Entrevista al Cardenal en el diario La Razón

ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA / Cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal

La Navidad es un tiempo litúrgico fuerte. Para el cardenal arzobispo de Madrid, también lo es en lo pastoral. Don Antonio recibe a LA RAZÓN, tras su regreso de la cárcel de Soto del Real para acompañar a quienes pasan estas fiestas cumpliendo condena. Una visita durante la que además bautizó, dio la comunión y confirmó a dos presos. Es éste uno de los actos previos a la gran fiesta de la familia cristiana que presidirá el domingo con una celebración multitudinaria en la Plaza de Colón.
Si fuera médico, ¿qué diagnóstico haría de la familia en España?
El diagnóstico es preocupante, en nuestro país y en toda Europa. Casi podríamos extender el campo de observación a lo que se llamaba antes “el mundo libre”, e incluso a esos países que vienen del comunismo en el centro y este de Europa. La categoría de amor fiel es objeto de unas críticas teóricas y víctima de unos comportamientos prácticos que hacen perecer a la familia en muchísimos casos. El hecho de los matrimonios rotos ha alcanzado unas dimensiones que afectan a lo que podríamos llamar el nervio moral de la sociedad. Si no se vive la fidelidad en el matrimonio, la familia queda herida y no es posible pensar en que haya fuerzas para que funcionen en su seno la lealtad, la solidaridad, la justicia… 

¿El relativismo ha ganado la batalla y ha conseguido poner fecha de caducidad al matrimonio, al amor, al compromiso…?
A la hora de juzgar la cultura actual, se hizo famosa la expresión de Benedicto XVI en la misa de inicio del cónclave en el que fue elegido tras la muerte de Juan Pablo II al hablar de “la dictadura del relativismo”. El Papa Francisco se refiere a ello como la cultura de la “transitoriedad”. Ha insistido en ello en varias ocasiones. Yo mismo lo pude escuchar directamente durante el encuentro que mantuvo con los novicios y seminaristas el primer fin de semana del mes de junio con motivo del año de la fe. Al llegar al Aula Pablo VI, les dijo que confiaba en que hubieran ofrecido sus vidas a Cristo de una forma definitiva: ¡para siempre! A partir de ahí les habló con espontaneidad y viveza de la fórmula de existencia humana en la que todo pasa y nada importa. Pero el hombre no es relativo, tampoco lo es el bien. Por eso cuando el bien, como gran categoría de la vida moral que permite dar sentido al ejercicio de la libertad, se diluye, si el bien es lo que digo yo y dices tú, pero no hay un bien de todos… ¿cómo se va a mantener así la unidad, la paz y la solidaridad en la sociedad?

Nuestro país atraviesa una crisis demográfica, ¿corre el peligro de quedarse sin futuro ante la baja natalidad?
¿Una sociedad puede vivir sin niños? La prueba demográfica es contundente como un fenómeno de contagio social entre países los más diversos. Es reflejo de una actitud egoísta que se convierte en un boomerang. Se puede quedar sin futuro la España que conocemos, esa nacida de la Historia y que ha generado nuestras estructuras políticas, sociales y culturales, basadas en el reconocimiento de la dignidad trascendente de la persona humana. Las proyecciones estadísticas que se están haciendo con respecto a algunos países para dentro de 20 o 30 años hablan de que, si no hay una recuperación de la natalidad, las familias nativas estarán en minoría con respecto al mundo nacido de la inmigración. En España tenemos la ventaja de que la mayoría de los que han venido de fuera comparten nuestra historia, nuestra cultura, nuestra fe y nuestra lengua.

El lema de este año coincide con la llamada del Papa en la exhortación “Evangelii Gaudium” a la nueva evangelización y con el envío misionero de más de un centenar de familias. 
Siguiendo la línea del Papa, que mantiene que el anuncio del Evangelio por parte de la familia cristiana es un anuncio de alegría, es decir, de la forma de vida más esencial para poder vivirla y donde más se vive de hecho. Si la familia cristiana toma conciencia de su vocación apostólica y misionera, será un vehículo de evangelización formidable. Esta llamada incluye volver a retomar el camino de la evangelización de esas familias formadas por bautizados alejados de la vida de la Iglesia hace mucho tiempo.

