Madrid, 12 de septiembre de 2013
Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Como sin duda ya sabéis el viernes, 27 de Septiembre, a las 7 de la tarde, presidiré en la Santa Iglesia Catedral una Eucaristía para iniciar el curso 2013-2014 con un nuevo impulso misionero. La Misión Madrid, que iniciamos el curso pasado, nos ofrece para este curso, como he explicado en mi carta pastoral titulada Servicio y Testimonio de la Verdad: Tareas pastorales siempre vivas, nuevas oportunidades para dar a conocer a Jesucristo como único Salvador del hombre. Queremos hacerlo en estrecha colaboración entre las familias, las parroquias y los colegios, conscientes de que ninguna de estas realidades es ajena a las otras, y que en ellas se juega el futuro de nuestra sociedad.
Desearía que esta celebración eucarística de inicio de curso fuera un signo de la comunión de toda la Iglesia diocesana ante nuestra sociedad, de forma que los alejados, los que no conocen a Cristo o no creen en Dios encontraran en nuestra unión una llamada a la fe, una invitación a ver en la Iglesia el lugar donde se hace presente la misericordia de Dios Padre, manifestada en Cristo. Invito, pues, a los sacerdotes, a las comunidades parroquiales y de vida consagrada, a las asociaciones apostólicas y movimientos, a los diversos grupos de seglares comprometidos, en definitiva, a toda la diócesis a participar en la Eucaristía donde la Iglesia se edifica día a día y de donde brota toda actividad misionera. Estoy convencido de que, sólo en la medida en que vivamos la comunión en el Cuerpo de Cristo, nuestra misión dará frutos de auténtica vida cristiana.
Invito muy especialmente a los miembros de los Consejos pastorales de las parroquias, que realizan una tarea imprescindible de responsable y generosa colaboración con el párroco y los sacerdotes en la acción pastoral. Igualmente a directores de colegios, profesores y cuantos trabajan en los colegios, dada la importancia de este ámbito en el Plan Pastoral de este curso. Os espero a todos, con el único deseo de que la oración común, y la participación en la Mesa del Señor, haga de nuestros planes pastorales una realidad viva, cargada de esperanza, y prometedora de frutos apostólicos. En realidad, se trata de reconocer que sólo unidos a Cristo podemos aspirar a comunicar a los demás el gozo del Evangelio y a trasmitirles la esperanza en la vida eterna, la única que no defrauda.
Pido a la Santa María de la Almudena que acoja desde ahora nuestros deseos y proyectos y los presente a su Hijo para que la Misión Madrid sea para su gloria y bien de los hombres.
Os bendigo de corazón,