Madrid, 29 de abril de 2013
Mis queridos diocesanos, hermanos y amigos:
En pleno tiempo de Pascua, tengo la alegría de comunicaros que, si Dios quiere, el próximo sábado 18 de mayo, víspera de la solemnidad de Pentecostés, según el programa de acciones diocesanas de la Misión Madrid que se está llevando a cabo en nuestra archidiócesis con ocasión del Año de la Fe, tendré el gozo de administrar, junto con mis Vicarios episcopales y otros sacerdotes, el sacramento de la Confirmación a un millar de chicas y chicos jóvenes, en la Plaza de la Almudena de Madrid.
Con estas breves líneas deseo poner de relieve la inmensa gracia que supone este hecho para nuestra Iglesia en Madrid. Es un motivo de agradecimiento y petición a la Santísima Trinidad, a quien rogamos que el Espíritu Santo renueve nuestros corazones, y de forma muy singular, los de las personas que van a recibirlo en el sacramento de la Confirmación; un sacramento que nos introduce -como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica- más profundamente en la filiación divina que nos permite decir «Abbá, Padre» (Rm 8,15); nos une más firmemente a Cristo; aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo; hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cfr. LG 11); y nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la Cruz (cfr. DS 1319; LG 11,12).
El pasado 16 de marzo, durante la Eucaristía que celebró en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco nos animó a unimos más profundamente al Espíritu Santo, siendo dóciles a sus inspiraciones: «Es ésta la gracia que yo quisiera que todos nosotros pidiéramos al Señor -decía el Papa durante la homilía-: la docilidad al Espíritu Santo, a ese Espíritu que viene a nosotros y nos hace avanzar en el camino de la santidad, esa santidad tan bella de la Iglesia. La gracia de la docilidad al Espíritu Santo».
Os invito para que nos acompañéis en esta gran fiesta, muy unidos a las intenciones del Santo Padre; si podéis, con vuestra presencia fisica; y, siempre, con vuestra oración para los confmnandos, sus padrinos, sus familiares y amigos. Pidámosle a Dios que sea para toda la diócesis un día de conversión personal y de renovación interior, de forma que los dones del Espíritu hagan de nuestra alma en este renovado Pentecostés un espacio cada vez más abierto y receptivo a la gracia del Señor para que seamos en medio del mundo servidores y testigos de la Verdad, apóstoles valientes de Cristo.
Aprovecho esta carta para felicitar a cada uno de los confirmandos, que cuentan con mis oraciones y mis mejores deseos. Felicito también a sus familias, a las parroquias, a sus padrinos, a sus catequistas y a todas las personas que los acompañan en su vida de fe; y – ¡cómo no! – a toda la diócesis que se enriquece con la vida nueva de quienes serán bautizados con Espíritu Santo y fuego, como dijo el Señor. Dios quiera -y es un don que le pido al Espíritu Santo para nuestra Iglesia de Madrid- que, como fruto de la oración y la coherencia de vida cristiana de los nuevos confirmados, haya muchas personas de nuestra archidiócesis -y en concreto, muchos jóvenes- que decidan prepararse para recibir este sacramento en los años venideros. Más aún: que dóciles al Espíritu Santo se muestren disponibles a lo que Dios quiera hacer con ellos y abran sus corazones a la posibilidad de seguir radicalmente al Señor en la vocación al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada o a fundar familias cristianas en las que Dios sea el protagonista fundamental de sus vidas. Se lo pedimos a la Virgen de la Almudena, bajo cuya mirada estos jóvenes recibirán la unción del Espíritu Santo como sucedió en Pentecostés, en los orígenes de la Iglesia.
Con mi afecto, mi gratitud por vuestras plegarias y con mi bendición,