Mis queridos misioneros y misioneras:
¡Feliz Navidad! Es éste un momento muy especial para la Iglesia, y en definitiva para toda la Humanidad. Lo es sin duda para cada uno de nosotros. Celebramos el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, y sé que, para cada uno de vosotros, los misioneros que estáis predicando con vuestra palabra y con vuestra vida que Cristo está vivo, es también un momento de profundo agradecimiento al Señor por vuestra vocación y vuestro trabajo apostólico. Yo me uno a vosotros y a vuestra acción de gracias a Dios por el don de la vocación misionera y por la oportunidad que Dios os está concediendo para que muchos otros hermanos nuestros puedan vivir con alegría la celebración del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios y de María Virgen.
Cada año, por estas fechas, os escribo esta carta, que no es para mí una obligación más, sino un momento de gracia, también para mí como pastor de la Iglesia diocesana de Madrid. Cada año, en la solemnidad de la Ascensión del Señor, que es cuando en nuestra diócesis celebramos la Jornada del Misionero Diocesano, hacemos el envío de los que han de partir a la misión «ad gentes». Para mí es un momento de gran alegría, y de gran responsabilidad. La Iglesia en Madrid os ha enviado «para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure». Ahora, al llegar la Navidad, no puedo menos que recordar ese momento y dar gracias al Señor por ver vuestros rostros alegres y deseosos de ir allí donde la Iglesia os envía. El recuerdo de vuestro trabajo y de vuestra entrega me anima y alegra al ver que Jesucristo es conocido y amado hasta en los pueblos más lejanos. A pesar de las dificultades y de los obstáculos, que sin duda existen, vuestra presencia y vuestra actividad apostólica hacen posible que, en estos días, muchos hombres y mujeres de nuestro mundo sepan que existe Dios y que ese Dios los ama tanto como para hacerse hombre, para hacerse un niño, compartir nuestra vida temporal y así hacernos participar de la Suya, eterna.
Como ya os decía en mi carta del pasado año, este 2011 ha sido un año muy especial para nuestra Iglesia diocesana, y para toda la Iglesia universal, con la celebración de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. Ha sido, ciertamente, un año profundamente misionero, no sólo por la presencia de muchos de vosotros y de tantos jóvenes venidos desde vuestras ciudades y misiones, sino también, y muy especialmente, por el espíritu misionero que el Santo Padre Benedicto XVI le ha dado a este Encuentro extraordinario, animando y motivando a los jóvenes a vivir su vocación cristiana como verdaderos misioneros de Cristo, de Quien han recibido el mandato de ir a todo el mundo a llevar la luz de la Verdad y del Amor, que es Él mismo. Los frutos de la JMJ de Madrid 2011 ya están siendo patentes, y con nuestra oración y nuestra perseverancia, sin duda, lo estarán siendo más cada día. La semilla sembrada en el corazón de los jóvenes no dejará de dar sus buenos frutos, también para la vida misionera. Esta vocación específica la sentirán no pocos de ellos, que han de meditarla en la presencia de Dios, y no tener miedo alguno en seguirla. Pero, en realidad, a todos los que, de un modo u otro, han participado en la JMJ, el Señor les irá abriendo más y más el corazón para que descubran que allí donde hayan de estar tienen que manifestar, con sencillez y, a la vez, con valentía y convencimiento su fe, su esperanza y su amor cristianos.
Quiero también compartir con vosotros la alegría, un año más, de la celebración de la Fiesta de las Familias, que en esta ocasión será el viernes 30 de diciembre, en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Será en la madrileña Plaza de Colón, bajo el lema «Gracias a la familia cristiana ¡hemos nacido! Los jóvenes de la JMJ», y habrá también un Mensaje especial del Papa. No dejéis de orar por el fruto de esta hermosa Fiesta de las Familias.
Concluyo ya esta carta, subrayando que vuestra vida y vuestro trabajo misionero es muy importante para toda la Iglesia, para nuestra diócesis y para mí, como obispo vuestro. Agradezco de corazón vuestras cartas y todas las noticias que me llegan por medio de la Delegación de Misiones, con vuestras inquietudes y vuestras esperanzas, que sigo muy de cerca, y que encomiendo especialmente en estos días de Navidad, ante el Niño Dios. A Él le pido que os bendiga y os llene de sus gracias y dones, para que viváis con alegría y llenos de la esperanza verdadera. Que la Virgen María, nuestra Señora de la Almudena, os acompañe en vuestros trabajos y luchas por el Evangelio con su amor de Madre. Os encomiendo a todos vosotros y a vuestras familias, al tiempo que yo también me encomiendo a vuestras oraciones. ¡Feliz Navidad, y un año 2012 lleno de las bendiciones de Dios!
Con mi afecto y mi bendición,