Queridos diocesanos:
La cercanía de la solemnidad del Corpus Christi me mueve a dirigirme a vosotros para exhortaros a participar en los actos que cada año pretenden avivar la fe y la devoción al misterio eucarístico que, como ha recordado recientemente el Papa Juan Pablo II, vive la Iglesia. Ciertamente, «la Iglesia vive de la Eucaristía» (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 1); en ella tiene el manantial de su vida y hacia ella tiende todo lo que realiza durante su peregrinación en este mundo. La Eucaristía es el centro de la fe y del culto cristiano y el tesoro que esconde todas las riquezas de la gracia, por la sencilla razón de que es el mismo Cristo. Gracias a ella hemos conocido el amor de Cristo, que se entregó a sí mismo, en el sacrificio de su Cuerpo y Sangre, y, gracias a ella, podemos caminar con seguridad hacia la patria definitiva porque es el aliento que anticipa, ya aquí, el banquete del Reino de los cielos. Como Sacrificio y como Banquete, la Eucaristía nos permite entrar en la misteriosa comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
En su reciente encíclica sobre la Eucaristía, Juan Pablo II nos recuerda a los Pastores de la Iglesia nuestra misión de animar «el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente en las especies eucarísticas» (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristía, 25). La solemnidad del Corpus Christi es la mejor ocasión para invitar a toda la Diócesis a la contemplación y adoración de Cristo presente entre nosotros hasta el fin de la historia en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Venid y adoremos a Cristo. Venid y saciemos nuestra hambre y nuestra sed de vida eterna, participando en la mesa en la que el Hijo de Dios nos ofrece la comida y la bebida de la inmortalidad. Os invito, pues, a participar en la solemne celebración eucarística que tendrá lugar el día 22 de Junio, a las 19,00 horas, en la explanada de la Catedral, al término de la cual comenzará la procesión del Santísimo Sacramento por las calles de Madrid. Invito de modo especial a los sacerdotes, ministros de la Eucaristía; a los religiosos y religiosas y miembros de Institutos seculares, a los movimientos y asociaciones apostólicas, y a todos los fieles cristianos, a que participen en esta solemne liturgia que pretende dar gloria a Cristo, Pan vivo bajado del cielo, y acrecentar la comunión eclesial. Los ecos de la Visita del Santo Padre en nuestras almas, todavía tan vivos, nos alientan a todos a reunirnos de nuevo como Iglesia Diocesana en torno a Jesús Sacramentado.
Como preparación a esta solemnidad, y según la tradición ya implantada en la Diócesis, nos congregaremos la víspera, 21 de Junio, a las 21,00 horas en la Catedral, para celebrar una vigilia de adoración a Cristo de modo que podamos gustar que «es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13,25), palpar el amor infinito de su corazón» (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 25). De ahí nacerá, sin duda, el deseo de amar como Él nos amó y de llevar a los hombres el testimonio de nuestra caridad, cumpliendo así lo que dice san Juan: «En esto hemos conocido la caridad, en que Él dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1Jn 3,16).
Con el deseo de que todos, sacerdotes y comunidades cristianas, seáis portavoces de estas celebraciones y animéis a participar en ellas, os espero con gozo para que todos juntos alabemos a Dios por este gran Sacramento y demos testimonio público de la fe en Cristo resucitado, siempre presente en su Iglesia.
Con mi afecto y bendición,