EDIFICAR LA VIDA EN CRISTO, a través del itinerario Cuaresmal del año de la JMJ-2011 en Madrid

Mis queridos hermanos y amigos:

En el itinerario de la Cuaresma de este año singular para nuestra comunidad diocesana, marcado por la celebración en Madrid de la JMJ con el Santo Padre en la tercera semana del próximo agosto, la invitación a edificar la vida sobre Cristo y en Cristo, que os dirigíamos en nuestra Carta Pastoral −“Firmes en la Fe”− para su recta preparación, adquiere el carácter de una apremiante llamada de la gracia, espiritual y pastoralmente inaplazable. El camino cuaresmal, vivido auténticamente en la plenitud espiritual de su significado litúrgico, nos conduce a renovar nuestro ser, nuestro existir y nuestro vivir en Cristo −el crucificado, muerto, sepultado y resucitado por nosotros−, como una nueva oportunidad para la conversión. Enseña San Pablo: “En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; −en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir−; más la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5,5-8).

El pecado es “un viejo conocido” del hombre, desde el principio de la historia humana. No ha dejado nunca de serlo, incluso en el devenir histórico del Pueblo elegido de la Antigua Alianza; y tampoco ha pasado a ser un desconocido entre los cristianos, los bautizados por la nueva agua del Espíritu, de la que le hablaba Jesús a la Samaritana. No exagera la Iglesia cuando en la oración colecta de la Misa de hoy pide al Señor, Padre de la misericordia, que restaure misericordiosamente “a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas”. ¿Quién de entre nosotros, los hijos e hijas de la Iglesia, puede afirmar de sí mismo que no necesita de la misericordia desbordante de Dios que se ha derramado desde el Corazón de Jesucristo en “su paso” por la Cruz y ahora ya y para siempre glorificado? Benedicto XVI recordaba hace muy pocos meses a los periodistas que le acompañaban en el vuelo a ese lugar tan excepcional para la conversión de los pecadores de los siglos XX que acaba de fenecer y del siglo XXI, apenas nacido para la historia, que es Fátima que “la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, de una parte, el perdón, pero también la necesitad de la justicia”.

Esta es la primera lección que debemos apropiarnos en el camino interior de esta Cuaresma hacia la Pascua del Señor, teniendo como horizonte pastoral y apostólico la JMJ-2011 en Madrid: la de la urgencia de una nueva conversión. Sin un nuevo “paso” dado con Cristo −el Cristo Pascual− por esa vía del corazón contrito y humillado será un imposible el edificar la vida sobre Él. Más aún, sin ese “nuevo paso”, pueden quedar afectados gravemente los mismos cimientos de la fe y de la existencia cristiana, asentados en lo más íntimo y esencial de nosotros mismos el día del Bautismo. ¿Cómo dar “ese paso” con verdad y con coherencia para la vida? Haciendo penitencia, acercándonos al Sacramento del perdón y de la misericordia −el Sacramento en el que Cristo por medio del ministerio del sacerdote ¡de la Iglesia! perdona los pecados− con el dolor y el pesar del corazón, con el propósito de no volver a pecar gravemente y de luchar contra la tentación que nos induce a esa especie de tibieza pecadora -la nacida del pecado venial o imperfección hecha rutina existencial- que impide y/o obstaculiza seriamente el Sí pleno a la gracia y a la ley nueva del amor de Cristo: a una vida según el Evangelio. No hay que olvidar que la experiencia sacramental de la reconciliación con Dios y del perdón misericordioso de Jesucristo, recibida en la Iglesia, presupone el reconocimiento arrepentido de los pecados y su confesión, es decir, el remover los escombros espirituales que ocultan, estropean y dañan el fundamento de la vida nueva en Cristo: que hacen imposible edificarla sobre Él.

Nuestro “camino” hacia la JMJ del próximo agosto en Madrid pasa, sin duda alguna, en esta Cuaresma del año 2011 por un hondo encuentro con Él, Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros: con el Señor que nos busca como a la Samaritana y nos perdona en el Sacramento de la reconciliación y de la penitencia como a Pedro y a Pablo. Un encuentro, que habrá de llegar a su plenitud de gracia y de vida en la celebración de la Pascua de Resurrección. La segunda etapa de nuestro Plan Pastoral para la preparación interior de la JMJ 2011 en Madrid, al llegar el tiempo de Cuaresma, se cifra y concentra, por tanto, en una urgencia primordial: acudir, arrepentidos y doloridos, al encuentro penitente con el Señor en el Sacramento de la Reconciliación. De este modo se hará verdadero y creíble, ya en estos meses de preparación inmediata al gran encuentro de los jóvenes del mundo con Jesucristo convocados por el Papa Benedicto XVI, el propósito de edificar de nuevo la vida en Cristo. Eso es lo que pedimos y buscamos para nosotros mismos y para los jóvenes: los que lo conocen y los que lo desconocen; muy especialmente, sin embargo, para todos los que participan ya y/o van a participar en ese excepcional acontecimiento de gracia que tendrá lugar en Madrid el próximo agosto, y que está madurando y granando ya en el corazón de muchos jóvenes madrileños.

A María, a quien invocamos como “la Virgen de La Almudena”, Patrona de Madrid, le confiamos con el amor de los hijos, a quienes aceptó como tales en el Sí a su Divino Hijo, el corazón de esos jóvenes que se disponen aquí en Madrid, en España y en todo el mundo a vivir en toda su hondura espiritual y humana la JMJ-2011 con Benedicto XVI en nuestra ciudad.

 

Con todo afecto y mi bendición,