Mis queridos hermanos y amigos, queridos jóvenes:
Faltan solamente cien días para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Madrid los días 16 al 21 del próximo agosto. ¿Cómo no recordar hoy, a cien días de su celebración, aquella inolvidable mañana del domingo 23 de julio del año 2008, cuando al finalizar la solemne celebración eucarística con la que concluía la vigésimo tercera Jornada Mundial en Sydney, el Santo Padre convocaba a los jóvenes del mundo a Madrid en el año 2011? El anuncio del Papa fue acogido con un jubiloso y agradecido entusiasmo no sólo por los jóvenes madrileños y españoles, sino por toda la inmensa multitud de los jóvenes católicos que participaban en la magna Eucaristía en el hipódromo de la gran urbe australiana. Desde ese momento hasta este día de la Fiesta de los voluntarios y de las familias en “el Madrid-Arena”, próxima ya la nueva y gran cita de Madrid con el Papa, no hemos dejado de prepararnos y disponernos espiritual y pastoralmente para que la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid con el Santo Padre, acompañado por Obispos y presbíteros provenientes de todas las diócesis del mundo, vuelva a ser la ocasión providencial para un hondo, auténtico y gozoso encuentro con Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, que llama a los jóvenes en su Iglesia para que sus vidas muchas veces mustias y rotas y, otras, frescas y vigorosas se enraícen y edifiquen en Él, el único que puede ofrecerles y darles la verdad, la esperanza y el amor; el único que puede mostrarles la buena dirección y acompañarles en el camino que les lleva a la auténtica y duradera felicidad: ¡más acá y más allá de la muerte!
La Iglesia Particular de Madrid, encargada por el Papa de la organización de este magno acontecimiento eclesial −sin duda el más excepcional de toda su historia−, es receptora simultáneamente de un don singular y de una responsabilidad pastoral sin precedentes que le confía el Pastor de la Iglesia Universal en orden al gran y actualísimo objetivo de la nueva Evangelización de los jóvenes del Tercer Milenio. Don y responsabilidad que, en definitiva, nos viene del mismo Señor y Pastor invisible de la Iglesia y de nuestras almas, de Jesucristo Resucitado, y que hemos venido acogiendo y asumiendo con mucho fruto a lo largo de los más de dos años intensos de plegaria, de escucha de la palabra de Dios, de celebración de los sacramentos y de dar a conocer a la Iglesia y a toda la sociedad madrileña, especialmente a sus jóvenes, lo que significa y significaría la organización de la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud para una renovación cristiana de la juventud de Madrid ¡vigorosa e ilusionada! La peregrinación con la Cruz y el Icono de las Jornadas Mundiales por toda nuestra geografía diocesana y urbana nos hizo entrever la enorme potencialidad evangelizadora que encierra ese gran instrumento de pastoral juvenil nacido del singular carisma apostólico del Beato Juan Pablo II y diseñado pastoralmente por él. ¡Su recta final está ya aquí! La inminencia, pues, de lo que va a ser una nueva, bella y fecunda hora de la gracia y del Espíritu para la Iglesia y para sus jóvenes; más aún, la certeza de que nos encontramos a las puertas de un nuevo “Pentecostés” que renovará sus corazones y sus proyectos de vida con un encendido amor a Jesucristo, se nos impone con una evidencia pastoral inesquivable. Urge la respuesta: respuesta personal y comunitaria. Una respuesta que ha de ser decidida, comprometida y generosa.
Primero: en la acogida y en el acompañamiento de los jóvenes peregrinos que llegarán a Madrid como “una riada juvenil nacida en las fuentes de todos los países de la tierra”.
No cabe otra actitud ante ellos que la del amor fraterno, lúcido en el servicio y presto a la entrega a una causa verdaderamente apostólica: la de la evangelización y de la santificación de los jóvenes de este tiempo de la Iglesia tan cargado de expectativas misioneras y de esperanzas de que el Señor Jesucristo Resucitado triunfará. Su reflejo ha de mostrarse en el número y la calidad de los voluntarios. Son muchos ya los que han puesto a disposición de la inmensa tarea de la preparación técnica, humana y pastoral de la Jornada Mundial horas incontables de trabajo, competencia profesional, colaboración de sus familiares ¡todo lo mejor de sí mismos!… con mucha fe y amor a Jesucristo y a su Iglesia: ¡mucho amor a los jóvenes! ¡El Señor no regateará la recompensa! ¡Sois muchos y seréis más! Así sucederá también con las familias madrileñas: de la Ciudad y de la Comunidad de Madrid. Su sentido proverbial de la hospitalidad cristiana las animará a recibir a los jóvenes peregrinos y a abrirles las puertas de sus casas según el tan conocido lema “benedictino” del “hospes sicut Christus”: de tratar “al huésped como a Cristo”. Nuestras familias podrían ser para esa juventud del mundo, que va a responder a la llamada del Santo Padre para acudir a Madrid en número incontable, uno de los mejores signos y testimonios del amor cristiano que palpita en el corazón de los madrileños.
Segundo: nuestra respuesta ha de manifestarse especialmente sensible a la llegada y a la presencia del Santo Padre, el Pastor visible de la Iglesia Universal, el Papa Benedicto XVI.
El Papa llegará a Madrid en el nombre del Señor para conducir a los jóvenes de toda la Iglesia, peregrinos con sus Obispos y Sacerdotes en la Jornada Mundial de la Juventud, a un nuevo y decisivo encuentro con Jesucristo: “su amigo”, “su Señor” ¡su Salvador! El Papa busca y espera de los jóvenes de esta hora de la Iglesia y del mundo un nuevo Sí a su Evangelio: un Sí firme, valiente y transformador de sus vidas. Como lo hizo Juan Pablo II en la memorable Eucaristía del Monte del Gozo en la IV JMJ en Santiago de Compostela el 20 de agosto del año 1989, les dirá: ¡No tengáis miedo a ser santos! ¡Sed fieles a la vocación de ser “apóstoles” de vuestros compañeros, los jóvenes del mundo! ¡Ganadlos a todos para Cristo!
Tercero: finalmente, la respuesta de la Iglesia diocesana de Madrid y, principalmente, la de sus jóvenes, ha de ser la de la participación.
Diligente en la oración por los frutos naturales y sobrenaturales de la Jornada Mundial de la Juventud, en la participación activa en las actividades pastorales y apostólicas de su preparación inmediata y, sobre todo, en la celebración de la misma Jornada: en sus actos centrales y en todo el rico conjunto de su programación. ¡Aprovechemos a fondo la gracia excepcional de este “nuevo Pentecostés” de los jóvenes del mundo que por la confianza y benevolencia del Santo Padre Benedicto XVI para con nosotros va a celebrarse en Madrid! ¡No más demora en las inscripciones! ¡Los sacerdotes, las familias, los educadores… etc. ayuden a nuestros jóvenes a hacerlo pronto!
La tarea, que hemos asumido al servicio de la Iglesia y de su pastoral juvenil, es de unas proporciones materiales y espirituales nada comunes, ¡inconmensurables! La cercanía amorosa de la Madre del Señor y Madre nuestra, la Virgen María, “Virgen de La Almudena”, nos alienta y sostiene con ese vigor y dulzura sobrenaturales que solo Ella, con su mediación ante su divino Hijo, puede transmitir. A María, “Vida, dulzura y esperanza nuestra”, en este mes de mayo, tan suyo, nos confiamos.
Con todo afecto y mi bendición,