no dejará espacio al terrorismo ni a sus causas. No hemos de olvidar que la ideología totalitaria, de la que se nutre el terrorismo de ETA, se basa en el propósito de construir la ciudad de los hombres al margen de Dios y despreciando su Amor y su Ley».
En este contexto de conversión y renovación cristianas hemos dispuesto que en todas las Diócesis de España se incluyan desde ahora mismo en todas las celebraciones litúrgicas y especialmente en las de la Eucaristía, preces de los fieles por el cese de todas las acciones terroristas y por la paz. En cada Diócesis —y así lo haremos también en nuestra Archidiócesis de Madrid— se propondrá e impulsarán otras iniciativas pastorales con esta misma intención: la superación y erradicación del terrorismo.
A la Virgen María, a Ntra. Señora de La Almudena, le encomendamos los frutos de esta campaña de oración, de penitencia y de compromiso apostólico a fin de que el Reinado de Jesucristo se haga realidad creciente en los corazones y en la conciencia colectiva de todos los españoles: el Reinado de la verdad y de la vida, la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz.
Con todo afecto y mi bendición,