En su primer Centenario
Mis queridos hermanos y amigos:
El pasado día 21 de octubre celebrábamos en la Capilla-Iglesia del Seminario Conciliar de Madrid el I Centenario de su Dedicación. Con la solemnísima ceremonia litúrgica se coronaba el 21 de octubre del año 1907 el largo proceso de las obras del bello edificio neo-mudéjar que iba a albergar la comunidad de seminaristas de la recién estrenada Iglesia diocesana madrileña después de su separación de la Archidiócesis de Toledo y de su erección canónica como una nueva Iglesia Particular para un territorio y una población del todo singular: la de la Capital de España y su provincia.En aquella memorable jornada, la nueva Diócesis de un pujante Madrid sentía el gozo de haber dado un paso decisivo para su futuro: futuro fecundo en el servicio al Señor, a Jesucristo, el Sumo y Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza, y a los hermanos, a la población madrileña cada vez más numerosa y compleja, muy necesitada de ministros de Cristo: de su Evangelio, de sus Sacramentos de su Eucaristía, de su presencia salvadora de Buen Pastor que cuida a sus ovejas, que cura a las heridas y busca amorosamente a las alejadas de su rebaño, la Iglesia. ¡La sociedad madrileña de comienzos del siglo pasado con sus realidades sociales, culturales y humanas, gravadas pesadamente por la cuestión social y por la crisis nacional e ideológica de aquella España de la que la ciudad de Madrid era cabeza y centro de irradiación política, necesitaba evangelización honda, presencia y cercanía de un Obispo con un Presbiterio propio, cercanos evangélicamente al pueblo de Madrid, a sus familias y, no en último lugar, a sus dirigentes sociales y políticos. La historia de ese siglo del Madrid contemporáneo, del Madrid rompeolas de toda la problemática de la España del siglo XX, nos mostrará como el Seminario Conciliar de su Iglesia Diocesana irá formando humana, espiritual, académica y pastoralmente generaciones y generaciones de sacerdotes, verdaderos testigos y servidores del Evangelio, sin los cuales no se comprenden muchas de las mejores páginas de la historia del Madrid popular, el de la gente sencilla, que sufría, esperaba y recibía luz, consuelo y fortaleza de Dios para la superación, en el día a día, de los grandes retos de una vida, tantas veces complicada y difícil. Casi dos mil sacerdotes, ordenados en estos cien años, mártires muchos, algunos declarados santos por la Iglesia o a punto de serlo, 23 obispos, 17 de sus seminaristas, también mártires, constituyen la prueba irrefutable de una fecundidad espiritual y apostólica espléndida.
La historia de este primer siglo del Seminario Conciliar de Madrid se nos presenta pues como una verdadera historia de gracia, experimentada y correspondida casi siempre ejemplarmente por sus protagonistas: por los Obispos Diocesanos, por sus colaboradores más inmediatos en la dirección y formación de los seminaristas, por los incontables sacerdotes y fieles, consagrados unos y laicos otros, que apoyaron con la oración perseverante, con la ayuda económica y con el aprecio del amor fraterno la siembra de la semilla de la vocación en la comunidad diocesana y su crecimiento y maduración en la comunidad del Seminario. Las vicisitudes históricas, por las que fue atravesando y configurándose el itinerario institucional de nuestro Seminario a lo largo de este primer siglo de su existencia, fueron las propias de la Iglesia y de la sociedad madrileña de su tiempo, inserta en el curso de la historia particular y de la historia universal, tan frecuentemente dramático. Nuestra guerra civil con sus antecedentes, en el curso de la misma y en la postguerra, lo marcó hondamente. El camino de la Iglesia hacia el Vaticano II y la aplicación de su doctrina y orientaciones lo configurarán después en su estructura formativas, en su vida interior y en su proyección diocesana con rasgos eclesialmente imborrables. Su imagen actual resulta incomprensible sin ese gran acontecimiento de gracia extraordinaria que supuso el Concilio para la Iglesia Universal.
En la recreación de la memoria histórica de nuestro Seminario nos encontramos de lleno con una especial providencia del Buen Pastor. Ella es su explicación última, la explicación verdadera y auténtica, la que ilumina todos sus trasfondos humanos y eclesiales y aclara el horizonte de su presente y de su futuro en el corazón de la Iglesia Diocesana en estos sus primeros andares del siglo XXI. Consciente toda ella, cada vez más lúcidamente, de su responsabilidad misionera, si quiere ser fiel a Jesucristo, su Señor y Maestro, en esta hora histórica en la que ha sido convocada y llamada por Él, con una insistencia que no puede ser desoída, a la Evangelización de sus hermanos, especialmente de los más jóvenes y necesitados. Nuestro Seminario Conciliar, del que han nacido en la última década los Seminarios de las Diócesis hermanas de Getafe y Alcalá de Henares y a cuyo lado ha surgido y se ha afianzado el Seminario Misionero Redemptoris Mater de Madrid, ha de ocupar el lugar espiritual y apostólico más principal en la acogida y respuesta fiel a esa llamada urgente del Señor a la Iglesia Diocesana de Madrid para que avive con el mejor fervor de sus santos su vocación evangelizadora. Vocación, hecha un “presente vivo” y actual a través del III Sínodo Diocesano, que reclama una proyección pastoral inmediata en “la Misión Joven de Madrid”.
Ante esta historia de gracia, concretada en un sinfín de gracias especiales, recibidas en estos cien primeros años de vida de nuestro Seminario, no nos cabe delante del Señor otra actitud que la de la acción de gracias ¡sincera, auténtica! que ha verificarse y de mostrarse en el acompañamiento espiritual y pastoral por parte de toda la comunidad diocesana, encabezada por su Obispo Diocesano, sus Obispos Auxiliares y todo su Presbiterio. Acompañamiento con la oración, acompañamiento con el fomento de las vocaciones sacerdotales, acompañamiento, en fin, con todos los recursos espirituales y materiales que el Seminario actualmente precisa. A la joven Facultad de Teología “San Dámaso”, erigida por nuestra Archidiócesis, le compete un papel excepcionalmente valioso en la formación académica de los seminaristas y, consiguientemente, una tarea eclesial de máxima importancia para el presente y el futuro de nuestro Seminario Conciliar y de los otros Seminarios hermanos de Madrid.
En la celebración eucarística del Centenario decíamos que si el Seminario es el corazón de la Diócesis, su capilla es el corazón del Seminario ¡Allí está el Señor eucarísticamente presente! ¡el Señor con la oblación sacerdotal de su Cuerpo y de su Sangre para la salvación del mundo! ¡Allí está presente “El Amor de los Amores”! El futuro de nuestro Seminario ¡“su porvenir”! serán tanto más fecundos eclesial y apostólicamente cuanto más viva toda la comunidad de sus formadores y seminaristas de esa verdad central del corazón de Cristo, aprendiendo y dejándose conducir del Corazón de María, su Madre, la Santísima Virgen, la Inmaculada, la Virgen de la Almudena.
Con todo afecto y mi bendición,