No es un desafío fácil acercarse a los que se han marchado con heridas de la Iglesia…
En la archidiócesis de Madrid se está desplegando una intensa acción misionera a través de los colegios y de las parroquias. Intentamos que en todo barrio de Madrid haya siempre una Iglesia con las puertas abiertas para que aquel que quiera pueda entrar para la oración y la adoración, al menos, en el tiempo que dura la jornada laboral. Los sacerdotes y los voluntarios se esfuerzan no pocas veces hasta el agotamiento para poder atender a todo el que llega con toda clase de necesidades espirituales y materiales. Ahí tenemos el ejemplo de Cáritas, con sus servicios en todas las parroquias de Madrid, dispuesta a ayudar a cualquier hora y cualquier día de la semana a quienes necesitan ropa, alimento, asesoramiento jurídico por problemas de impago o de desahucios… El servicio de “Cáritas” es un servicio de fraternidad cristiana que ofrecemos a todas las familias necesitadas de la comunidad parroquial, visitándolas y conociéndolas. La parroquia ha de ser siempre Parroquia misionera.

En las preguntas lanzadas por la Santa Sede para preparar el Sínodo de la Familia de 2014 hacen hincapié, entre otros aspectos, en cómo se afronta en la Iglesia local la realidad de los divorciados. ¿Cómo hacerle sentir a alguien en esa situación que se sienta dentro de la Iglesia y no fuera?
Que venga. Será acogido. Además ya hay varias parroquias en Madrid que se encuentran con grupos de personas en esa situación que son atendidos de forma cercana en lo espiritual y en lo jurídico, procurando ser instrumentos del amor de Cristo. Quisiéramos ampliar su radio de acción y, para ello son clave los Centros de Orientación Familiar, conocidos como COF, que cuentan y ofrecen profesionales altamente cualificados y generosamente entregados a una labor nada fácil de acompañamiento y asesoramiento.

Esta fiesta de la familia siempre se celebra en torno a la Navidad. En esta ocasión coincide de forma casual con la presentación de la reforma de la ley del aborto. Habrá, quien piense que han convocado la celebración a raíz del nuevo anteproyecto…
Quien lo piense así, no acierta con la verdad de los hechos. Espero que sea una fiesta que se mantenga viva durante muchos años, porque los desafíos, a los que quiere responder espiritual, social y pastoralmente esta fiesta, no se resuelven en cortos períodos de tiempo. Por otro lado, mantener vivo el mensaje de la Familia de Nazaret, que incluye la propuesta de la familia cristiana, acompañará a la Iglesia hasta el final de los tiempos.

¿Por qué defender el aborto se ha convertido en algo “progre” y defender la vida en algo “carca”?
Es ciertamente algo inexplicable, pero que ocurre cuando se abandona la categoría del amor amor y se sustituye por el amor a sí mismo, en términos de San Agustín. Si a la hora de cualquier comportamiento, tu único interés eres tú, ignorando en este caso al niño que está naciendo, poco se puede hablar de progreso, más bien de un retroceso para la humanidad. Sigue siendo actual el diagnóstico de Julián Marías, sobre la sociedad europea contemporánea: su drama es la aceptación social del aborto. Creo que hemos ganado terreno: esa aceptación no es tan generalizada y la defensa del derecho a la vida del ser humano desde su concepción es cada vez más compartida por amplios sectores sociales. Muy probablemente se trate de un fruto de la nueva evangelización promovida en las últimas décadas por el Beato Juan Pablo II. Baste traer a la memoria su encíclica, “El Evangelio de la vida”.

