“La Iglesia: comunidad de fe, caridad y esperanza”
Carta del Emmo. Cardenal-Arzobispo en el día de la Iglesia Diocesana
Madrid, 14 de noviembre de 2010
Queridos diocesanos:
El domingo, 14 de Noviembre, celebraremos el día de la Iglesia diocesana bajo el lema La Iglesia: comunidad de fe, caridad y esperanza. Con esta jornada pretendemos acrecentar la conciencia de que por el bautismo pertenecemos al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, a la que debemos amar y servir con todo nuestro ser. Para ello, al recibir las aguas bautismales, Dios nos infunde las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, gracias a las cuales podemos mantener nuestra vida cristiana. Por la fe, creemos en Él, como Verdad absoluta; por la esperanza, lo deseamos como plenitud de nuestra felicidad; y por la caridad, lo amamos por encima de todas las cosas. Sin estas virtudes no podemos ser cristianos ni vivir plenamente como miembros de su Iglesia.
La Iglesia no es una sociedad meramente humana construida por el esfuerzo de los hombres. Es obra de Dios, que la edifica permanentemente por medio de su Espíritu que actúa en nosotros. Es una comunidad de fe, caridad y esperanza. Porque estas virtudes, al relacionarnos con Dios, nos hacen instrumentos idóneos para la edificación de su Iglesia y trasformación del mundo. Por eso el Concilio Vaticano II nos recuerda que el apostolado individual al que están llamados todos los cristianos es «el testimonio dado por toda una vida laical que se alimenta de la fe, de la esperanza y del amor» (AA 16). Este testimonio, que obliga a todos los bautizados sin excepción, hace que la Iglesia brille en el mundo como lugar donde Dios es adorado, esperado como Bien supremo y amado por sí mismo. Y, al mismo tiempo, con este testimonio, los cristianos construimos un mundo nuevo, que tiene en la Iglesia su comienzo.
Vivir animados por la fe, la esperanza y la caridad se traduce en vivir siempre en tensión hacia la vida eterna, que ya ha comenzado y ayudar a la Iglesia en su misión. Creemos en Dios cuando amamos a los hombres como hijos suyos; esperamos en Dios cuando procuramos la felicidad de nuestros hermanos, que sufren por tantos motivos; y amamos a Dios si al mismo tiempo amamos a nuestros semejantes. El día de la Iglesia diocesana nos urge a crear esa comunidad de fe, caridad y esperanza en la que todos los hombres puedan reconocer al Dios vivo y verdadero gracias al testimonio de los cristianos. La ayuda que necesita la Iglesia para construir templos y centro parroquiales, sostener las obras de Cáritas, mantener el Seminario y las instituciones de enseñanza, y, en definitiva, llevar a término su misión evangelizadora, es el fruto de una vida de fe, esperanza y caridad. Una fe sin obras está muerta; una fe verdadera actúa y se hace patente en la caridad. Os invito, por tanto, a vivir vuestra relación con Dios fortaleciendo las virtudes teologales. Si vivimos así, la Iglesia se edificará sobre el testimonio de nuestra vida y, como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, gozará del favor de los hombres, porque descubrirán en ella el esplendor de la misma vida de Dios en el corazón de sus hijos. Así hizo María, cuando llena de fe, esperanza y caridad, una vez concebido en su seno el Hijo de Dios, fue presurosa a visitar a su pariente Isabel y ayudarla en todas sus necesidades. Es la perfecta imagen de la Iglesia que, habitada por Dios, no deja de mirar las pobrezas de los hombres. Nuestra Iglesia diocesana ha recibido, además, en este curso, del Santo Padre un encargo pastoral excepcional: organizar la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011, en agosto del próximo año. Necesitamos la colaboración generosa de todos.
Con mi bendición y afecto para todos,