Madrid, 18 de diciembre de 2010
Mis queridos misioneros y misioneras:
Estamos ya a las puertas de la Navidad, de la gozosa celebración del Nacimiento del Hijo de Dios, concebido en el seno de Santa María Virgen por obra del Espíritu Santo, que viene a salvarnos. ¡Él es la Salvación! No hay mayor motivo de alegría, de alegría desbordante, que la venida del Señor a nuestro mundo, a nuestra casa, a cada uno de nosotros, y por eso abrimos de par en par nuestro corazón para acogerle a Él, y en Él se realiza el milagro de nuestra unidad, en un abrazo verdadero que llega hasta los últimos confines de la tierra. Por muchos que sean los kilómetros que nos separan, en Jesús estamos unidos, formamos un solo cuerpo, siempre, y de modo especialísimo, ciertamente, estos días de la Navidad.
Para mí, es ya una gozosa tradición escribiros en estas fechas a los que estáis lejos de vuestros hogares, familias, pueblos y nación, y lo hago con el deseo de estar muy cerca de vosotros en estos días, con nuestros misioneros de Madrid que estáis repartidos por los cinco continentes. En especial estos días, no puedo, ni quiero, olvidarme de vosotros y de vuestro trabajo misionero, que encomiendo con frecuencia al Señor, y que en estos momentos pongo ante el Portal de Belén. Miro al Niño, y en sus ojos os contemplo a vosotros, porque sé que estáis en el Corazón de Jesús, que os bendice y os anima en vuestras luchas por el Evangelio. El Señor es el primer Misionero que, siendo Dios, se «anonadó», tomando la condición de esclavo, para traer la Buena Noticia de la Redención a la tierra, porque «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». De esa voluntad de Cristo participamos sus discípulos, y sin duda de un modo muy particular todos vosotros, enviados a lo largo y ancho del mundo, para que vuestra vida muestre, más y más cada día, la presencia viva de Jesucristo, el Enviado del Padre, para la salvación de todos.
Como bien sabéis todos, y desde vuestros lugares de misión venís ya preparándolo, 2011 va a ser un año muy importante para nuestra Iglesia diocesana, y para toda la Iglesia en España. El Santo Padre ha tenido a bien elegir a Madrid para la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Será la tercera semana de agosto, y sabemos que las calles y plazas madrileñas rebosarán de jóvenes venidos de todas las partes del mundo, llenando de alegría y de esperanza nuestra ciudad porque van a ser confirmados y fortalecidos en la fe por el sucesor de Pedro, «arraigados y edificados en Cristo». Muchos de ellos han recibido la fe y han conocido el amor de Dios y la necesidad de la Iglesia en sus vidas por vuestra presencia en sus pueblos, ciudades y naciones, y vendrán a Madrid alentados por vosotros, que los habéis acompañado en su camino de fe y de espíritu apostólico. Otros no vendrán directamente de vuestra mano, pero sin duda lo harán porque la obra misionera de la Iglesia ha llevado la fe cristiana a sus familias y sociedades. Por eso, esta gran fiesta que mostrará al mundo entero la belleza de la Iglesia de Cristo, «una, santa, católica y apostólica», va a ser de un modo bien significativo fruto de vuestro trabajo y esfuerzo, de vuestros sacrificios y renuncias. Os vamos a tener, por tanto, muy presentes en esos días de la JMJ Madrid 2011. Sabemos que los que no podáis venir físicamente, estaréis muy unidos a nosotros en espíritu, y esperaréis el regreso de vuestros jóvenes llenos de esperanza. Su presencia en la Jornada Mundial de la Juventud, ciertamente, será un acicate en su vida cristiana cuando vuelvan. Rezad por ellos, y por los frutos de este gran encuentro de los jóvenes con el Papa, que puede ser definitivo para muchos, ¡ojalá que para todos!
Como en los años anteriores, tendremos también la Fiesta de las Familias, que en esta ocasión será el domingo 2 de enero próximo, en la madrileña Plaza de Colón, bajo el lema «La familia cristiana, esperanza para Europa», con participación de familias de toda España, y también de muchos países europeos. A la Eucaristía, también este año precederá el rezo del «Ángelus» del Papa, con su Mensaje especial a todos los congregados en Madrid. Encomendad en vuestras oraciones el fruto de esta gran celebración de la Fiesta de las Familias.
Concluyo ya esta carta, agradeciéndoos vuestra vida, y pidiendo al Niño Dios que, desde la cuna de Belén, os bendiga y os llene de sus gracias y dones, para que viváis con alegría y llenos de la esperanza verdadera estos días de Navidad, y todo el año que comienza. Que la Virgen Santísima, nuestra Señora de la Almudena, os acompañe en vuestras luchas por el Evangelio con su amor y su consuelo maternal. Os encomiendo a vosotros y a vuestras familias. Yo también me encomiendo a vuestras oraciones. ¡Feliz Navidad, y un año 2011 lleno de las bendiciones de Dios!
Con mi afecto y mi bendición,