Domingo 12 de mayo de 2013
«Lo han entregado todo«
Mis queridos diocesanos:
Ya en los últimos dias del Tiempo Pascual celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. Su vida en la tierra ha concluido y pasa «el testigo» de la Misión a sus discípulos, pero no los deja solos, Él sigue con nosotros «todos los días hasta el fin de mundo», oculto en la Eucaristía, de donde brota toda la fuerza de la Iglesia para llevar a cabo esa Misión que le encomendó, justamente al subir a los cielos, del llevar el Evangelio «hasta los confines de la tierra».
Es precisamente en este Día de la Ascensión cuando recordamos, de manera especial, a nuestros misioneros madrileños, y lo hacemos, este ano, bajo el lema: «Lo han entregado todo». Nuestro Señor Jesucristo lo ha entregado todo. No se ha guardado nada para sí. Su vida ha sido una entrega continua de su persona al servicio de los hombres, a los que ha amado con todas sus fuerzas. Jesús -nos dice san Juan en su evangelio-, «habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (13, 1). Por eso, cuando Él nos invita a seguirle, nos pone metas que se nos antojan altas y exigentes, pero que no son otra cosa que la imitación de su propia vida: «El que quiera ser discípulo mio, que se niegue a si mismo» (Mt 16, 24); «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mi, no es digno de mi» (Mt 10, 37); «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el reino de Dios» (Lc 9, 62) … Las palabras de Jesús no pueden ser más claras. Él ha entregado su vida por amor y el reto que nos pone delante no baja ni un ápice esa grandeza: vivir como ÉL La respuesta no puede ser otra que la de poner del todo en sus manos nuestra vida entera : «Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer» (san Ignacio de Loyola).
No podemos engañarnos. Vivir como nos pide el Señor no es posible sin la ayuda de su mismo Espíritu Santo. Y Dios que nos pide nuestra cooperación, nos da la gracia para poder vivirla. Sin Él no se puede. Con toda claridad Él mismo nos lo dice: «Sin mi, no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). Y así lo decía san Agustin: «Senor, dame lo que me pides y pideme lo que quieras».
En la solemnidad de la Ascensión, domingo día 12 del mes de mayo, la Iglesia celebra cómo el Señor, habiendo ya preparado a los suyos, los envía a predicar la Buena Noticia del amor de Dios. Lo hace prometiendo su presencia y su ayuda, y de este modo les exige entrega y generosidad. En ese Día, la Iglesia que peregrina en Madrid, con toda razón, recuerda a sus misioneros, a los religiosos y religiosas, sacerdotes y seglares, muchos de ellos casados y con hijos, que fueron enviados a llevar el Evangelio al mundo entero. Como reza el lema de este año, «lo han entregado todo», se pusieron al servicio de la Iglesia para ser enviados y lo abandonaron todo: familia, bienes materiales, seguridad profesional, estabilidad … ¡Se pusieron en manos de Dios! Y gracias a esta entrega, hoy son muchos los pueblos que saben rezar, que reciben los sacramentos, que leen la Escritura, que han encontrado un Dios que es Padre y los ama. Porque el Señor da el fruto, pero necesita de nuestra entrega, de nuestros «panes y peces» (véase Mt 15, 34 Y ss.) para obrar el milagro en el corazón de los hombres. Los misioneros se han puesto a disposición de Dios y de su Iglesia. Nosotros, especialmente en esta Jornada Diocesana de los Misioneros Madrileños, los recordaremos y pediremos al Señor que los aliente y fortalezca , los anime y los sostenga. Nuestra oración y nuestro recuerdo sentido y sincero es nuestra mejor aportación a su tarea misionera.
«Lo han entregado todo». Sí, ellos lo están entregando todo, día a día. ¿Y nosotros? Sin duda es éste un buen momento para plantearnos si estamos viviendo, cada uno según la vocación a la que le llama el Señor, esa entrega total que el Señor espera y necesita para obrar la salvación en este mundo nuestro en el que hay tanta necesidad de Él.
En esta Jornada de nuestros misioneros diocesanos, la Iglesia en Madrid no puede olvidarse de ellos, de orar con insistencia al Señor por ellos. Damos gracias a Días por su generosidad y por su trabajo escondido y siempre tan exigente. De nuestra archidiócesis madrileña han partido, a lo largo de los años, muchos misioneros. Ojalá siga siendo así, yen número más abundante, alentados por la gracia inmensa que fue la JMJ de Madrid 2011 , Y la Misión-Madrid en la que todos estamos empeñados. Ojalá que muchos, especialmente entre los jóvenes, se planteen «entregarlo todo» al Señor y llevar a Cristo a tantos lugares donde todavía hoy no es conocido ni amado. Así se lo pido, e invito a todos a pedírselo, a la Madre, Nuestra Señora la Real de la Almudena, nuestra Patrona. Que ella, con su ejemplo y con su intercesión, nos ayude a todos a entregarnos al Señor totalmente, con la certeza de que Él nunca se deja ganar en generosidad.
Con mi afecto y bendición para todos,