Quince años después
Mis queridos hermanos y amigos:
Hoy celebramos el decimoquinto aniversario de la Dedicación de nuestra Santa Iglesia Catedral de La Almudena. En la tarde del 15 de junio de 1993 asistíamos con emoción al rito litúrgico y a la Eucaristía solemnísima en el que se enmarcaba, presidida por el Siervo de Dios, Juan Pablo II. Un empeño de la joven Diócesis de Madrid, iniciado en los momentos primeros de su historia con la ilusión pastoral de que la nueva comunidad diocesana madrileña contase con el edificio que merecía ser su Iglesia-Madre, “símbolo y hogar visible de la comunidad diocesana presidida por su Obispo, que tiene en ella su cátedra”. Empeño proseguido con tesón incansable y sacrificios sin cuento a lo largo de todo el siglo XX por los Obispos y fieles de Madrid sin dejarse vencer por el cansancio físico y espiritual y los múltiples y azarosos contratiempos que la historia iba interponiendo en el camino. Tanta generosidad cristiana no podía por menos de ser recompensaba con la terminación de un hermoso Templo, dedicado a la Santísima Virgen de La Almudena, patrona de todos los Madrileños que ese día se dedicaba al culto y a la alabanza del Señor por el Santo Padre.
La nueva Catedral de Madrid venía a sustituir a la histórica Iglesia Colegiata de San Isidro que había cumplido provisionalmente, aunque con toda dignidad, esa función desde la erección de la nueva Diócesis madrileña. La nueva Catedral de “La Almudena” había sido concebida y construida según los cánones estéticos vigentes en el Arte de comienzos del siglo XX por insignes arquitectos y artistas de la Capital de España, siendo sometida en su fase final a una hermosa y noble adaptación de acuerdo con las orientaciones y mandatos del Concilio Vaticano II. El día de su dedicación solemne brindaba la ocasión oportuna para la acción de gracias que el propio Santo Padre Juan Pablo II aprovechó en su Homilía, mostrando “su agradecimiento, en nombre de Jesucristo y de la Iglesia, por la culminación de este gran templo” a todos los que habían contribuido a su construcción: a la Casa Real, que tuvo un papel decisivo en los comienzos de la obra, y ha seguido alentándola después; al Presidente del Gobierno y a las numerosas empresas que han ayudado a su edificación; a las instituciones, que, junto al Arzobispado, han formado el Patronato, a saber: el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad Autónoma, Caja Madrid y la Asociación de la Prensa madrileña; al arquitecto y a los trabajadores, que han dado a la obra su saber y su energía; a las parroquias, congregaciones religiosas y asociaciones de fieles… a todos los que han contribuido con su aportación económica, y a la Iglesia y al pueblo de Madrid… gratitud, de modo especial, al Pastor de esta Archidiócesis, el Señor Cardenal Ángel Suquia Goicoechea”. Quince años después, quisiéramos renovar la gratitud expresada por el Papa a las instituciones y personas a las que se dirigió con palabras de sentido reconocimiento en aquella ceremonia memorable. Gratitud a la que quisiéramos dar hoy expresión eucarística recordando en nuestra plegaria en la Santa Misa a todos los benefactores insignes que Juan Pablo II detalló y rogando por las intenciones de los que están vivos y encomendando al amor misericordioso del Señor a los que han fallecido ya.
Entre tanto, nuestra Catedral de La Almudena ha sido testigo de los acontecimientos pastoralmente más importantes de la vida de la Iglesia Diocesana y de algunos de gran significado para la vida de Madrid y de España, gozosos muchas veces y, en otras, humanamente trágicos. Pero, lo más valioso que ha ocurrido en esta quincena de años de historia de “La Almudena”, desde el punto de vista de la misión de la Iglesia y de su presencia en el Madrid de los años espiritual y apostólicamente tan densos del paso de un siglo y un milenio que fenecían a otros que amanecían, fue el crecimiento desbordante del amor del pueblo cristiano de Madrid a su Catedral junto con la participación piadosa y entusiasta en su Liturgia; pero, sobre todo, la difusión prodigiosa por todo Madrid de la veneración a nuestra Patrona, Nuestra Señora, la Virgen de La Almudena, que ha penetrado y continua penetrando las almas y los corazones de los madrileños de todas las capas sociales como una invitación apremiante al seguimiento de Jesucristo, su Divino Hijo. ¡La Virgen de La Almudena, su Catedral –lugar por excelencia del culto y la alabanza eucarística de la Iglesia diocesana madrileña– y Madrid se han fundido en un amor de la Madre a sus hijos madrileños y de éstos a su Madre del Cielo! Amor que nadie, por la Gracia de Dios, podrá romper jamás.
Juan Pablo II en la citada Homilía de la Liturgia eucarística del día de la dedicación ponía de manifiesto el nexo íntimo que existe entre la alabanza a Dios, la acción de gracias y la plegaria que se ofrecía al Padre en la nueva Iglesia Catedral por la mediación sacerdotal de Cristo y con la gracia del Espíritu Santo y la misión evangelizadora de la Iglesia. Decía el Papa: … “este día de la dedicación de la Catedral ha de ser para toda la comunidad diocesana una apremiante llamada a la nueva evangelización a la que he convocado a la Iglesia”. De los quince años transcurridos desde aquel 15 de junio de 1993, tan importante para la historia de la Iglesia en Madrid, se puede decir con toda objetividad que han sido de una intensa y consecuente acción de evangelización por parte de la Iglesia diocesana con una culminación: celebración del III Sínodo Diocesano y “la Misión Joven”, fecunda apostólicamente en sus efectos de llevar el Evangelio a las nuevas generaciones de los madrileños, a las familias y a toda la sociedad del Madrid actual con y en el espíritu de la Nueva Evangelización, alentada por Juan Pablo II. Consideramos, pues, como una especial providencia del Señor, el Buen Pastor, el que guía a su Iglesia por los caminos difíciles de la historia en la siembra de las semillas del Evangelio, que en esta celebración litúrgica de la Solemnidad de la Dedicación de nuestra Santa Iglesia Catedral podamos llamar y convocar a toda la Diócesis a la evangelización de las familias, de los jóvenes y de toda la sociedad madrileña por medio de una Carta Pastoral que hoy hacemos pública. Nos proponemos, con la gracia del Espíritu Santo, anunciar y vivir el testimonio de la familia como vida y esperanza del mundo. Serán tres años en los que queremos concentrar en la pastoral de la familia la acción pastoral de los sacerdotes, de nuestros consagrados y de los fieles laicos, en continuidad espiritual y apostólica con “la Misión Joven”. Se trata de “redescubrir la propia vocación al amor vivida gozosamente en la Iglesia”. La pastoral familiar –decimos en nuestra Carta– “es así un signo especialmente manifiesto y creíble del amor que Cristo como Esposo ha concedido a su Iglesia”.
A Ella, la Madre del Amor Hermoso, en la advocación de La Almudena, que desde hace siglos guarda los muros de nuestra Villa como los de un hogar, dirigimos los deseos y las ilusiones de las familias de nuestra Diócesis y a Ella le pedimos que nos abra los caminos de esta nueva Evangelización a la que nos sentimos llamados ¡Muestra que eres Madre!
Con todo afecto y mi bendición