Saludo al Santo Padre del Emmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid con motivo de la Visita ad limina de los Obispos de las Provincias Eclesiásticas de Burgos, Madrid, Mérida-Badajoz, Oviedo, Pamplona, Valladolid, Toledo, Zaragoza y Ordinario Militar

Santo Padre: damos gracias a Dios por este don de la Visita ad limina apostolorum de los hermanos obispos de las provincias eclesiásticas de  Burgos, Madrid, Mérida-Badajoz, Oviedo, Pamplona, Valladolid, Toledo, Zaragoza y Ordinario Militar. En nombre de los señores arzobispos y obispos tengo la honda satisfacción y el gozo de agradecerle de corazón su cariñosa y paternal acogida. Venimos a orar, con la mirada que nos donan los ojos de la fe, ante las tumbas de los santos apóstoles Pedro y Pablo, a manifestar nuestra comunión con Su Santidad -el Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal- y a renovar nuestra adhesión a  la Católica “cum Petro et sub Petro”. Venimos a Su encuentro los obispos de las diócesis de una gran parte de la geografía española. Todas ellas son herederas de un rico legado católico, casi dos veces milenario, y guardan una grandiosa historia que es hermoso reflejo de nuestras raíces cristianas, siempre prontas a acoger las riquezas de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica y a transmitir a las demás Iglesias del orbe cuanto han recibido. La Caesaraugustana, la Toletana y la Emeritense, junto a las otras Iglesias particulares -algunas muy jóvenes, como ocurre con la Diócesis de la Provincia Eclesiástica de Madrid- son un glorioso capítulo de la historia eclesial de España, siempre benéfica para todos los pueblos. No pocas de las Iglesias que peregrinan en estos lugares guardan con mimo el recuerdo y la memoria imborrable de sus Visitas Pastorales, especialmente la realizada los días 3 y 4 de mayo del año 2003. Los cinco nuevos santos canonizados en esta ocasión, todos ellos de nuestra España contemporánea son buena prueba de esa fecunda herencia recibida desde la más temprana evangelización en la Hispania romana.

Su presencia, Santo Padre, su aliento apostólico y su ejemplo nos empuja a guiar a nuestro pueblo por los caminos de la santidad. Venimos de una tierra de santos que, al igual que los otros  pueblos de Europa, está viviendo un momento decisivo, con mutaciones en el orden moral que nos obligan a vivir con especial fidelidad el legado recibido y a entregarnos sin límites a la nueva evangelización. La dolorosa amenaza y la espiral de la violencia terrorista, una “estructura de pecado” que pervierte las conciencias, la “cultura de la muerte” que nos aboca a la apostasía silenciosa, el relativismo que desfigura el auténtico sentido de la criatura humana, del bien y de la verdad del hombre, hace que renovemos, con especial hondura, nuestra comunión con el Vicario de Cristo, con Cristo mismo, “en Quien radica la salvación del mundo”.

Confiamos que los jóvenes –los “centinelas del mañana, la esperanza de la Iglesia y del Papa, el pueblo de las bienaventuranzas”- puedan encontrar a Jesucristo, y como auténticos santos de hoy se conviertan en apóstoles de nuestros contemporáneos. Ponemos con ilusión nuestra mirada en la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, donde, Dios mediante, los jóvenes del mundo podrán proclamar, alentados por la entrega de Su Santidad, que adorar a Jesucristo es la acción más bella que puede realizar la criatura humana.

Santidad, queremos escuchar su palabra y sus orientaciones, ofrecerle lo mejor que conocemos de nuestras Iglesias particulares, expresarle nuestro mas hondo agradecimiento a Dios por su entrega, por su servicio incansable, en definitiva, por su vida, y pedimos al Omnipotente, con la intercesión de la Inmaculada, Patrona de España, que sus desvelos y sus preocupaciones den frutos de vida eterna en España y en toda la Iglesia en España, y en toda la Iglesia, para la salvación de la Humanidad entera.

¡Muchas gracias de corazón, Santo Padre, por recibirnos!

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