Los retos pastorales del curso 2008/2009

“LA MISIÓN” EN LA FAMILIA Y CON LOS JOVENES

Mis queridos hermanos y amigos:

Iniciamos nuestro curso pastoral 2008/2009 simultáneamente con el curso escolar. No se trata de una mera casualidad, ni tampoco de una opción pastoral oportunista o aprovechada, sino de la consecuencia práctica de la percepción de un aspecto esencial de la misión de la Iglesia, que trasmite la fe y evangeliza al hombre de todos los lugares y tiempos; pero, además, de un aspecto de máxima actualidad para la Iglesia en Madrid y en España, ante el momento actual de la sociedad y de la cultura que nos envuelve. ¿Es que es posible la transmisión de la fe en profundidad de modo que llegue a lo más hondo del corazón del hombre y lo transforme y, así, pueda ir surgiendo “el hombre nuevo” y “una humanidad nueva”, salvada por Jesucristo, sin la familia, más aún, sin la familia cristiana? La pregunta puede y debe extenderse a la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, en cuanto “es en Cristo” como signo, instrumento y “a modo de Sacramento” de la unión del hombre con Dios y de los hombres entre sí (cfr. LG 1): ¿es concebible la Iglesia y su constitución más íntima sin la familia que brota del Sacramento del matrimonio? La respuesta de la fe en su diálogo con la razón y con la vida es inequívoca: la familia, fundada en el verdadero matrimonio entre el hombre y la mujer, es la fuente del amor y de la vida humana en todas sus dimensiones, incluida la más fundamental: la del conocimiento vivo de la verdad y del bien, o, lo que es lo mismo, la del conocimiento del amor que verdaderamente puede salvar al hombre en el tiempo y más allá: ¡para toda la eternidad! La familia no es un invento del hombre o una realidad que el hombre pueda manipular a su antojo sin consecuencias en orden a la posibilidad de conseguir la auténtica felicidad. ¡Nada más alejado de la verdad del hombre creado a imagen de Dios, ni más alejado de la experiencia de la historia y del presente de la familia! Todos los experimentos socio-políticos y jurídicos efectuados con el modelo de familia, ensayados bajo la justificación del cambio de los paradigmas culturales, han debido de ser revisados sin demora, como lo demuestra lo sucedido en la primera mitad del siglo XX en toda Europa.

Y, si la familia viene constituida así “desde el principio”, desde el momento creador de Dios, como fuente del amor y de la vida y, consiguientemente, del propio conocimiento de Dios, ¿cuánto más había de ser constituida la Familia en el plan redentor del Dios –que se hace “el Dios con nosotros” en su Hijo, encarnado, muerto y resucitado para que el hombre pudiese vencer al pecado y a la muerte– sacramentalmente como la Iglesia doméstica, donde se aprende a conocer el amor nuevo con toda la densidad humano-divina del amor de Cristo, el de la gracia del Espíritu Santo sin el cual no hay salvación?

Comienza este curso escolar para las familias madrileñas y españolas con viejos y nuevos problemas que se interponen gravemente en su vocación humana y cristiana de ser fuentes de la verdad, del amor y de la vida que nos salva. Las dificultades más recientes de índole económica, y que pueden amenazar a algunas o a muchas familias con la sombra del paro o con la imposibilidad de responder a créditos contratados para adquirir su vivienda –dificultades especialmente gravosas para los jóvenes matrimonios y para las familias numerosas–, se suman a otras de gran trascendencia para el bien y el futuro de sus hijos y de los mismos esposos, incluso para la estabilidad y la armonía de su matrimonio. Los factores socio-cultural y políticamente dominantes dificultan extraordinariamente la realización de su vocación de esposos y de padres y madres de familia cristiana. La transmisión de la fe a sus hijos en el seno de la familia con las palabras, los gestos y los hechos, expresión de su amor de padres que se donan para que ellos conozcan a “Dios que es amor”, les resulta cada vez más costoso frente a los programas y modelos de vida materialista que tientan poderosamente a las jóvenes generaciones desde los medios audiovisuales de comunicación hasta la calle y que se infiltran también en el medio-ambiente escolar. En este curso se encuentran, además, con una asignatura, “Educación para la Ciudadanía”, programada y desarrollada didácticamente como una verdadera enseñanza de la doctrina sobre el hombre y la moral personal y social, impuesta por el Estado, que les impide ejercer su derecho fundamental de educar a sus hijos moral y religiosamente según su conciencia; derecho que les reconoce explícitamente la Constitución Española en su Artículo 27,3.

Familia y Juventud son, pues, nuestros retos pastorales para el curso 2008/2009. El “reto” en la vida pastoral, y en el ejercicio de la misión de la Iglesia, representa siempre una gracia especial. El Señor le muestra dónde, cómo y de qué de forma concreta, viva y responsable, puede y debe ser fiel al amor de Cristo y al amor de los hermanos en un momento preciso de la historia. El Señor actúa a través del Espíritu Santo: de sus carismas, a veces extraordinarios, y dones.

Nuestra Carta Pastoral –“La Familia: Vida y Esperanza para la Humanidad”– del pasado 15 de Junio, Solemnidad de la Dedicación de nuestra Santa Iglesia Catedral de La Almudena, ofrece el marco doctrinal, espiritual y pastoral para abordar ese reto hasta el curso 2010-2011 con el buen espíritu del Evangelio. La Jornada Mundial de la Juventud, que por gracia especialísima del Señor –puesta de manifiesto en la elección benevolente del Santo Padre– tendrá lugar en Madrid en agosto del año 2011, nos invita a una preparación espiritual y pastoral intensa en estrecha conexión con nuestra pastoral familiar ¡“La Misión Joven” rejuvenece –valga la expresión– con el apasionante y bello horizonte del encuentro de todos los jóvenes del mundo con el Santo Padre para mostrar al mundo al verdad, la belleza y el gozo del Amor del Corazón de Cristo Resucitado!

En el dulce Corazón de nuestra Madre, la Santísima Virgen María, Virgen de La Almudena, depositamos todas nuestras plegarias de hijos, rogándole que nos acompañe en este camino de querer ser testigos y apóstoles de su divino Hijo para una nueva primavera de la fe y de la vida cristiana en Madrid.

Con todo afecto y mi bendición,