No se lo están poniendo fácil al ministro Ruiz-Gallardón, al que le acusan de no defender la libertad de la mujer.
¿Y la posibilidad de vivir del niño? El no nacido es un ser inocente e indefenso y será un bien también para esa mujer y para toda la sociedad. Por otra parte, no hay que olvidar la necesidad de potenciar la ayuda y la protección a las mujeres y jóvenes en esas situaciones difíciles para que puedan aceptar con valentía gozosa una maternidad que les puede exigir sacrificios, pero que termina siempre por desvelarse como un precioso don de Dios.

La palabra más repetida por el Rey en el reciente mensaje de Navidad fue “unidad”. ¿Le preocupa la deriva actual?
Sí, me preocupa. La Conferencia Episcopal Española se ha expresado en tres ocasiones de forma muy significativa: en 2002, tratando de las causas y consecuencias del terrorismo; en 2006, en un momento político complicado, en “Orientaciones morales” para el momento actual de España, ahondando en el problema de su unidad; y en la nota de la Comisión Permanente de octubre del 2012 “Frente a la crisis, solidaridad”. En el magisterio de la Conferencia Episcopal, la unidad de España es considerada y afirmada como un bien moral que implica una obligación de cuidarla y mantenerla a partir del mandamiento de la caridad cristiana, que va más allá de las exigencias de justicia que puedan darse o no. Esa es la doctrina de los obispos españoles que hemos mantenido hasta hoy. Además, si se repasan todos los discursos de bienvenida y despedida de los viajes de Juan Pablo II y Benedicto XVI a España, se encontrará invariablemente una clara y nítida alusión a una España unida por una común tradición humana, religiosa, cultural y espiritual, alentando a vivirla y a mantenerla viva como un riquísimo patrimonio de hondas raíces cristianas, que no debe dilapidarse.

A tenor de estos mensajes, intuyo que para usted es inimaginable una Cataluña fuera de España…
La imaginación es capaz de todo… Me resulta difícil pensar que es buena esa separación, me resulta imposible imaginarlo y decirlo.

Concluye 2013 con el Papa Francisco como portada de todos los medios como personaje del año.
Es una buena noticia. Aun así, no creo que el Papa Francisco otorgue a esas honras humanas una excesiva importancia. Pero si sirven para que se valore positivamente su ministerio y que se abra una puerta para el acercamiento a Jesucristo, a tanta gente ansiosa de verdad y de bien en sus vidas, bienvenidas sean esas portadas.

Algunos escépticos que no conocen a Francisco, llegaron a pensar que había una estrategia de comunicación detrás…
Ese mundo tan sofisticado lo conozco poco, pero me da la impresión de que el Papa funciona sólo. Más bien es el Santo Padre el que suscita el interés de los periodistas.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido de Francisco en estos meses de Pontificado?
Cuando tu vida pastoral es larga –soy obispo desde 1976−, uno aprende que la vida de la Iglesia está más determinada por la tradición viva que por grandes saltos, no puede ser de otro modo. Así, uno puede ver una continuidad de fondo en los últimos pontificados. El Papa Francisco aporta nuevas notas, de una pastoral cercana y viva, pegada a las personas que tiene cerca, ejerce de forma muy directa el ministerio de la palabra. Habla frecuentemente de la ternura de Dios. El la trasmite y comunica genialmente. Su estilo pastoral es estilo evidentemente muy franciscano.

En 2014 cumple 20 años como arzobispo de Madrid. Cuando mira atrás, ¿qué sensación le que queda?
Me parece que fue ayer. Creía que venía a Madrid siendo ya mayor –tenía 58 años− y he descubierto que era joven. En Santiago de Compostela estuve 18 años, fue un tiempo apasionante. No puedo olvidar Santiago donde viví la cuarta Jornada Mundial de la Juventud, el despliegue de la acción pastoral para recuperar el Camino de Santiago, el primer gran viaje de Juan Pablo II a España…

Y de su etapa en Madrid, ¿con qué se queda? 
De Madrid me quedo con todo. Se hace uno profundamente madrileño.

¿Siente que ha cerrado ciclo?
No lo sé. Nuestro Señor lo irá diciendo.