Mis queridos hermanos y amigos:
¡Santa y feliz Navidad! En la medianoche cuando las horas del nuevo día comenzaban a sonar nacía de nuevo Jesús ¡el Mesías, el Señor! Nacía para nosotros: para la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Fue un “nacimiento” singular. Hondamente espiritual, incluso, “místico”; pero acontecido realmente en el bellísimo marco de una celebración litúrgica, modelada por muchos siglos de fe y piedad profundamente cristianas ¡Lo que había ocurrido hace dos mil años en Belén de Judá, y que el Evangelista San Lucas narra con tanto primor y ternura, se hizo actualidad para nosotros hijos e hijas de la Iglesia del año 2011 y, con nosotros, para toda la familia humana! Se cumplían las promesas y profecías del viejo Pueblo de Israel. El Pueblo elegido desde todos los siglos para preparar su venida. ¡Nos nacía el Salvador!
Proclamar esta noticia y dejarla que impregne nuestra propia vida, la ilumine y guíe por caminos de un futuro de felicidad y de paz es hoy el motivo y el contenido festivo de nuestra celebración. De la celebración de la Eucaristía en primer lugar, y, también, de nuestra propia fiesta en la familia, con los amigos y en la sociedad. Si cada uno de nosotros vive la Navidad personalmente como una oportunidad de la gracia que Dios le ofrece para reconducir y renovar el itinerario interior de su alma a través de una conversión de la conciencia a la luz y a la gracia de Dios, la nueva Navidad significará un momento nuevo para acertar con la senda que conduce a la felicidad: a la propia y a la de todos los que nos rodean; se traducirá y expresará en una nueva crecida del torrente del Amor verdadero que viene de Dios, que es el Amor, y a Dios conduce que es la felicidad. El Santo Padre nos insta de nuevo en estos tiempos de una crisis dura y dolorosa como pocas, si nos proponemos superarla de raíz, a dirigir la mirada a Jesucristo, el Redentor del hombre que nos nace de nuevo en Belén y, así, a hacer posible un verdadero proceso de reforma moral de las conciencias en la sociedad y en el mundo. Es claro, si la Navidad se celebra santamente en la vida personal y, sobre todo, en el seno de la propia familia, se abrirá la puerta del consuelo y de la esperanza para todos los que sufren las consecuencias de esta crisis, en la que el pecado, ¡rechazo de la gracia de Dios! ha jugado y juega un papel decisivo. También para superar las crisis históricas con éxito son necesarios los santos.
No podemos olvidar que este año la fiesta de la Sagrada Familia se celebra después de la inolvidable experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud, que trajo a Madrid alrededor de dos millones de jóvenes, que se nos mostraron como testigos de una contagiosa esperanza para la Iglesia y para la sociedad. La mayoría de ellos serán llamados a fundar nuevas familias cristianas que llenarán de alegría a la Iglesia de Cristo. Nuestro encuentro del próximo 30 de diciembre en la Plaza de Colón para la gran celebración de la Eucaristía de las familias cristianas de Madrid, de toda España y de Europa quiere servir de momento privilegiado para que estos jóvenes de la JMJ 2011 de Madrid puedan manifestar a sus padres ante el mundo la gratitud que les deben por haberles dado la vida y haberles trasmitido la fe en Cristo, Redentor del hombre. Honrar al padre y a la madre es un mandamiento del Señor que nos urge no sólo al respeto y a la pasiva y fría obediencia hacia ellos, sino a mucho más: ha profesarlos un amor agradecido verdaderamente filial por esos dones de la vida y de la fe, que de ellos hemos recibido, y que los convierte en signos del amor creador y misericordioso de Dios, nuestro Padre del cielo, que nos perdona y ama entrañablemente.
Vuestra presencia en esta celebración eucarística, queridos fieles y familias de la Archidiócesis de Madrid, debe de ser un gesto profundamente eclesial propio de la familia de Dios, la Iglesia, que vive, muestra y testimonia los valores de la familia cristiana según el Evangelio de Cristo, presentándose como una referencia luminosa y segura de la verdad sobre el amor humano, el matrimonio y la educación de las nuevas generaciones. ¡Participad, pues, en esta fiesta solemne de la Familia de Nazareth, de Jesús María y José, una de las grandes Fiestas de la fe y de la vida cristiana! Animo e invito particularmente a los jóvenes madrileños a dar testimonio del Evangelio de la Vida y de la Familia, juntamente con todos los jóvenes españoles y de Europa que se unirán a nosotros en esta celebración. En el núcleo mismo del Evangelio de Jesucristo, nuestro Hermano, Amigo y Señor, se encuentran la Buena Noticia de la Vida y de la familia, según el plan de Dios.
Que la Sagrada Familia, bendiga a todas nuestras familias y os mantenga unidas en el mismo amor que hizo de ella el modelo perfecto de convivencia, trabajo y virtudes domésticas.
¡Santa y feliz Navidad, llena del gozo y de la paz de Cristo!
Con todo afecto y con mi bendición,