Catedral de la Almudena, 11.III.2005
Al finalizar el funeral del primer aniversario por las víctimas del brutal y execrable atentado terrorista del 11 de marzo del pasado año, que se unía en una forma de máxima crueldad y de desprecio del hombre −¡bombas en trenes abarrotados por la buena gente de Madrid y de sus alrededores que acudían a su lugar de trabajo o estudio como todas las mañanas de una normal jornada laboral− a la larga historia de los horribles zarpazos del terrorismo en nuestras muy queridas ciudad y comunidad de Madrid, quiero agradecer con sentido y respetuoso afecto la presencia, siempre delicada, de Sus Majestades los Reyes de España y de sus Altezas los Príncipes de Asturias en esta celebración eucarística que la Iglesia en Madrid ha ofrecido por nuestros hermanos muertos en el atentado del 11-M y en los demás atentados cometidos aqui en las últimas décadas.
Agradezco igualmente que hayan acudido a la Catedral de Nuestra Señora de La Almudena para este funeral de exequias el Excmo. Sr. Presidente del Gobierno y representantes de las más altas instituciones del Estado, de la Comunidad de Madrid y de la Ciudad de Madrid.
¡Que Dios se lo pague a todos!
Por, los sentimientos de gratitud y de cercanía fraterna más honda van dirigidos a los familiares de las víctimas, a sus seres queridos, amigos y conocidos. ¡Que se hayan sentido reconfortados con la Palabra de Dios, con la participación en la mesa del Sacrificio Eucarístico y con nuestra plegaria ¡Que se hayan sentido queridos por todos nosotros, sus hermanos en el Señor!
Y, finalmente, no puedo por menos de expresar el reconocimiento agradecido de toda la comunidad diocesana de Madrid −de sus pastores y fieles− al Sr. Nuncio Apostólico, y a todos los Arzobispos y Obispos de España, entre los que se encuentra el Sr. Obispo de Bilbao, Presidente de nuestra Conferencia Episcopal, por su gesto fraternal de querer acompañaros en la concelebración de esta Eucaristía presidida por el Cardenal-Arzobispo de Madrid. Con su participación y presencia hemos sentido la cercanía espiritual y la oración de toda la Iglesia en España, unida a nosotros en los sufragios por los fallecidos y en las súplicas por todas las víctimas del atentado y por sus familiares.
¡La última palabra, la de la justicia solidaria, la del amor misericordioso, la de la esperanza que no defrauda, la de la paz verdadera, es la de los hombres que ama el Señor! Florecerá ciertamente al final de este largo camino de la victoria sobre el terrorismo!
De corazón: ¡Muchas gracias! ¡Que Dios les bendiga y nos bendiga a todos en los nobles e imprescindibles empeños de toda la sociedad en la erradicación definitiva del terrorismo!
¡Que Dios bendiga a España y al mundo!