Carta a los jóvenes de Madrid

El Papa os viene a visitar

Mis queridos jóvenes de Madrid:

El Papa viene a visitarnos dentro de muy pocos días. Viene a visitar a España: a la Iglesia que peregrina aquí en esta tierra bendita por la presencia del Evangelio de Jesucristo desde los primeros tiempos de los Apóstoles, de Santiago el Mayor y de Pablo de Tarso; y a todos cuantos forman hoy la comunidad humana de sus pueblos, familias y ciudadanos. No me cabe la menor duda: Juan Pablo II quisiera tener para cada uno de nosotros una palabra personal de aliento y de esperanza. El Papa desea, sin embargo, refrescar, sobre todo en nuestra memoria viva, lo que ha sido la especial vocación de las Iglesias particulares en España a través de los momentos más luminosos de su multisecular trayectoria en la comunión de la Iglesia Católica extendida por todos los rincones del orbe: la vocación misionera, sentida desde la fuente limpia del amor ardiente a Cristo que encendió el corazón y la vida de tantos de sus hijos e hijas en un prodigioso camino de santidad que llega hasta nuestros días. El Papa viene a confirmarnos en esta vocación con toda la autoridad ministerial que le es propia como Pastor de la Iglesia Universal y Vicario de Cristo, otorgada por el mismo Señor, y en términos de un futuro que apremia: «Seréis mis testigos». Es como si en la Pascua de este año, tan grávido de decisivos acontecimientos para el futuro de la humanidad, el envío de los Apóstoles en el momento de la despedida gloriosa de su Ascensión a los Cielos se convirtiese para nosotros y, muy especialmente, para vosotros, los jóvenes católicos de España, en un mandato urgente de Evangelización que no admite ni aplazamientos, ni rémora alguna.
Por si surgiese alguna vacilación sobre el sentido actual, el estilo y forma con la que debemos asumir esta responsabilidad de ser testigos del Evangelio hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia en España, a la altura de los nuevos tiempos de este siglo y milenio que acaban de comenzar, el Papa la disipará con un gesto solemne e inequívoco en su significación y fuerza apostólica: en el acto central de la Visita, la Eucaristía de la Plaza de Colón, el domingo cuatro de mayo, proclamará Santos a cinco españoles del siglo XX. Sus nombres son conocidos -Pedro Poveda, José María Rubio, Genoveva Torres, Angela de la Cruz, María Maravillas de Jesús-. Sus biografías, también. Son Santos de nuestra época, que se sumarán a la abundante lista de los españoles beatificados y canonizados por Juan Pablo II a lo largo de sus veinticinco años de Pontificado. Un rasgo les es común en la extraordinaria y riquísima singularidad del camino de cada uno de ellos a la santidad: la identificación con el amor del Corazón de Cristo, aprendido en la escuela sublime de María, Madre suya y Madre nuestra. Y por si quedase todavía algún interrogante último de cómo quiere el Papa que entendamos su llamamiento a las Iglesias y a los Católicos de España y nos compenetremos con todo su vigor evangélico en esta hora tan importante de su historia, se dirige a los jóvenes españoles con una especial invitación para que se encuentren con él la víspera de las Canonizaciones en una Vigilia de escucha de la palabra, de oración y testimonio de Jesucristo, mirando a María la Virgen, la Reina del Santísimo Rosario, la Reina de la Paz. El Papa confía en los jóvenes de España, confía en vosotros, queridos jóvenes de Madrid. Su invitación constituye una muestra más de su predilección por vosotros y de su convicción de que de vosotros depende en gran medida el fruto de su Visita Apostólica a España. Todos sus frutos: los espirituales y eclesiales, los de «la nueva humanidad», que hemos de sembrar a manos llenas en el corazón de las personas y en medio de nuestra sociedad. En una palabra: los frutos de la verdadera, plena y duradera Paz, una Paz que no puede dar el mundo.
Sí, queridos jóvenes, Juan Pablo II, el Papa de nuestros inolvidables encuentros de las Jornadas Mundiales de la Juventud, el viejo amigo, padre y pastor de nuestras almas, a quien queremos tanto, viene a visitaros en vuestra casa, aquí, en Madrid. Es una visita comprometida. No se andará con rodeos. Le conocéis bien. Apelando a vuestra generosidad y a la proverbial entrega de los jóvenes cristianos de España, os recordará su mensaje de la Jornada Mundial de este año que tanto evoca a Toronto y a Santiago de Compostela: «Ahora más que nunca es urgente que seáis ‘los centinelas del mañana’, los vigías que anuncian la luz del alba y la nueva primavera del Evangelio, de la que ya se ven los brotes. La humanidad tiene necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo la propia fe en Dios, Señor y Salvador» «¡No tengáis miedo a ser santos!».
Sí, estoy seguro, vais a responder, queridos jóvenes de Madrid, a la llamada del Papa con la gallardía humana y cristiana que os caracteriza. Vuestra presencia y participación activa y vibrante en la Vigilia-Encuentro de «Cuatro Vientos» y en la Eucaristía de las Canonizaciones de la Plaza de Colón será incontable e incondicional. Acogeréis a los jóvenes de las diócesis hermanas de España de acuerdo con el venerable lema cristiano de «el huésped como Cristo». Formaréis entre todos, y con la confianza puesta en la compañía maternal de la Santísima Virgen de la Almudena, una comunidad impregnada de espíritu evangélico, fresca y nueva, fina y auténtica en su amor cercano al prójimo que más lo necesita en el alma o en el cuerpo; que pondrá en evidencia ante Madrid, España y el mundo «que sois el pueblo de las bienaventuranzas».
Querido joven de Madrid, en estos días más que nunca levanta tus ojos a Jesucristo que, señalando a su Madre al pie de la Cruz, te dice: «¡Ahí tienes a tu Madre!». ¡Recíbela en tu casa! A Ella y a todos sus hijos de la Iglesia en España que quieren compartir con Juan Pablo II el propósito decidido de «remar mar adentro», llenos de esperanza.

Con todo afecto y mi bendición,

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