En la solemnidad del Corpus Christi

DÍA DE LA CARIDAD

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

¡La Iglesia celebra hoy la Festividad del Corpus Christi, el Misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, la presencia viva y real de Cristo en el Sacramento de la Eucaristía. Esta presencia de Jesucristo, muerto y resucitado, expresa el amor que Dios nos tiene y alimenta en nosotros la urgencia de la Caridad, que nos apremia a vivir en favor de los pobres y desfavorecidos de nuestra sociedad. En nuestra diócesis lo manifestamos también en la Solemne Procesión que recorre las calles de nuestra ciudad y de nuestros pueblos.

«El Santo Padre Benedicto XVI nos ha regalado su primera Encíclica Deus Caritas est exhortándonos a vivenciar el amor de Dios y de este modo podamos ser cauces de su amor hacía los demás, principalmente a los que más lo necesitan.

«La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega»(Deus Caritas est, núm. 13).

La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener a Cristo solamente para mí, únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mi mismo para ir hacía Él, y, por tanto, hacía la unidad con todos los  cristianos. En la Comunión Eucarística está incluido a la vez el ser amados y el amor a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentarla en si mismo y el «mandamiento» del amor es posible sólo por que no es una mera exigencia: el amor puede ser «mandado» porque antes es dado (Deus Caritas est, núm. 14).

El corazón de los hombres de nuestra época está dividido entre dos fuerzas antagónicas: seguir a Jesucristo Dios verdadero que nos lleva a vivir la plenitud para la que hemos sido creados y dar sentido a nuestra vida, o darle la espa1da y  entonces surge el mal y la fuerza del pecado. Si abrimos los ojos para ver la realidad que nos rodea vemos que el origen de todos los males que estamos padeciendo tienen su causa en un rechazo del amor verdadero. Hoy tenemos más posibilidades económicas que nunca, se confía en el progreso, bienestar, confort, placer…y estamos viendo ancianos abandonados, familias rotas, niños que sufren las consecuencias de la ruptura familiar, fracaso escolar, agresividad juvenil, mujeres rotas que no han dejado nacer a sus hijos, personas sin techo durmiendo en las calles, desequilibrios afectivos y psicológicos, inmigrantes que vienen buscando una vida mejor y zozobran en el mar de la indiferencia …, todos ellos y muchos más son victimas de esta sociedad que se está asfixiando, pues apartándose de Dios se aleja del camino de la vida.

Acerquémonos a Jesucristo, vivamos profundamente el amor verdadero que nos regala, sintámonos amados por Dios y con la gracia de su Espíritu seamos cauces de su amor para tantos hermanos nuestros que necesitan su amor y quieren vivir.

El lema del Día de Caridad de este año: «Nadie sin futuro», nos debe impulsar a los cristianos a seguir profundizando en el origen y fundamento de la vida plena: sólo en Dios el ser humano puede encontrar el sentido de la vida y la felicidad para la que ha sido creado; nos equivocaríamos, y la sociedad de hoy se equivoca, si pensáramos que son sólo los medios económicos los que solucionan los problemas.

Todos los creyentes, todos los que formamos la Iglesia tenemos un gran reto ante nosotros, pues no podemos permanecer indiferentes ante los sufrimientos de tantas vidas rotas y hermanos nuestros que sufren. Nuestro mundo necesita a Dios y se empeña en alejarse de Él. Pidamos al Espíritu Santo que derrame su gracia en nuestros corazones, que nos sintamos queridos por Dios y que podamos ser cauce de un verdadero amor y ser fuente de agua viva para un mundo sediento. «Amar a Dios y al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios que nos ha amado primero. No se trata de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor» (Deus Caritas est, núm. 18).

«El amor es una luz – en el fondo la única – que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: A esto quisiera invitar en esta Encíclica»(Deus Caritas est, núm. 39).

El Santo Padre también nos invita a contemplar a los Santos y a que como ellos sepamos vivir intensamente ese encuentro íntimo con Dios que es amor y desde ahí transformemos nuestras vidas en un servicio a los pobres. La historia de la Iglesia está llena de hombres y mujeres que a lo largo de los siglos han vivido está experiencia y sembrado el mundo de obras e instituciones al servicio de los más desfavorecidos. Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia por que son hombres de fe, esperanza y amor. (Deus Caritas est, núm. 40).

Después de haber celebrado el III Sínodo Diocesano, en el que nuestra Iglesia ha trabajado durante estos últimos años, impulsados por la gracia del Espíritu Santo, nos sentimos todos ungidos en la tarea de la transmisión de la fe a nuestros conciudadanos, alumbrando el amor y la esperanza a tantos corazones destrozados.

Pidamos a Santa María La Virgen, Nuestra Señora de la Almudena, que nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre, que nos enseñe a conocerlo y amarloo, para que también nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y nos ayude a ser constructores de una nueva cultura y civilización donde el Amor de Dios reine en el corazón de los hombres.

Con mi afecto y bendición,

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