No perdemos la esperanza
Mis queridos hermanos y amigos:
La Parroquia de Nuestra Señora de las Fuentes -una parroquia joven en un barrio joven de Madrid, el Barrio del Pilar- ha sido noticia de primera plana en los medios informativos madrileños en la semana pasada, y lo seguirá siendo con toda probabilidad en los próximos días. Su iglesia ha de ser derribada por orden de la autoridad judicial. Es verdad que el derribo se circunscribe a una parte del edificio; pero al tratarse del presbiterio del templo, un elemento decisivo y principal en su configuración funcional y arquitectónica, es todo el conjunto el que se verá afectado sin remedio con esta medida. La Iglesia de notable factura, desde el punto de vista de su concepción y realización litúrgica y estética, y de un indudable valor artístico, ha sido construida con una generosísima aportación de los fieles y constituye para ellos y sus familias «el hogar espiritual» donde han alimentado su vida cristiana desde una, dos y hasta tres generaciones. Allí han vivido la experiencia diaria de la presencia salvadora de Jesucristo en medio de sus casas y en el corazón mismo de sus preocupaciones y esperanzas, de los dolores y gozos que acompañan el camino de nuestra existencia hasta la Casa del Padre. La iglesia parroquial es de por si el marco ordinario e inmediato para «ver al Señor», aquel lugar en el que se cumple, dentro del entorno cálido y próximo de la familia eclesial y humana, lo que Jesús, en réplica al Apóstol Felipe en el diálogo mantenido con sus discípulos sobre su marcha al Padre, tal como nos lo relata hoy el Evangelio de San Juan, les decía: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Cfr. Jo. 14,1-12).
¿Cómo no comprender la situación de sufrimiento, disgusto dolorido y grave inquietud de la comunidad parroquial y de sus sacerdotes, latente siempre a lo largo de los muchos años de procesos judiciales, tan difíciles de desentrañar y discernir, y que se manifiesta ahora en toda su crudeza? ¿Y, sobre todo, cómo no compartirla desde lo más hondo de la comunión eclesial por parte de todos los fieles de la comunidad diocesana y de su Pastor? Máxime cuando la Parroquia y la Archidiócesis se han atenido siempre en la edificación del templo y del centro parroquial a los términos fijados en la licencia municipal. Dato, cuya relevancia para un análisis objetivo del problema y su valoración, no podrá ser nunca lo suficientemente ponderado.
Nuestra unión con la Parroquia de Nuestra Señora de las Fuentes queremos expresarla a través de esa fórmula primera y fundamental de la comunión eclesial que es la oración: la oración cristiana, la de la súplica al Padre por Jesucristo, el Mediador glorioso y definitivo de todos los dones de la salvación; en el Espíritu Santo, que nos abre el alma y lo más íntimo de la libertad a la confianza y al amor de Dios y de los hermanos. Siempre es posible el milagro de la conversión de los hombres y el cambio subsiguiente de sus opciones y decisiones de vida. Aún hay tiempo. En cualquier caso, la oración nos prepara simultáneamente para atravesar los momentos más difíciles de la vida con la fuerza y el estilo de los que aman a Dios, siguiendo el itinerario de la Cruz gloriosa de su Hijo, con la paciente y firme esperanza de que todo se transforma en gracia para los que creen y aman al Señor. Es en la Ley de Dios donde se funda en ultimidad nuestro respeto y acatamiento de la autoridad legítimamente constituida, aunque sus decisiones nos sean muy difíciles de entender y de explicar especialmente si se las mira a la luz de una lectura guiada por los criterios éticos de una justicia planteada y practicada con el sentido de equidad de la que es moralmente inseparable. Lo que importa, en definitiva, es procurar que no le falten a la comunidad parroquial en el futuro los servicios adecuados y dignos, y que pueda de este modo continuar por mucho tiempo su múltiple y variada acción evangelizadora, sacramental y social en esa zona del noroeste de la capital, tan popular y tan necesitada de una presencia cristiana, apostólicamente dinámica.
Con la confianza firme de que, ocurra lo que ocurra, todo puede y debe redundar en gracia y santificación para todos nosotros y para una mejor dotación pastoral de la muy querida Parroquia de Nuestra Señora de las Fuentes, nos encomendamos a Ella, a María, «Consoladora de los afligidos», «Auxilio de los Cristianos», «Fuente de Bondad y Madre de Misericordia», para que nos otorgue su protección maternal: la que permite superar todo desaliento y afirmarnos en la gracia y en la ley de Dios en esta hora y siempre. Jesucristo, su Hijo, es «la piedra angular», «el camino, la verdad y la vida»(Cfr. 1Pe. 2,4-9; Jo. 14,6).
¡No perderemos la esperanza!
Con todo afecto y mi bendición,