La España de 2004 peregrina de nuevo a su Sepulcro
Mis queridos hermanos y amigos:
La solemnidad del Apóstol Santiago que cae este año en Domingo y por ello da razón y argumento para un nuevo Año Santo ¡año de gran Perdonanza!, trae al primer plano de la atención pública el hecho de una España que viene peregrinando al Sepulcro del Apóstol Santiago a lo largo del año masivamente. El Camino de Santiago se puebla de peregrinos como nunca. La vieja y venerable crónica de la peregrinación medieval en su siglo de oro, contenida en el “Liber Sancti Jacobi”, en el famoso “Codex Calistinus”, empalidece con sus datos e impresiones sobre la multitud de los peregrinos que desde los Pirineos recorrían la ya vieja ruta francesa en esos siglo XII y XIII del máximo fervor jacobeo, si se la compara con la realidad actual de la peregrinación a Compostela. ¿Será verdad pues que España este año se encuentra en estado de peregrinación? ¿La sociedad española se ha convertido en “peregrina de Santiago” en este año Santo del 2004?
A primera vista, parece que sí. Es verdad que muchos de los que emprenden a pie el Camino de Santiago, sobre todo, los que siguen su curso y trayecto clásico, el del llamado “Camino Francés”, lo hacen motivados por el gran despliegue de la publicidad cultural y turística que han promovido instituciones de todo tipo, no en último lugar, las Administraciones públicas. Curiosidad, diversión, tiempo libre que se quiere aprovechar para una forma no convencional de descanso y de vacación juegan ciertamente su papel en la primera decisión de muchos de los caminantes y visitantes de Santiago en este Año Jubilar; pero resulta no menos verdadero que para no pocos de estos curiosos y turistas que frecuentan en la actualidad el camino de los Peregrinos jacobeos, sin quererlo y mucho menos sin pretenderlo expresamente, se sienten tocados y reclamados en lo más hondo de sus almas por los riquísimos y múltiples signos de la tradición cristiana con los que se encuentran en su andadura hacia Santiago: desde los lugares de oración y culto monásticos hasta los de la acogida dispuesta y presentada con los sentimientos de la caridad de Cristo por hospitaleros y fieles cristianos de toda condición. La gracia del Señor, la cercanía silenciosa de su Madre hacen el resto. Al llegar a la meta, a la Catedral del Apóstol, se ha producido el milagro de la conversión; se han encontrado con su Señor y Salvador Jesucristo. La vida les ha cambiado radicalmente.
Estas historias entrañables y hondas de las conversiones individuales, experimentadas en el Camino de Santiago y que se repiten tantas veces, se nos asemejan a signos e indicios veraces de lo que está ocurriendo en general con la sociedad española, al menos en la reflejada en los medios de comunicación social, en este Año Santo. Por un lado se deja atraer y hasta fascinar por ese difuso encanto que rodea la aventura del Camino de Santiago y la propia Ciudad del Apóstol, pero resistiéndose a llegar al fondo espiritual y cristiano de lo que el hecho jacobeo significa para la autocomprensión de sí misma y de su historia y, en especial, de todo lo que implica y ofrece para una verdadera renovación de sí misma en la línea del servicio integral a la persona humana y de una concepción de la vida rica en humanidad y transida de esperanza. Y, sin embargo, y a pesar de las apariencias en contrario, esta España peregrina al Sepulcro del Apóstol Santiago da la impresión de no ser del todo insensible a la necesidad de vivir un verdadero proceso de retorno sincero a las fuentes de su fe cristiana, a las raíces evangélicas de su ser histórico y a la esperanza trascendente de que se ha alimentado siempre; en una palabra, de querer reconocer sinceramente delante de Dios que está necesitada de conversión a Jesucristo, Crucificado y Resucitado por nosotros y nuestra salvación, si quiere triunfar sobre el pecado y sus consecuencias de injusticias e insolidaridades sin fin. ¿Habrá captado de verdad esta necesidad urgente la conciencia colectiva de los españoles que en tan gran número y con tanto entusiasmo peregrinan a Santiago de Compostela en este primer Año Santo del Tercer Milenio? Confiamos que sea así; que, al menos, en las almas de los jóvenes peregrinos, tan numerosos y animosos, haya prendido la inquietud espiritual por España y por su futuro. Hoy mismo los jóvenes madrileños se ponen en camino hacia Santiago desde la Catedral de Oviedo. Con ellos va la ilusión de un nuevo tiempo para el anuncio y el testimonio del Evangelio de la esperanza en España.
Para que España se reencuentre en Santiago de Compostela con el Evangelio de Jesucristo que ha modelado su alma a lo largo de los siglos e inspirado y sostenido, sirviendo a Dios, su más grandes empresas históricas en bien del hombre, dirigimos hoy, día de Santiago, nuestra petición y súplica filial a María, la Madre del Señor y Madre nuestra, Santa María de los peregrinos, Virgen del Camino, atenta siempre a que no perdamos la senda que conduce a su Hijo, aquella que desde su Pilar en Zaragoza alentó a Santiago en su predicación del Evangelio a los españoles. ¡Quiera ella ayudarles y auxiliarles en el itinerario interior de una nueva conversión, en esta hora histórica tan densa de interrogantes y peligros, pero también tan llena de esperanzas!
¡Dios ayuda y Santiago!
Con todo afecto y mi bendición,