Queridos diocesanos:
En este año sacerdotal la solemnidad del Corpus Christi centra nuestra mirada en la persona de Cristo que, como Sumo Sacerdote del Pueblo cristiano, nos convoca para darnos el Pan de vida eterna. El lema de este año, La Eucaristía, pan de vida eterna, nos ayuda a comprender quién es Cristo y qué clase de pan es el que nos da como alimento de nuestras vidas. Cristo es la Vida misma, que, por el misterio de la Resurrección, ha vencido a la muerte. Sus palabras son de vida eterna y Él mismo es Resurrección y Vida. La Iglesia vive gracias a Él y los cristianos le confesamos Señor de la vida y de la muerte.
En la última cena, Jesucristo nos dio el Pan bajado del cielo que había prometido. Su carne es verdadera comida y su sangre es verdadera bebida. Por ello, quien come su carne y bebe su sangre tiene en Él la vida eterna y resucitará el último día. La Eucaristía es, por tanto, la comida de la inmortalidad, el pan de vida eterna. No hay mejor banquete que éste ni mejor promesa de vida que la que encierra en sí el pan y el vino que los sacerdotes consagran en el nombre del Señor. La Eucaristía nos permite unirnos a Cristo y vivir de Él como miembros de su Cuerpo, disfrutando ya ahora de la inmortalidad futura. Cuando nos acerquemos a la Eucaristía, comulgamos con pureza de corazón y adoramos la presencia del Seños en la especies sacramentales, aseguramos la victoria sobre la muerte y anunciamos que un día nos sentaremos en la mesa de Cristo en el Reino de los cielos.
No debemos olvidar que el Pueblo cristiano recibe este pan de vida eterna gracias al ministerio de los sacerdotes de Cristo, ministros de la Nueva Alianza. Sin ellos no podríamos disfrutar de este sacrificio y banquete. Al actuar en el nombre y en la persona misma de Cristo, los sacerdotes están unidos íntimamente al sacramento del altar, para el que son ordenados y del que se convierten en administradores humildes y fieles. Por voluntad de Cristo, ellos no ofrecen la Eucaristía como alimento de nuestra vida y estímulo para la santidad. El día del Corpus Christi es un día eminentemente sacerdotal, en el cual se hace patente el designio de Cristo, que en la última Cena dijo a sus apóstoles: “Haced esto en memoria mía”. Al decirles que hicieran lo que Él hizo, no sólo les pidió que celebraran un rito, sino que se entregaran como Él para que el mundo tuviera vida eterna. Por eso, para los sacerdotes, celebrar la Eucaristía es la mayor exigencia de santidad y de identificación con Cristo, Buen Pastor. Orad por ellos y ayudadles en su misión, especialmente en momentos que arrecian las críticas y se menosprecia su ministerio. Si Cristo se consagró por ellos, los cristianos deben amarles y sostenerles en sus dificultades.
Os invito, finalmente, como es tradicional a participar en la solemne Eucaristía que presidiré con el presbiterio diocesano como signo de la unidad de la Iglesia en la solemnidad del Corpus Christi, que continuará con la procesión por nuestras calles de Madrid con el Señor Sacramentado, Pan de Vida eterna. Es una forma gozosa de proclamar nuestra fe en Aquel que, en la Eucaristía, se inmola y se da en comida.
Con mi afecto y bendición,