“Coincidiendo con la celebración en Sevilla de la Cumbre de la Unión Europea al final de la Presidencia española de la misma, la banda asesina ETA ha vuelto a perpetrar sus actos terroristas en diversos lugares de España. Aunque se han causado importantes daños materiales, no ha habido, gracias a Dios, víctimas mortales; los heridos han sido leves y, en cuanto al más grave, su vida no corre peligro. Sin embargo, ante el dolor de tantas víctimas ya de ETA, el dolor de sus familias, y el de tantos, constante e inmediatamente, amenazados, en Vascongadas y en toda España, no es posible quedar indiferentes.
El Cardenal Arzobispo de Madrid y sus Obispos Auxiliares, con el mismo sentir de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en su última reunión celebrada esta última semana, expresan una vez más “la condena tajante y sin paliativos del terrorismo de ETA, que constituye un desprecio a la vida humana, don sagrado, y un atentado gravísimo contra el hombre, imagen del mismo Dios”. Y subrayan también que “dicha condena incluye asimismo a todos los que directa o indirectamente lo toleran, lo justifican o le dan cobertura”. E igualmente reiteran “el apoyo y cercanía de la Iglesia a las víctimas del terrorismo, viendo en ellas el rostro doliente de Cristo, y alentando en esta tarea a las instituciones políticas y sociales”.
Como ya señaló el señor Cardenal Arzobispo de Madrid en su exhortación pastoral de la pasada semana, “los católicos españoles, estén donde estén –en Madrid, en el País Vasco…, en cualquier parte de España–, tienen aquí una urgente prueba de toque de la autenticidad de su fe y de su amor a Cristo”. Cuantos más directamente sufren las consecuencias del terrorismo de ETA –dice también el cardenal Rouco– “se constituyen para todo cristiano, sea cual sea su vocación y misión dentro de la Iglesia, en una versión nueva, extraordinariamente actual, de la figura del pobre del Evangelio en el que se manifiesta el rostro de Cristo, al que hay que proteger, cuidar y amar eficazmente, con el compromiso privado y público de las palabras y de las obras, empeñadas en su defensa y servicio incondicional, por encima de cualquier otra consideración humana, del tipo que sea, que habrá de pasar necesariamente a un último plano, mientras no se erradique totalmente la amenaza terrorista”.
Por último, exhortan a todos los fieles a perseverar en la oración a Dios por la paz, y renuevan, con la Comisión Permanente del Episcopado español en su citada última reunión, “el compromiso de la Iglesia en la eliminación del terrorismo desde el ámbito de su misión específica”: invocando la ayuda de Dios, y ofreciendo a toda la sociedad la única Luz y la única Fuerza que salva al mundo: Cristo Redentor del hombre, “el único nombre que se nos ha dado bajo el cielo en el que podamos ser salvos”. Sólo en Él, ciertamente, podemos reconocernos siempre y en todo lugar como verdaderos hermanos, en un mundo “donde ya no hay judío ni griego, hombre ni mujer, esclavo ni libre, porque todos somos uno en Cristo Jesús””.