Carta del Sr. Cardenal en la festividad del Corpus Christi

Madrid, 26 de junio de 2011

 

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

La Iglesia celebra el próximo 26 de junio, Domingo, la fiesta del Corpus Christi, conmemoración de la Presencia viva y real del Señor en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Es la fiesta del Sagrado Banquete en el que Cristo se nos da como comida, se actualiza el sacrificio redentor en la Cruz y el triunfo de su resurrección, la gracia de Dios nos inunda y nos transforma haciéndonos miembros del Cuerpo de Cristo.

Es fiesta, por tanto, para el agradecimiento y la alabanza por la presencia eucarística del Señor entre nosotros. Lo expresamos celebrando la Eucaristía, comulgando dignamente y adorando al Señor en el Sagrario. En un día tan especial como éste, manifestamos también públicamente nuestra fe, acompañamos, llenos de gozo, la procesión que recorre las calles de Madrid y de los pueblos de nuestra diócesis y cantamos la alabanza “al Amor de los amores”.

Cuando al acercarnos a comulgar se nos ofrece y se nos dice “ el Cuerpo de Cristo”, respondemos “¡Amén!”. Significa que creemos, consentimos y deseamos que el Espíritu Santo nos una cada vez más a Jesucristo y nos reafirme como pertenencia suya: ¡nos haga suyos! El Espíritu Santo nos va haciendo así capaces de amar y servir a todos los hijos de Dios, como hermanos.

El número de personas necesitadas, como sabemos bien, no deja de crecer a causa de la crisis económica. La Iglesia no somos -¡no podemos ser!- insensibles a esta realidad de pobreza y marginación. Nos desconcierta y nos mueve a hacer un auténtico examen de conciencia. No es posible que el enriquecimiento económico sea la única aspiración del corazón humano. ¿Acaso no es signo de esperanza y vida, en medio de todo, la caridad y el servicio de los hermanos necesitados? La fe nos dice que Dios está a nuestro favor, que en Él encontramos camino de salvación, que por encima de la debilidad y el fracaso hay un proyecto de Dios sobre la humanidad que será posible con la comunión y fraternidad entre los seres humanos. Entonces, nos preguntamos: ¿qué nos quiere decir Dios hoy, a qué nos llama, qué espera de nosotros?

El Papa Benedicto XVI nos recuerda la parábola del Buen Samaritano, con la que nos enseña Jesús a acercarnos a los que sufren, a hacernos prójimos (cf. Lc 10, 30-37): “ El programa del cristiano – el programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús- es un corazón que ve” (Deus caritas est, 31); este corazón que se ve se pone en movimiento y responde comprometiéndose ante el mundo de sufrimiento que nos rodea. Nos recuerda también el Papa la eficacia sacramental de la Eucaristía: la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse pan partido para los demás y, por tanto, a trabajar por una mundo más justo y fraterno (cf. Sacramentum caritatis, 88). En la Eucaritía de Jesús nos prepara y capacita para hacernos testigos de la compasión de Dios para cada hermano.

En la campaña de Día de la Caridad de este año, Cáritas Diocesana nos presenta el lema: “Las cosas importantes se hacen con corazón”, invitando a todos los cristianos a dejarse impulsar por el amor de Cristo para amar y servir a los más débiles, como el mismo Cristo. Los que hemos conocido el amor no podemos permanecer indiferentes ante la presencia de tantas y tan dolorosas carencias. Este amor es el que nos hará posible renovar el orden social en justicia y fraternidad.

Quiero expresar mi agradecimiento, sobre todo, a las numerosas personas que en tiempos de crisis, viendo las dificultades de los demás, se entregan al servicio de los pobres con tanta generosidad. ¡Así se genera la nueva cultura del amor y de la solidaridad! Son muy numerosos los que han entregado sus donativos para las distintas acciones que la Iglesia diocesana lleva a cabo a favor de los necesitados.

Nuestra fortaleza en el servicio al prójimo más necesitado la recibimos espiritualmente de la Eucaristía que celebramos. El Don de Dios que nos hace Cristo, en su Carne y en su Sangre ofrecidas para la vida del mundo, infunde en nuestra vida un dinamismo nuevo: el del amor que ni se arredra, ni se esconde; más aún, nos convierte en sus testigos a través de nuestras palabras, acciones y modo de ser. Testigos valientes y sacrificados del evangelio que presentan de forma eficaz del amor de Dios. La actualidad nos llama a ellos con una nueva y apremiante urgencia.

¡Ayudemos a que en los corazones de tantos hermanos nuestros necesitados de consuelo material y espiritual, alumbre la esperanza que da sentido a la vida!

Invito a toda la Iglesia diocesana, unida en “Cáritas” -¡en la caridad de Cristo!-, a que redoble sus esfuerzos personales y colectivos a favor de los nuevos pobres en esta hora tan problemática de la sociedad, acuciada por la falta de puestos de trabajo y sacudida interiormente por las crisis de tantas familias rotas y desestructuradas. Una sociedad que no estuviese dispuesta a compartir, aliviar y remediar el sufrimiento de los pobres y los necesitados, ¡a sacrificarse por ellos! Sería una sociedad cruel e inhumana.

La celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid nos brindará una nueva oportunidad de testimoniar con las obras  de nuestra fe en el Señor y el compromiso con el Evangelio, dando pasos en la construcción de una sociedad más justa. Los jóvenes madrileños y los que vengan a celebrara este acontecimiento de encuentro con Jesuscristo, al vivir la experiencia cristiana de acoger y dejarse acoger fraternalmente, harán que resuene con toda su fuerza la voz de Dios que ellos mismos escuchan en lo más íntimo de su corazón.

Pidamos a Santa María la Virgen, Nuestra señota de la Almudena, que sepamos “hacer lo que Él nos diga”, en esta festividad del Corpus Christi. Participando en la Eucaristía y asistiendo a la solemne procesión con el Santísimo Sacramento, con el alma limpia y el corazón entregado al amor de Jesucristo, cobraremos nueva fuerza para ser con nuestra vida signo e instrumento del amor de Dios en medio de este mundo nuestro, tan necesitado.

Con todo afecto y mi bendición