A propósito de la lección académica del Santo Padre
en la Universidad de Ratisbona
Mis queridos hermanos y amigos:
En un encuentro memorable con un numerosísimo grupo de universitarios de Baviera en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona el pasado 12 de septiembre, el Papa, Benedicto XVI, visiblemente emocionado, pronunciaba una lección magistral sobre el tema “Fe, Razón y Universidad. Reflexiones y Recuerdos”. El que había sido durante casi una década de docencia universitaria catedrático de Teología Dogmática de aquella entonces joven Facultad de Teología, al filo de los años sesenta y setenta del pasado siglo –los más creativos y fecundos científica, espiritual y eclesialmente de su rica labor teológica–, retornaba a la cátedra de la Universidad para desarrollar “académicamente” una espléndida reflexión teológica sobre un tema de candente actualidad. Con la extraordinaria viveza intelectual y con la luminosa percepción de “los signos de los tiempos, impregnada de espíritu de fe y de riguroso pensamiento, que le había caracterizado siempre, Benedicto XVI sitúa a su auditorio ante lo que podía ser considerada como la cuestión de la que, en definitiva, está pendiendo el futuro no sólo de Europa y de las culturas, enraizadas en la tradición cristiana, sino de de toda la humanidad; y que no es otra que el problema del recto planteamiento de la relación entre la fe y la razón. El Papa lo plantea y dilucida brillantemente y precisa las bases intelectuales necesarias para su solución, teórica y práctica.
¿Le es imposible a la razón llegar hasta el conocimiento de Dios? ¿Puede la razón humana arrogarse la posibilidad de demostrar que Dios no existe, encerrándose a sí misma, orgullosamente, en un conocimiento de la realidad puramente empírica y materialista?
O, colocándose en la perspectiva de la experiencia religiosa, ¿es posible creer en Dios ignorando y despreciando el discurso y conocimiento racional del hombre? Aún más ¿es posible trasmitir la fe en Dios al margen y hasta en contra de la razón y de la libertad de la persona humana; recurriendo, incluso, si interesa, al uso de la violencia?
Benedicto XVI responde a estas preguntas, que se han convertido en cruciales para toda la familia humana, con la claridad de ideas y el estilo dialogante, propios del testigo y servidor de la verdad y de la paz, y no solamente como un extraordinario pensador y eminente universitario ¡uno de los más excelentes de nuestro tiempo! sino como Papa, como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo, llamado a confesar que el Verbo de Dios “el Logos” –que “significa tanto razón como palabra”– se hizo hombre y habitó entre nosotros. “Dios –el Creador y Redentor– actúa con logos”, recuerda luminosamente el Papa. Es decir, Dios “ha actuado y actúa lleno de amor por nosotros. Ciertamente, el amor sobre-pasa el conocimiento, y es por esto capaz de percibir más que el simple pensamiento; sin embargo, permanece como amor del “Dios-Logos”. Dios no actúa amándonos irracionalmente, aunque sí amándonos mucho más allá de lo que la razón pudiera alcanzar o dar de si; mucho más allá de lo que nuestra libertad y nuestro corazón, heridos por el pecado, pudieran sospechar y soñar. “No actuar razonablemente (no actuar de acuerdo con el Logos) es contrario a la naturaleza de Dios”.
El Occidente, otrora cristiano, no tendrá futuro si se cierra “a este gran logos” y a “esta amplitud de la razón”, a la gran verdad de Dios, que apremiantemente busca y necesita el mundo tanto en la vida privada como en la pública. Las consecuencias de su negación vendrán en forma de disolución ética y de desintegración social, cultural y jurídico-política. Y, por supuesto, con una razón que ha expulsado la verdad de Dios de su horizonte intelectual y vital, el mundo Occidental no será capaz de articular con el Islam un diálogo que pueda preservar los mínimos internacionales de la paz: un diálogo en que el respeto a “lo sagrado” quede fuera de toda duda. Tampoco habrá un futuro de solidaridad, de progreso, de libertad y de paz para nuestros hermanos del Islam si se oponen al diálogo de la verdad y de la caridad: la verdad y la caridad de Dios.
A nuestro Santo Padre le debemos en esta hora histórica de la humanidad, gratitud filial y un empeño creciente en la oración por El: por su persona y su ministerio. ¡Le debemos afecto y amor obediente e incondicional de hijos!
Lo encomendamos, especialmente hoy, al amor maternal de la Virgen María, Virgen de La Almudena, para que lo sostenga y reconforte a él que es para la Iglesia eminentemente el Vicario de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo
Con todo afecto y mi bendición,